Nadal regala un milagro a Wimbledon y gana lesionado

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

PAUL CHILDS | REUTERS

Mermado por un dolor muscular desde el segundo set, supera en un heroico partido de más de cuatro horas a Fritz y se medirá en semifinales con Kyrgios

06 jul 2022 . Actualizado a las 23:29 h.

Después de set y medio de resistencia, Rafa Nadal se dobla por la mitad. Lleva todo el campeonato compitiendo con vendas en el abdomen, pero es ahora por primera vez, con 6-3 y 3-3 en contra ante Taylor Fritz, en un duelo de cuartos en el que parece que algo no encaja, cuando dice basta. O casi. Se agacha, se palpa la parte baja del tronco y comienza un diálogo doliente con el equipo de su banquillo. Niega con la cabeza, transmite que no puede, pero tampoco se retira. Ni aunque se lo diga su padre, Sebastián Nadal, con gestos de rabia como si le hablase al niño al que vio crecer con una raqueta en la mano, educado en el máximo estoicismo en la pista, imprimido este por su tío Toni como entrenador. Esa mentalidad, la del «no hay dolor», le mantiene con vida después de que, con 4-3 en contra, le atiendan el fisioterapeuta en la pista y el médico en el vestuario. De las entrañas de la pista central regresa medio encogido y comienza una resistencia heroica, inverosímil, ¡tan nadaliana!. Ese milagro incluye el triunfo en el segundo set, y también en el cuarto, para empatar por dos veces una batalla que nació adversa, pero que termina festejando luego hasta por 3-6, 7-5, 3-6, 7-5 y 7-6(4) después de más de cuatro horas de pelea. En semifinales le espera el australiano Nick Kyrgios, después de resolver su encuentro ante el chileno Christian Garín por 6-4, 6-3 y 7-6(5). La pregunta ahora es: ¿LlegaráNadal en mínimas condiciones para plantar cara a la cita del viernes?

Después de desplomarse en el primer set tras disfrutar de un 3-1 a su favor, Nadal, desde que se dobla a mitad de la segunda manga, juega un tenis muy diferente al que está acostumbrado. De pronto sirve por debajo de los 150 kilómetros por hora, cuando suele hacerlo cerca de los 200. Ya no acompaña sus golpes de un grito de rabia, porque compite a medio gas. Tampoco celebra sus puntos. La pista se envuelve en un silencio respetuoso con el lesionado, con la mirada ausente en los descansos de los cambios de lado. Aguanta como puede, mientras en su banquillo las caras parecen un poema porque una lesión, otra vez, le frena camino de su tercer grand slam consecutivo. El de Wimbledon 2022 sería el número 23 de su carrera, en esa homérica carrera por ver quién termina con más, con Roger Federer y Novak Djokovic detenidos ambos en la veintena.

Juega Nadal golpes sueltos extraordinarios porque no se siente capaz de entablar los endiablados peloteos que suponen su seña de identidad. Aún así, mientras Fritz se carcome ante la duda de cómo enfrentarse a un trampantojo, un deportista lesionado que compite como un sano fuera de serie, el español resiste. No cede un solo servicio y gana ese segundo set por 7-5.

No lo celebra

No cierra el puño ni se gira hacia su banquillo ni se retroalimenta mirando al público. A nadie agrada competir mermado, exponer a un rival al embarazoso papel de jugar contra un deportista a medio gas que, aún así, aguanta en pie con una dignidad infinita. Un break al inicio del tercer set le basta a Fritz, convencido por un momento de competir como si enfrente nada sucediese, para adelantarse por 6-3.

El marcador se empina, pero Nadal parece ahora algo más vivo. Como si el tratamiento de mediado el segundo set le hubiese dado un cierto alivio por fin. Antes de empezar el cuarto, vuelve a pedir la presencia del fisioterapeuta. Y regala varios puntos extraordinarios en un partido de tenis parecido a una montaña rusa: manda por 4-2, luego sirve bajo presión con 5-4 en contra y termina imponiéndose por 7-5, mientras el público se frota los ojos.

Nunca digas nunca con Rafa Nadal, ni siquiera a sus 36 años. Falta saber si esta vez el milagro le alcanzará para plantarse en semifinales. Y lo hace. Redivivo. Con 3-3 rompe el saque de Fritz y esprinta hacia la victoria. Que se decide en el super tie-break, después de algún punto con 25 raquetazos de intercambio. Con la centenaria pista central rendida más que a su tenis a su carácter. Acaba de consumar, otro más, su penúltimo milagro en una pista de tenis.