En la vida, hay pocas cosas más humillantes que alguien utilice un frío y seco wasap para mandarte a paseo: sea en el trabajo, en el grupo de amigos con los que quedas para echar la pachanga o en una relación de pareja. En este último caso, cuando alguien hace eso puede ser por dos motivos: o que ha vivido tanto, tanto contigo, que no soporta el momento del adiós, o que te ningunea. Vamos, que para esa persona no has sido más que un simple pasatiempo.
Y eso es lo que se está viendo que ha sido Florentino Pérez para Mbappé. Uno más. Un fan más que se le acerca. Un adulador obsesionado con llevarlo a su redil creyéndose ese ser superior que en su día acuñó Emilio Butragueño. Eso, mientras el futbolista se reía y disfrutaba de un sainete que, según pasaban los meses, iba añadiendo ceros y prebendas a su futuro contrato.
Entretanto, el empresario, se desconoce si confiado o con la intención de meter presión, se cansó de presumir en cuanto corrillo se formaba de que el llamado a ser mejor jugador del mundo de los próximos años acabaría vistiendo de blanco. Eso sí. Tuvo cuidado de no afirmarlo en público. Para eso eligió una camarilla de escribanos al dictado para que se extendiera el convencimiento de que no había duda. Mbappé ya había firmado.
Se habló de años, de cantidades, de zonas de residencia... Hasta de cómo sería el anuncio: primero Mbappé se despediría del PSG y posteriormente el Madrid anunciaría su fichaje. Y todo eso sin haber conseguido que firmara un triste documento de compromiso, con lo cual el ser que se creyó superior no fue más que un títere para el futbolista, que lo utilizó cómo y cuándo quiso.
Hasta en cuatro ocasiones rechazó el jugador las estratosféricas ofertas de un Florentino Pérez que en apenas unos meses ha quedado muy tocado. Primero, con el gatillazo de la Liga Europea, que duró lo que la república catalana de Puigdemont, y ahora viendo cómo Kylian, a pesar de seguir pregonando su amor al Madrid, lo ha dejado por París, la verdadera ciudad del amor. Y con ese pobre wasap que recordó a Bigote Arrocet despidiéndose de María Teresa Campos.
Y es que la soberbia pudo con el ser superior que ante Catar y Francia se encontró como si Canito (mítico presidente del club modesto coruñés del Maravillas) tratara en su día de fichar a Bebeto. La diferencia es que Canito es un tipo noble, sencillo y bonachón, que va por la vida con humildad y no exhibe un fariseísmo que le hace defender que todo lo que hace es por el bien del fútbol global.
A Florentino, Mbappé le ha dado donde más le duele, en su ego. Lo ha retratado ante el mundo entero y con un simple mensaje de WhatsApp.