Manchester City-Atlético de Madrid: fútbol de entrenadores

Raúl Caneda PATROCINIO-SANTANDER

DEPORTES

Simeone, durante un partido del Atlético de Madrid
Simeone, durante un partido del Atlético de Madrid Ballesteros

05 abr 2022 . Actualizado a las 10:34 h.

Manchester City y Atlético escenifican a la perfección las dos formas posibles de jugar al fútbol: pretendiendo ser mejor que el rival o forzando al rival a ser peor que uno.

Del City se puede decir que es un equipo de autor, donde la influencia ideológica de su entrenador es absoluta, y contracultural porque contradice todos los tópicos del fútbol inglés.

El sello de Pep Guardiola en el City le confirma, sin lugar a la duda, como el técnico más influyente en el fútbol mundial desde Sacchi. Si bien se pudiera poner en cuestión la dimensión de su trabajo en sus anteriores equipos debido a lo fastuosa de su plantilla en el Barça o a la hegemónica monotonía del Bayern, su impacto en el City y en el fútbol inglés es de un calado táctico tan provocativo y rompedor como acertó a definir un famoso cronista inglés: este fútbol hay que verlo con otros ojos.

Donde existe el culto al derroche físico y se juega más para correr, en lugar de correr para jugar, Guardiola inunda el campo de jugadores livianos, débiles en espacios amplios, pero extraordinarios al juntarse en torno al control del balón y del juego, reduciendo los partidos a monólogos en espacios reducidos.

Nada de ese control sería posible sin hacer un máster a diario del factor que ha cambiado el fútbol en los últimos 15 años: una extraordinaria construcción del juego desde atrás, una cirugía donde obtiene todas las ventajas para desestabilizar al contrario. Nada que ver con imitaciones ni poses estéticas.

No suficientemente satisfecho con cambiarle la hora al fútbol inglés, el catalán amplificó su provocación contra las costumbres y el sentido común: se pueden hacer ligas de 100 puntos con continuas goleadas jugando sin un delantero centro goleador, o quizás por ello.

El City nos muestra el carácter sistémico del fútbol, donde el valor del conjunto es diferente y puede exceder al supuesto valor de la suma de sus jugadores individualmente.

Y es precisamente por ahí donde el City muestra sus flaquezas. Aunque su armonía colectiva es exuberante, tiene poca respuesta cuando los partidos no son lo que ellos pretenden, cuando se alejan de lo que están acostumbrados. En esos momentos de duda suelen buscar la solución mirando más al banquillo que a sí mismos, y es que difícilmente van a sentir el liderazgo de algún gran jugador que los rescate, un fuera de serie al que agarrarse: el City no tiene ninguno.

Los ingleses tendrán enfrente a su antagónico, el Atlético de Madrid, un equipo que no se entiende sin la influencia de su autor. Este Atlético se explica a partir de Diego Simeone.

Muy pocas veces en la historia del fútbol un entrenador ha tenido tanto impacto como el argentino en el equipo de la capital. Recogiendo sobre todo el legado de Sacchi, Simeone confía todo a minimizar al rival reduciéndole el espacio, el tiempo y las ganas. Para ello ha buscado jugadores y construido un equipo con un nivel de solidaridad y esfuerzo colectivo muchas veces conmovedor.

Es por ello y por sus extraordinarios resultados que resulta desconcertante comprobar cómo después de tantos años de éxitos, identidad y felicidad, se pueda poner en cuestión ante un pequeño bache de resultados a quien se le debe todo.

El fútbol del Atlético nos retrotrae a varias décadas atrás, cuando se nos decía que el único fútbol ganador, hegemónico y posible solo era ese. La táctica solo y únicamente era la organización defensiva para minimizar al rival, dejando la parte ofensiva en manos de la inspiración individual de algún genio aislado a modo de náufrago. Ese, con excepciones, fue el fútbol dominante a finales del siglo pasado y principios de este.

Sin embargo, los últimos diez años han cambiado el fútbol de tal manera que es difícil que un equipo consiga ser sólido sin ser capaz de producir fútbol, de generar estabilidad con la pelota. Por ahí se resiente el Atlético, que pretende atacar atropellando. Sin que podamos advertir rasgos de organización en ataque (la táctica ya no es solo defensa) que permitan a su equipo pesar en los partidos también con la pelota. Eliminatorias como la disputada contra el Chelsea el año pasado deberían encender las alarmas para ampliar el catálogo de virtudes.

Más que un partido se disputa hoy un capítulo más de un debate eterno, de dos formas de jugar al fútbol. Una en clara posición hegemónica, contra otra que nunca ha sufrido tanto para poder competir como en este nuestro tiempo. El control desde la armonía con balón ante la guardia de espacios y la resistencia como fundamento táctico.

El presente contra un pasado que reclama su espacio de siempre.