La aventura de Desirée Vila en Estados Unidos tras posponerse su operación de corazón

M. V. F. VIGO / LA VOZ

DEPORTES

La atleta paralímpica gondomareña, amante de las nuevas experiencias, pasa unos meses estudiando en Oswego tras la incertidumbre por una intervención coronaria que los médicos decidieron aplazar sin fecha

29 mar 2022 . Actualizado a las 18:28 h.

Oswego es, desde principios de año y hasta el próximo mayo, el hogar de la atleta paralímpica Desirée Vila (Gondomar, 1998). Cuenta que le gustan los nuevos estímulos y que, después de participar en los Juegos de Tokio, necesitaba un cambio de aires. No solo por el «vacío» que queda tras una experiencia como esa que requiere tanta preparación previa, sino también por otro asunto relacionado con su salud: «Tengo pendiente una operación de corazón», revela.

Esa intervención llegó a tener fecha pasada la cita paralímpica. Se había sometido a las pruebas del preoperatorio y estaba todo cerrado. «En el último momento, los médicos decidieron que era mejor esperar», recuerda. Porque se trata de un problema de nacimiento que requiere un seguimiento continuo porque puede «llegar a ser peligroso», si bien en este momento no lo es. «No tengo síntomas, no noto nada en mi día a día. Pero el deporte influye y en este año de entrenamiento tan intenso, ha ido a peor», desgrana.

Por ahora, se ha pospuesto de forma indefinida, pensando en lo positivo del aplazamiento. «La ciencia avanza rápido e igual en cuatro años, en vez de abrirme el pecho de arriba a abajo para poder acceder al corazón, hay otra manera», confía la joven. Cuanto más espere, más seguro será el paso por quirófano. «Me pondrán una válvula biológica que dura 20 años y luego voy a tener que operarme de nuevo para sustituirla por una mecánica, que requiere Sintrom y es más complicado», detalla. Así que cuanto más se retrase esta intervención -espera que sea después de París, su próxima gran meta deportiva-, para más adelante queda también la segunda. 

Vila tiene plena confianza en su cardióloga, que le ha explicado todo a la perfección. Pero la incertidumbre vivida en torno a este tema fue difícil para ella, especialmente por sus antecedentes y por su personalidad. «Soy una persona muy activa, los meses de recuperación lenta me asustaban. Y viví una negligencia —que le costó la amputación de la pierna cuando era gimnasta acrobática—, tengo recuerdos duros en el hospital y en la uci, donde iba a tener que estar, por supuesto», recalca. Así que ha optado por irse lejos un tiempo, sumar experiencias y centrarse en sus estudios.

Aunque no descuida el entrenamiento y tiene su propio equipo de longitud, en Oswego puede asistir a clase y ser «una estudiante corriente» de Relaciones Internacionales. «Además, el punto de vista americano es importante para mí, por ejemplo ahora con la guerra de Ucrania», señala. Uno de los motivos de poder asistir más a las aulas es no tener que atender compromisos de los que también sentía ganas de evadirse, admite. «Después de los Juegos, los medios quieren saber de ti. Me encanta mi vida en Madrid, pero también está bien poder enfocarme en estudiar y no tener temas de ese estilo», señala.

Inicio de TCA y de depresión

Desi subraya que esta estancia es temporal. A ella, que ha escrito un libro y que se ha convertido en una deportista muy mediática, le encanta aprovecharlo para dar visibilidad a la discapacidad, concienciar sobre ella y ayudar a otras personas. Aunque admite que es una responsabilidad importante. «A veces me da miedo meter la pata, nunca mejor dicho. Últimamente me he atrevido a hablar de que tras el accidente tuve un inicio de trastorno de la conducta alimentaria, mucha ansiedad, inicio de depresión... Y sé cómo lo gestioné yo. Pero lo que me sirvió a mí no tiene que ser solución para todo el mundo», reflexiona. E intenta que eso quede claro siempre, partiendo de que se siente «una niña de 23 años sin idea de nada».

Lo dice ella, pero su discurso transmite otra cosa. Es consciente de que lo vivido le ha dado madurez hasta el punto, por ejemplo, de ser capaz de celebrar cada cumpleaños de muñín —el apodo cariñoso que puso a su muñón—, con regalos incluidos este año de sus compañeros de universidad. Pero, ¿cuánto tardó en tener esta visión optimista? «No hay un momento concreto. Son procesos, experiencias... Pasaría un año o año y medio. Cuando empecé en atletismo fue un paso importante», recuerda.

Hasta el momento de convertirse en atleta, relata, Desi aceptaba su discapacidad, pero no quería juntarse con otras personas que también la sufrieran. «No quería identificarme con esa etiqueta. Me daba reparo formar parte de un grupo con discapacidad», reconoce pasados los años. Pronto entendió que no había motivo para avergonzarse, que no era malo, expone su visión actual. «Ahí no me atrevía a subir fotos en que se viera la prótesis ni mucho menos, el muñón. Estaba descartadísimo», rememora. Hoy es una Desi diferente, agradecida a la vida y que irradia felicidad pese a los contratiempos.

«Si tuviera un hijo, lo apuntaría a gimnasia»

Desirée revela que cuando perdió la pierna se hacía «preguntas estúpidas, como si podría tener hijos», aunque aclara que, a día de hoy, ni siquiera quiere. Pero si cambiara de opinión, apuntaría a su descendencia a gimnasia acrobática, asegura al hablar de que no ha tenido nunca rechazo al que fue su deporte a pesar de lo que ocurrió. «No fue culpa de la gimnasia. Ni siquiera tendría que haber acabado sin la pierna. Ese deporte me dio más de lo que me quitó», afirma con rotundidad.

Sostiene que cada vez toma más conciencia de cómo ha contribuido la disciplina que practicó a forjar su personalidad. «Me doy cuenta cómo mi forma de ver la vida o de actuar está determinada en muchas cosas por lo que me enseñaron mis entrenadores: a ser responsable, disciplinada y conseguir objetivos como el de estar en unos juegos», analiza. A finales del 2021, dio una charla en su club, el Flic Flac. «Fue impactante. Tardé en sentirme preparada y no lo hice hasta que fue así. No quería que se llevaran una visión negativa de la gimnasia acrobática», apunta.

Pero, claro, partía de una realidad que no se puede esconder: «Mi historia es la de una lesión por un deporte de riesgo. Muchos padres no quisieron que sus hijos siguieran después de lo que me pasó a mí», explica. Por encima de eso, ella quería transmitirles cómo esta disciplina le ha ayudado en su vida. «Al final, fue un chute de energía para mí misma. Fue una experiencia dura, había compañeras que estaban aquel día, cuando vino la ambulancia y demás. Pero también una experiencia muy chula», agradece.

Feliz bajo la nieve de Oswego

Vila cuenta entre carcajadas que cuando escogió universidad, sin tener muchas opciones entre las que decantarse, vio que la de Oswego era en el estado de Nueva York y la idea que se hizo no tenía nada que ver con lo que luego se encontró. «Nunca había estado a 20 bajo cero, pero te acostumbras, como a todo», dice. Tras haber estudiado en Londres y Malta, el inglés no es problema y ahora lo perfecciona en lo que al ámbito deportivo se refiere. «Al principio, no entendía las palabras técnicas cuando el entrenador me corregía y ahora ya no hay esa barrera», celebra.

Tener un técnico diferente también le está resultando enriquecedor. «Estoy supercontenta. En mayo vuelvo a Madrid, donde soy muy feliz, pero regreso con una experiencia más a nivel académico y deportivo muy chula». En menos de dos meses, retomará la competición en España.