La Voz
Carcajada, manos a la cara y gesto de incredulidad. Así reaccionó Rafa Nadal tras proclamarse mejor tenista de la historia al conseguir su 21 grand slam. Lanzó la raqueta por el aire después de saludar a su rival y golpeó con saña una pelota para lanzársela al público. Ahí descargó toda la rabia y todo el sufrimiento de los últimos meses. Gestos de victoria con los brazos y al suelo para tocar tierra y darse cuenta de que lo que estaba viviendo era real.
Con 35 años, Nadal rozó la épica. Renació para darle la vuelta al partido tras ceder las dos primeras mangas a Medvedev. Nunca había remontado una final de un grand slam marchando dos sets abajo, pero el de Manacor no entiende de estadísticas, solo de lucha, de persistencia y de no darse por vencido. El primer golpe lo dio en el quinto juego, donde consiguió quebrar el saque de un Medvedev vencido mentalmente (3-2). Aun así, este se defendió con uñas y dientes, desaprovechando sus tres bolas de quiebre, y ganó su siguiente saque con juego en blanco antes de devolverle el break en el quinto juego.