El gallego al que el campeón de boxeo Anthony Joshua fichó de entrenador por Instagram

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Ángel Fernández se ha hecho un hueco en el panorama mundial del boxeo tras dejar Cangas con 18 años en busca de un futuro mejor

24 nov 2021 . Actualizado a las 16:22 h.

«Cuando Anthony Joshua me dijo que me quería en su equipo empecé a llorar por dentro». La ilusión le invadía. Pero no quería mostrar debilidades. Si un boxeador las muestra está perdido. Y él estaba con el mejor. La historia de Ángel Fernández (Cangas, 1981) es el ejemplo de que el que la sigue la consigue. Con altibajos. Pero con esfuerzo todo llega.

Ángel no es una persona muy activa en redes sociales. Un día viendo la tele, entró en Instagram y se dio cuenta de que Anthony Joshua había comenzado a seguirle. Campeón del mundo en dos ocasiones, le admiraba y había estado entre las 90.000 personas que presenciaron su combate contra Aleksander Povetkin en Wembley. En diciembre del 2018, el gallego aprovechó que Joshua tenía una nueva pelea ante Andy Ruiz por el campeonato del mundo para desearle suerte a través de un mensaje directo. Lo que no esperaba era la respuesta del boxeador británico. «Gracias, pronto haremos un entrenamiento juntos». Ángel no salía de su asombro. En aquel momento, el entrenador gallego preparaba a otros siete boxeadores, entre los que destacaba el kazajo Sultan Zauberk en peso pluma.

El día de la pelea de Joshua, él estaba en Gales con Sultan. Al llegar al hotel estaba tan cansado que no vio ni el resultado. A la mañana siguiente, cuando se enteró de la derrota, no se lo creía. Días después, Joshua le volvió a escribir para comunicarle que su equipo se iba a poner en contacto con él. Impaciente durante semanas, llegó el día. Un chófer fue a buscarle para entrenar al británico. Tras varias sesiones, llegó la propuesta. «Me dijo: ‘Te voy a ser sincero, te quiero en mi equipo'». El momento de Ángel había llegado. «Esto es como si eres entrenador de fútbol, diriges al Coruxo y, de repente, te llaman para que te vayas al Barça», compara.

Ángel entró a formar parte del grupo de entrenadores del británico. La revancha entre Joshua y Ruiz fue su gran debut. La pelea se celebró en Arabia Saudí, en un estadio construido para la ocasión. El impacto de ver a 20.000 personas presenciando la pelea le hizo levitar. Ya en el ring, la calma volvió a su cuerpo. Joshua ganó. Y lo hizo también ante Pulev. Pero perdió ante Usyk en la lucha por el cetro de los pesos pesados. En marzo tiene prevista la revancha, pero el deportista británico todavía no ha confirmado quién formará su campamento. Con Anthony Joshua o sin él, Ángel tiene un futuro en este deporte y un sueño que le queda por cumplir: entrenar en Estados Unidos.

De la depresión al éxito

Hasta llegar a la cumbre, Ángel tuvo que pasar por fases que no fueron nada fáciles y a punto estuvieron de hacerle abandonar todo. Recién llegado a Londres junto a su novia con apenas 23 años, y tras un trabajo en una empresa de eventos que le obligó a abandonar el boxeo, su cabeza dijo basta y una depresión le hundió. Su pareja y el deporte le hicieron renacer. Ella le aconsejó hacer un curso de entrenador personal que comenzó desempeñando de forma gratuita. Con la cabeza más estable, el boxeo volvió a llamar a su puerta. El gusanillo no se había marchado. Solo estaba escondido. Decidió llamar a un amigo con el que había coincidido cuando peleaba de forma aficionada y que ya se había convertido en profesional llamado Danny Connor. Él le ofreció estar en su gimnasio como asistente. El primer entrenador de Connor le dio una oportunidad. Pero no se lo puso fácil. El método de Ángel, basado en no tratar de cambiar el propio estilo del púgil, gustaba a todos menos al entrenador principal. «De un día para otro me dijo que no volviese. No me lo tomé mal. Soy como un escorpión. Esa situación solo me hizo querer seguir adelante», asegura.

Fue entonces cuando su amigo Connor le pidió que le entrenase y, gracias a su trabajo en otro gimnasio, comenzó como preparador asistente de Markus Williams, uno de los mejores boxeadores británicos. El nombre de Ángel Fernández comenzaba a sonar en el mundillo. La derrota de Isaac Chamberlain ante Lawrence Okolie fue un punto de inflexión para él. Isaac necesitaba un cambio para continuar en la élite. Le pidió ayuda a su amigo Markus y este le propuso a Ángel. Probó con él y quiso quedarse. Ahí llegó su primer gran combate. Su primer gran boxeador. Acostumbrado a salas pequeñas cuando él competía, Ángel se vio en el Copper Box Arena de Londres ante siete mil personas. Las cámaras de Sky Sports le enfocaban. Los nervios iban por dentro. «Fui al baño, me eché agua en la cara, me miré al espejo y al ring», declara. Chamberlain ganó. Se impuso a los puntos en diez asaltos. Se lució. Y lo más importante, mostró un estilo.

La «paliza» que le hizo iniciarse en el boxeo

La victoria catapultó a Chamberlain y también a un joven cangués que comenzaba a revolucionar el boxeo. Un ladrón de ideas de los mejores que intentaba cambiar un modelo basado en el respeto al propio estilo del púgil. Una carrera meteórica al otro lado del ring. Ya han pasado veintiún años desde que dejó su Cangas natal en busca de otro estilo de vida. Sin imaginarse en dónde estaría hoy. Sin pensar que su nombre estaría en boca de los mejores entrenadores del momento.

A pesar del tiempo que ha pasado, Ángel sigue manteniendo ese acento tan característico de su pueblo. Recuerda que su primer contacto con las artes marciales fue en Cangas. Allí comenzó a practicar taikic. Recién cumplida la mayoría de edad decidió mudarse a Lanzarote porque no veía futuro en su pueblo. Buscaba una vida mejor. Cuando llegó a la isla empezó a trabajar en la construcción de carreteras. Después en un hotel y de ahí, se pasó al mundo de la noche. Allí cambio el taikic por el kickboxing. Pero una «paliza» le hizo modificar un rumbo que le guiaría hasta donde está hoy. «Un día, mi entrenador me llevó al gimnasio de Álex Escallero, que en aquel momento era el campeón de España de peso supermedio. Me puse a entrenar con él. Me dio una paliza que todavía recuerdo (se ríe). Ese día me dije, tengo que empezar a entrenar los brazos y dejar las piernas. Ahí empecé a centrarme en el boxeo», relata Ángel.

Un camino que le condujo hasta donde está hoy. En la cumbre del boxeo internacional. Un entrenador exigente, que hace mucho hincapié en el trabajo mental del púgil. Le gusta que sus boxeadores lleven el ritmo de la pelea. «Trabajo mucho la técnica, pero sobre todo, me adapto a su estilo y partir de ahí perfeccionamos el movimiento de cintura y de las piernas», explica Ángel.