En el mismo escenario, y ante el mismo rival, Morata se resarció

P.C.D

DEPORTES

AFP7 vía Europa Press

«Hemos pasado malos momentos juntos», admite el delantero, que maquilló con su gol una discreta fase de España rumbo a Catar

15 nov 2021 . Actualizado a las 09:26 h.

El divorcio de Álvaro Morata con una parte de la afición española se fraguó una noche de junio en La Cartuja, con Suecia como rival. España debutaba sin goles en la Eurocopa y el delantero, relevado en el minuto 65 por Sarabia, caminó cabizbajo hacia el banquillo mientras un sector de la afición lo despedía con silbidos. «El próximo partido igual mete tres y calla las bocas de todos», salió Laporte en su defensa. «Es un momento difícil, hay que animarlo», le dedicó Dani Olmo. Morata estaba ya en el epicentro de un debate que se agravó luego contra los polacos. «Recibí amenazas, insultos a mi familia, que ojalá se mueran mis hijos. Estuve nueve horas sin dormir. Me molesta que lo tengan que vivir mi mujer y mis hijos». Anoche, otra vez en La Cartuja, y de nuevo con Suecia como contrario, Morata no resolvió todas las dudas sobre su efectividad pero se reconcilió a lo grande con el respetable.

Y eso que esta vez al madrileño le tocó esperar en la banqueta, relevado por la última apuesta de Luis Enrique, al que las lesiones no han dejado de condicionarle en esta fase. Un delantero que contra Grecia se llamó en su camiseta RDT y frente a Suecia era ya Raúl de Tomás. Nadie escapa al formalismo si se trata de estar en un Mundial.

Morata salió a la hora de partido y no solo se echó un capote a sí mismo, también a una selección que estaba hasta entonces colándose en el Mundial por una rendija, y sin haber dado la talla contra sus dos rivales directos. Los suecos le habían ganado en la ida y contra los griegos, que ni opción de repesca tuvieron, no pasaron de un empate y una victoria por la mínima gracias a un penalti convertido por Sarabia. España se metía, sí, como fue transitando por la Eurocopa hasta semifinales habiendo ganado solo un partido en tiempo reglamentario.

Hasta el gol de Morata, España estaba haciendo lo contrario de lo que había prometido hacer y Forsberg la había indultado en dos ocasiones. Andersson lo relevó. El seleccionador, que retiró también del campo al joven Kulusevski y al realista Isak, se convirtió en el mejor aliado de España en el momento decisivo del partido. Los suecos eran los que estaban obligados a ganar, pero apenas volvieron ya a verse de cerca con Unai Simón. Luis Enrique leyó mucho mejor cómo manejar la media hora decisiva.

«Hemos pasado malos momentos juntos», suspiró Morata al final. Su gol le ofreció a España algo de distancia de ese alambre al que nos tiene acostumbrados desde la vuelta de Luis Enrique. Hasta quizá España y Morata se parezcan. En las pasiones y los desencuentros. En los errores y los aciertos. En la perseverancia y el instinto de supervivencia.