Iván Raña: «Mi mérito fue a los 14 años querer ser campeón mundial de triatlón»

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

XOAN A. SOLER

El pionero de este deporte recuerda que «lo difícil fue derribar otros muros, sin ningún medio»

19 sep 2023 . Actualizado a las 18:48 h.

Iván Raña Fuentes (Ordes, 1979) publicó su retirada del triatlón profesional mientras iba subido a un bici. Luego leyó el aluvión de elogios por cerrar una trayectoria que incluye un Mundial y un Europeo y, sobre todo, su reconocimiento como pionero. Ayer, después de concluir la etapa de la Volta a Galicia en Ponteareas y coger el coche hasta la casa de sus padres en Ordes, habló con La Voz. «Llegó un momento en que en las carreras me sentía como si estuviera leyendo por décima vez el mismo libro. Así que, de forma muy natural, decidí apartarme del mundo profesional y hacer ahora todavía más lo que el cuerpo me pida en cada momento», razona.

—¿Hay un momento concreto en el que dice «se acabó»?

—Lo decidí estando en casa hace un mes. Luego llegó un momento en que la gente me iba a preguntar por el Mundial de 70.3 para el que tenía plaza, así que no quería andar contando milongas. Me veía entrenando bien con los chavales, pero en las carreras notaba esa falta de algo: iba quinto y no me moría por intentar ganar, no tenía ese fuego. Como me encontraba bien, terminaba en la rutina, entrenar para preparar la siguiente carrera e ilusionarme. Pero ganar ya no me importaba tanto, necesitaba un estímulo nuevo. Así que decidí romper ese círculo. Mi sensación no es de pena o tristeza, sino hasta de desahogo. Porque al mismo tiempo, me apetecía entrenar de otra forma, ir a sitios a los que no tiene sentido ir siendo triatleta profesional: pasar un tiempo en los Pirineos, hacer una carrera de mountain bike por etapas en Sudamérica, pasar más tiempo con mi novia y en casa de mis padres.... Estoy retomando cosas que no podía hacer.

—¿Cómo había madurado la idea?

—Siempre hice lo que quise: el año que competí en ciclismo o al disputar ralis. Busqué los estímulos de forma natural y que te enciendan por dentro. Gané el Mundial de triatlón con 23 años, siendo muy joven. Viví el triatlón de alto nivel, me especialicé muy rápido y desde ahí todo fue intentar mejorar. Me lo pasaba bien progresando, pero a nivel de competición el estímulo no era tan grande ya. Al haber ganado un Mundial, ser cuarto luego te parece poco, aunque yo dé valor a ser el séptimo o el 20. Luego pasa el tiempo y estoy contento al entrenar, sin pelearme conmigo mismo por un resultado, pero al final me faltaba algo.

—Cuenta que al anunciar su retirada sintió un desahogo.

—Sí. Me encanta mi profesión, me gusta entrenar, pero ahora también quiero hacer otras cosas. Como la Volta a Galicia este fin de semana; hoy bajaba en pelotón, con niebla y lloviendo, como veía por la tele de niño. Y lo hice sin remordimientos, sin pensar que eso me quita entrenamientos de triatlón.

—No sentía el nervio por ganar.

—Te mueves por motivaciones. Cuando peleas por algo te crees inmortal, no te duele nada, vas a tope y eso es súper bonito, apostar todo por algo. Ahora quiero mirar fuera; ni odio el triatlón ni tengo malos recuerdos. Voy a seguir entrenando como triatleta, pero más relajado y abierto a otras pruebas que me motivan sin más, no por ganar. Ojo, hoy si puedo escaparme en la bici, me escapo. Hago primero, 40 o 50, y es lo mismo. Hablo con veteranos y me dicen ‘qué suerte competir así sin presión'.

—Lo primero con lo que se queda.

—Con las personas que me iba encontrando, en los viajes y demás. Salías a buscarte la vida tú solo por ahí, y que cuando necesitas algo, aparezca. Eso es muy guapo. El deporte son muchos egos, pero me encontré gente muy parecida a mí.

—¿Qué quiere decir?

—Te quedas sin bici en un país perdido y siempre encuentras alguien que te ayuda. Esos detalles, esas casualidades. Que siendo un niño me encontrase a César [Varela, su futuro entrenador] y me propusiese vivir en su casa compartiendo gastos. Los dos pensábamos que podía ser campeón del mundo. Parece una casualidad, pero cuando tienes algo en la cabeza muy claro, es más fácil que suceda.

—Pionero, libre, carismático, con un palmarés inmenso. ¿Con qué rasgo se identifica más?

—Con luchar por lo que te llama de verdad. Lo hice en el 2009, cuando después de ser quinto en los Juegos los patrocinadores me decían que tenía una buena oportunidad y preferí pasarme al ciclismo porque había un equipo en Galicia. Pero no lo hice del todo con los ralis. Debí correrlos desde el año 2000, cuando mis hermanos montaban coches en casa. Creo que estar así más liberado de mente me habría hecho rendir más en el triatlón, sin un gramo de tensión en el cuerpo. Lo aplacé hasta el 2006 y hacerlo fue una liberación. Quien pensase ‘este tío está loco', porque si haces una cosa no puedes hacer otra, para mí tiene una mentalidad arcaica. En otros países la gente salta de un deporte profesional a otro y no causa tanta extrañeza.

—Pero no puede estar más orgulloso de esas licencias que de ser campeón del mundo con el esfuerzo que tiene detrás.

—Lo otro viene dado cuando actúas así. Si te propones ser campeón del mundo, lo haces sin miedo. Alguno pensará que es por genética, pero yo me lo creí. Cuando era pequeño la mayoría de comentarios no eran de ánimo, sino de extrañeza o rechazo. Fue muy complicado convencer a la gente de que quería ser campeón del mundo en un sitio donde no existía el triatlón. Para mí lo que más valor tuvo, mi mérito fue a los 14 años querer ser campeón mundial, y entrenar para ello. Esa libertad vale mucho, porque el entorno no era el mejor. Si te gusta una chica, no te reprimas, ve y díselo.

—¿Con 14 años apuntó tan alto?

—Sí, veía primero a Perico Delgado en el Tour, y más tarde a Indurain, y mi ilusión era ser ciclista, y luego deportista, y empecé a nadar bien, a correr populares... Me iba formando como triatleta y apareció César Varela. Con su apoyo, porque él también creía en lo mismo, empecé a soñar con ser campeón mundial. Lo tenía claro con 14 años. Luego aparecieron casualidades porque lo persigues.

—Alcanza esa cima muy joven, con 23 años. ¿Y entonces qué sucede?

—Durante esos ocho o nueve años César me repetía que el resultado no importaba, sino ir mejorando, aunque me retirase de una carrera o hiciese un mal puesto. Vivíamos juntos y eso me lo enseñó él, con su experiencia en la vida. Ganar en Cancún el Mundial fue un momento muy guapo. Sabes que vas a ser profesional de verdad, con patrocinadores de los mejores, invitaciones para carreras y desaparece la preocupación de ganarte la vida por otro lado. Luego es verdad que ya solo te queda repetir ese objetivo. Cuando empecé el triatlón aún no era olímpico, entró en el 2000. Durante años mi vida en el triatlón fue preparar el Europeo y el Mundial, hasta que pasé al ironman, una motivación enorme, porque era una carrera que había visto por la tele. Le tenía mucho respeto, pero gané el primero [en Cozumel, en el 2012]... Entrenar para progresar siempre es más motivante.

—Tiene dos platas y un cuarto puesto en el Mundial. ¿Siente que debía tener más?

—En el 2001 pagué perder un minuto en el agua, pero tenía ritmo para ganar. En los Juegos de Sídney, en el 2000, César ya me veía para disputar el oro y fui quinto. Sí, quizá afinándome algo mejor podía haber tenido algún otro título. No le doy más vueltas. El que gana no es solo el que más corre, sino el que más ganas tiene, también. La felicidad es hacer algo a tope, sin dejarte nada, sea un tramo de un rali o entrenar en bici 100 kilómetros, nadar y correr el mismo día. Yo algún año me gastaba todos mis ingresos en viajar para competir; me compensaba porque me hacía feliz.

—¿Se gastaba todo en viajes?

—En 20 años en la élite te pasa de todo. Me sucedió al principio, antes de entrar en la selección española, cuando invertía en competir todo lo que ganaba, y también en la época reciente. Ya puedes ser muy bueno, que si tus resultados bajan, los patrocinadores dejan de creer en ti y ya no te pagan los viajes. Pero si crees en ti, quieres seguir compitiendo e inviertes tu dinero y tu tiempo en prepararte y viajar.

—De usted se destaca su carisma, su libertad, su condición de pionero, ¿se olvida su enorme esfuerzo?

—Imagina no tener piscina en tu pueblo y en la pública compartir calle con cualquiera, o ir a correr a la pista a Santiago y que allí te eche el de seguridad, o que no puedas meter allí un rodillo para entrenar las transiciones de triatlón... Así que reflexioné para, con estos medios, aspirar a ser campeón del Mundo: la técnica para no lesionarme, si era mejor cuidar la aerodinámica con una posición agresiva en la bici o ir más relajado, cómo colocar las calas en la bici, las gomas... Y encontré gente auténtica que perseguía la esencia. El Bruxo Torrado me enseñó a correr sin tensión, Cándido Pazos, atleta, escultor y piloto de ralis, me hablaba de cómo rodar relajado. Ninguno comentaba marcas de bicis o de zapatillas. Si tienes eso, puedes pasar sin la mejor piscina.

—Pero reivindica el esfuerzo que hay detrás.

—Claro. Pero para mí no era un esfuerzo. Ni cuando me pasé al ciclismo y mis compañeros me decían que tenía que entrenar menos ni cuando me deslomaba para el triatlón. Lo difícil fue derribar los otros muros, sin ningún medio: no poder usar una pista de atletismo en Santiago porque el domingo cierra, y cosas así. Tienes que adaptarte sin perder la motivación, pero como el deporte no es tu trabajo, sino tu mayor pasión, ya está.

—¿Qué va a hacer ahora que hasta ahora no podía como triatleta de élite?

—Si disputo un rali, no pensaré en salir a correr al terminar la jornada; si corro la Volta a Galicia en bici, no busco una piscina para última hora. Si estoy con la novia, me voy un finde de excursión sin estar pendiente del entreno. Si me quedo en casa de mis padres a cenar y me dan las 12, lo hago tranquilo sin pensar en entrar luego a las 7 a la piscina. Disfrutar de la vida familiar, hacer todo, hasta entrevistas, de forma más relajada...

—¿Le llama tener familia?

—Sí que me llama, pero surgirá de forma natural, y no justo ahora mismo. Hasta ahora no me sentía capacitado para cuidar o educar como se debe a un chaval, y apartaba un poco de mi cabeza esa posibilidad. Ahora empiezo a notar que empiezo a entender el tema