
El gallego, campeón del mundo en el 2002 de un deporte apenas conocido hasta entonces y que popularizó con un carisma arrollador y un espíritu libre, deja la práctica profesional a los 42 años
16 sep 2021 . Actualizado a las 20:26 h.Con 42 años, con el mérito de descubrir primero un deporte casi desconocido en Galicia y dominarlo luego a nivel mundial, Iván Raña Fuentes (Ordes, 1979) se despide. El loco que casi inventó el triatlón en España una madrugada del 2000, cuando se colgó el diploma en los Juegos de Sídney, se aparta de la élite, pero no de la pasión irracional que ha guiado sus pasos desde que se inició desde la más absoluta precariedad. Sin piscina en su pueblo, sin rivales de nivel con los que medirse, sin tradición ni manuales de entrenamiento a disposición de los técnicos, se empeñó en disfrutar la modalidad de las tres pruebas: nadar, pedalear y correr. Lo hizo con tanto talento y dedicación que conquistó el Mundial del 2002 en Cancún y el subcampeonato en los dos siguientes en Queenstown (Nueva Zelanda) y Funchal (Portugal), en los Europeos se colgó dos oros en Gyor (Hungría y Karlovy Vary (Chequia) en los años 2020 y 2003 y una plata en este último escenario en el 2001. Y, sobre todo, disparó el interés del público por su espíritu libérrimo e indomable. «Ha llegado el momento de aparcar el triatlón a nivel profesional. Han sido 21 años de dedicación plena, ahora toca hacerlo de manera más relajada. Seguiré compitiendo en carreras que me llaman mucho, y en otras disciplinas. Solo puedo decir gracias a todos los que han estado cerca en esta aventura», anunció este jueves en sus redes sociales.
Raña abrió el camino para toda una generación. Bronce en el Mundial júnior de 1999 en Montreal, ese mismo año se colgó la plata en la Copa del Mundo de Cancún junto a los que eran sus ídolos. Los podios se hicieron costumbre. Ganó el Mundial de acuatlón del 2001 en Édmonton y se preparó para el hito de su vida. El título en el Mundial de distancia olímpica de Cancún 2002 a los 23 años. Protagonizó entonces duelos épicos con Bevan Docherty y Peter Robertson. Alguno de ellos salió cruz. Y al calor de Atenas y con el peso del cartel de favorito, cayó víctima del sobreentrenamiento al que le había llevado su hambre por triunfar en unos Juegos. Así que con la misma dignidad con la que peleaba por las medallas, se batió en un esprint con su enemigo íntimo, Robertson, por el vigésimo tercer puesto.
A su estela llegó en Galicia un fenómeno cuatro años más joven como Javier Gómez Noya. El ferrolano firmó uno de los mensajes de reconocimiento que este jueves brindó el mundo del deporte a Raña. Ensalzó su valor como la «inspiración para muchas generaciones de triatletas tanto en España como en el resto del mundo», al tiempo que le agradeció «los buenos tiempos, las batallas y su papel al «abrir el camino» con una «carrera impresionante».
Por detrás de Gómez Noya y en la quinta plaza cruzó Raña la meta de los Juegos de Pekín, que se convirtieron, inesperadamente, en su despedida olímpica. Porque al regreso de China decidió atender a su instinto y remover su carrera. Desde la cima del triatlón se permitió el lujo de echarse a un lado para cumplir otro sueño, el de ser ciclista profesional.
En el Xacobeo Galicia cumplió con su papel de novato antes de regresar a su modalidad fetiche. Problemas físicos le alejaron de Londres 2012, justo antes de abandonar la distancia olímpica y abrazar el ironman, la salvaje prueba de 3,8 kilómetros a nado, 180 sobre la bici y 42 a pie. En la mítica distancia, en el santuario de Hawái llegó a firmar un épico sexto puesto. Mientras, profundizaba en su proyecto a largo plazo, su papel como piloto de ralis. Otro camino al que le llevaba su ideal de deportista sin grilletes. Porque seguía sintiéndose sin ataduras para explorar caminos nuevos: cambiar de alimentación, correr descalzo —como llegó a hacer en los diez kilómetros finales de una Copa del Mundo del 2016 que incluía el paso a pie por el adoquín del Madrid de los Austrias—, mezclar distancias y mantenerse fiel a los suyos, al Bruxo Torrado, a su entrenador de siempre, César Varela, a José Rioseco, el gurú al que escuchaba para afinar la natación, y a su familia. El hijo de Lina y Manuel, el hermano de Manuel Natalia, Antón y Lorena. El campeón del mundo. El loco que inventó un deporte hasta dominarlo.
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Iván Raña: «Me cansa el postureo del triatlón»
Iván Raña empieza el año en Lanzarote, su otra casa. Pisa ese suelo volcánico, tan distinto al verde que rodea Ordes, y que tanto le gusta también. Dieciséis años después de proclamarse campeón del mundo de triatlón, uno de los más grandes del deporte gallego habla ya de vuelta de casi todo. Aunque lo que le saca de quicio es todo lo superfluo que ahora rodea su deporte. Nadar, pedalear y correr, sobre todo en distancias largas, era antes una pasión de locos, pero ahora es todo un negocio. Volcado en el ironman, compite poco, y se enciende cuando alguien le da por medio retirado. «El hecho de que dos gallegos fuésemos al ironman de Hawái pasa muy desapercibido. Me habla gente que no sabe de esto y me dice ‘«¿tú sigues compitiendo?»’ «‘¡Que si sigo compitiendo!’» Y me digo, «a ver cómo le digo yo a este lo que se vive en Kona».