Teresa Portela, Nico Rodríguez y Carlos Arévalo: cómo ser medallista olímpico sin morir en el intento

DEPORTES

ANGEL MANSO

Los tres deportistas gallegos protagonizan el documental «La Cima», en el que envían un mensaje de superación a través de sus propias trayectorias vitales

19 ago 2021 . Actualizado a las 15:51 h.

Es el mínimo común múltiplo en la fórmula del éxito. No importa las veces que uno se cae, sino que, al menos, sea una menos que las ocasiones en las que uno se levanta. El deporte eleva esta situación al máximo exponente. En el caso de los olímpicos gallegos, la resiliencia se presupone. Por eso, cuando la directora y productora Ana Taboada eligió las historias de superación de Teresa Portela, Nico Rodríguez y Carlos Arévalo, sabía que apostaba sobre seguro. Su documental, La Cima, se terminó de rodar un año antes de los Juegos de Tokio. Sus protagonistas regresaron de Japón con una plata en K1 200 metros, otra en K4 500 y un bronce en 470. Ayer, La Voz los reunió para compartir sus historias.

Los metales brillan, pero no ofuscan a unos deportistas que nunca podrán sacudirse todo el sacrificio que ha supuesto entrar en la historia. «Yo lo dejé y después volví», espeta el regatista Nico Rodríguez, medallista europeo, mundial y olímpico. «Lo comentaba por medio de una videollamada el día anterior a la final olímpica, con mi hermano, mientras cenaba. Le decía: ‘Yo podría llevar cinco años trabajando como odontólogo y mañana nos lo jugamos todo. Daría lo que no tengo para luchar mañana por la medalla'».

Estuvo a una llamada de abandonar la vela, pero no lo hizo. Y no fue la única ocasión en la que tuvo que luchar contra el destino. La primera, todavía en edad juvenil, en plena preparación del Europeo de 49er, con Javi Fernández-Ahúja (a quien le prometió tatuarse los aros olímpicos en caso de medalla). «Me costó encontrar gente que tuviese las mismas ganas o fuese capaz de dejar de lado las mismas cosas que yo para luchar por esto. Y él parecía que era esa persona. Llevábamos nueve meses entrenando y mejorando, en el Centro Galego de Vela de Vilagarcía. Y una buena mañana, tras un entrenamiento, me dijo: ‘Esto no es para mí, no me veo haciéndolo toda la vida'. Y me quedé solo». Cuatro días después, en los Juegos de Londres 2012, Sofía Toro y Támara Echegoyen se colgaban el oro.

Nico Rodríguez se volcó en sus estudios de odontología, sin desvincularse por completo de la vela. Se recicló en la clase 470. Tuvo varios compañeros, hasta que se unió a Jordi Xammar, con quien acaba de lograr el bronce en la bahía de Enoshima. Sin embargo, antes de ello, todavía le quedaban por protagonizar dos resurrecciones.

Una, en el año 2018, otra vez a mes y medio de una gran competición, el Mundial de Aarhus (Dinamarca). Carlos Llamas dejó de ser su entrenador de forma repentina. Toni Ripoll asumió la competición provisionalmente, el equipo logró un bronce heroico. Ripoll fue sustituido hasta hoy por Gideon Kliger y Juan María de la Fuente. «Todo aquello fue por algo ajeno a nosotros y el trabajo estaba hecho. Trabajábamos como nunca, pero no estábamos siendo capaces de demostrarlo. Los resultados son volátiles a ojos ajenos. Nos tocó vivir una situación incómoda, sentíamos esa presión. Sabíamos que, si no lográbamos el objetivo, el presupuesto se reduciría mucho», analiza. Pero, una vez más, lo lograron.

Ya en los Juegos de Tokio, el segundo día de competición volvió a ponerles a prueba. «Llegamos con tres medallas mundiales y tres europeas, más el número uno del ránking. Pero nos costó entrar en el campeonato, empezamos agarrotados. Éramos conscientes de que teníamos mucha presión, y gran parte de ella, autoimpuesta. Además, tuvimos un problema con el barco, con una entrada de agua mayor de la habitual. Y no estábamos siendo rápidos, pero salvamos esa segunda jornada con un décimo y un sexto puesto, y creo que ahí estuvo el bronce. Nos tuvimos que quedar arreglando el barco hasta que nos dejaron», relata.

Lucen en el palmarés de la piragüista Teresa Portela más de una treintena de medallas internacionales, pero la olímpica se le resistió hasta los Juegos recién terminados. La motivación que suponía añadir esa presea a su currículo le empujó a una maravillosa longevidad deportiva, de la que no se vislumbra final.

«Siempre hay momentos complicados. El éxito no llega de repente. Ese es el mensaje del documental La Cima. En el 2017 y 2018 por ejemplo, no obtuve los resultados esperados. Yo seguía trabajando porque tenía que salir», resume.

Para ella, el punto de inflexión data del año 2009. «Ahí tomé la decisión de volver para casa. En mi balanza ya pesaba demasiado estar fuera. Y eso implicaba preparar la competición individual y renunciar a la de equipo», argumenta. «Fue fundamental que Daniel Brage aceptase entrenarme en Pontevedra. La federación nacional apostaba en aquel momento por un barco de equipo», apunta.

Ya con ese futuro encarrilado, una inaudible señal de salida en la final de Londres 2012 le lastra. A pesar de ello, se queda a 198 milésimas del podio. «Yo llegaba pensando que tenía opciones de medalla. Lo pasé mal, lloré horas y horas porque sentía que quizás no tendría otra oportunidad. Salvo en mis primeros Juegos, en los demás tenía opciones de medalla y mi insistencia en conseguirla ha hecho que hoy esté aquí por eso. Sentía que podía ser mía, no era algo lejano», sostiene para justificar su resiliencia.

«Nunca pensé en dejarlo. Aunque de gente de fuera siempre escuchas comentarios, que te hacen sentir no muy bien… Con 26 años ya me recriminaban la edad pero, bueno, era mi sueño y yo sabía lo que quería. Y tengo la suerte de que, en mi entorno más cercano, la gente pensaba lo mismo que yo. Nuestra disciplina es muy objetiva: si te clasificas, vas a los Juegos. Entre la segunda y la sexta hay milésimas. Para mí, a día de hoy, valgo un segundo puesto en los Juegos», zanja.

«Hay gente que tiene problemas mayores»

Carlos Arévalo muda el rostro en ocasiones para ofrecer un rictus de seriedad que pronto se encarga de romper con su humor cercano. Desde esa perspectiva dual, analiza el sacrificio máximo que supone el deporte de alta competición, con un elevado peaje personal camino de la gloria olímpica.

«Ahora cuando está todo más calmado, miro para atrás y pienso en cómo me lo imaginaba. Es que era un sueño, pero lo veía tan lejos...», admite.

«En el deporte de élite profesional hay que renunciar a muchas cosas, pero lo mismo sucede en otras actividades. Y este año más, debido al covid. Como, por ejemplo, momentos de disfrute o reencuentro con los familiares, a los que ya echabas mucho de menos después de meses sin poder verlos», detalla.

El piragüista betanceiro, que también tiene en su haber una plata mundial, asegura que uno de los factores decisivos para el bienestar del deportista de alto nivel es el entorno. «Que tu gente comparta este punto de vista contigo es fundamental. El sacrificio va ligado al deporte. Jamás escuché a alguien cercano a mí hacerme un comentario negativo al respecto. Hay gente en la vida que tiene problemas mucho mayores, sin ser deportistas de élite», reflexiona.

Tuvo que rehacerse de duros golpes deportivos, como en aquel momento en el que se quedó fuera de una final mundial en Milán con el K2 200 compartido con Cristian Toro. «Nos la jugábamos con el campeón olímpico, el barco ruso, que se clasificó para la final y después fue descalificado por dopaje. Eso me ha pasado unas cuantas veces. Por ejemplo, contra Hungría en el año 2017 en el K1 200. Son palos muy grandes. Aún en el caso de que te diesen la medalla después, te roban el momento. Y no está muy penado. Yo, al que se dopa, no le daría la opción de regresar al deporte. Que te roben la plaza haciendo trampas…», lamenta.

A pesar del golpe, siguió adelante. Y en el 2019 se le abrió una puerta por la renuncia de Toro. Arévalo había sabido gestionar su suplencia y después supo agarrar la oportunidad. «Ya sabía por dónde tenía que buscar el acoplamiento, la forma de entrenamiento y la técnica de paleo. No fue nada fácil, completando el trabajo en tierra con vídeos y análisis. Miguel García era mi entrenador, y eso ayudó, pero hubo mucho esfuerzo detrás», explica.

Tras el selectivo de la Federación Española de Piragüismo para definir los integrantes del K4 500 el grupo sufrió acusaciones de amaño por la decisión final. «Me pareció un momento muy vergonzoso para el piragüismo, totalmente fuera de lugar. Fue muy grave, y hace que estés preocupado. Sin embargo, además de lo que pudiese pensar la gente, yo estaba tranquilo, porque sabía cómo lo había hecho yo. No me llegó a quitar el sueño porque yo estaba seguro y satisfecho con lo que yo había hecho. Saúl y yo estábamos en todas las combinaciones. Yo había hecho una temporada muy buena», recuerda.

Ya en Tokio, apenas dos décimas les separaron del oro olímpico, que se llevó Alemania. «Nunca se sabrá si podríamos haber sacado esas dos décimas pero desde luego no ayudó. Bajó el rendimiento del barco y de la gente. Y tras clasificarnos, cuando había que descansar y recuperar la mente, no pudimos por esto. No sé cuánto restó, pero no sumó», concluye.

«Siempre hay que tener un plan B; estás en una rama y se puede romper»

Teresa Portela es contundente cuando sale a colación la diferente forma que tienen los deportistas de élite de encarar su formación académica o profesional, en muchas ocasiones, condicionados por el contexto socioeconómico de su disciplina. En este sentido, es posible que el fútbol represente un extremo, y la mayoría de los deportes minoritarios, olímpicos o no, el otro.

«Siempre pensé que hay que tener un plan B. Considero fundamental formarse y se lo digo a las niñas constantemente», asegura. «Cualquier niño quiere ser deportista de élite, pero que finalmente lo acabe consiguiendo dependerá mucho de las circunstancias. Y cuando se termine tu carrera deportiva, tiene que tener claro que se tendrá que poner a trabajar», argumenta.

Para la medallista olímpica de Aldán, haberse formado académicamente (va a por su tercer título universitario: Magisterio, Fisioterapia, y Dietética y Nutrición) ha sido clave en su trayectoria. «Es una cuestión de que me da seguridad. Pero también es por enriquecimiento personal, para sentirte realizada. Necesito tener un plan B para tener estabilidad, porque sabes que estás en una rama y que la rama se puede romper», explica muy gráficamente.

A la piragüista pocas cosas le frenan en su afán de lograr sus objetivos. Siempre ha sabido buscar la manera de salir adelante. Por eso, la directora del documental La Cima, la puso como uno de los ejemplos más claros para la infancia gallega. Son los valores del deporte personificados en una cara amable.

La maternidad fue uno de los momentos clave en su vida personal, en los que, de nuevo, tuvo que gestionar mente y cuerpo para definir su futuro. «Los buenos resultados llegaron pronto tras la maternidad, porque me lo trabajé. Pero fue muy difícil, que nadie piense que fue sencillo. Di a luz en el año 2014 y logré el bronce mundial en el 2015. Y fue así porque me cuidé mucho durante el período de embarazo. Intenté no perder mucha masa muscular, seguir entrenando aunque no fuese al más alto nivel. Lo fácil hubiese sido tirarme a la bartola y disfrutar de la maternidad, pero sabía que si quería seguir mi carrera profesional tenía que cuidarme. Separarme de la niña para volver a la rutina de competición fue otra de las decisiones duras que tuve que tomar», relata.

Por eso, una y otra vez reitera que el punto de inflexión en su nueva etapa deportiva llegó cuando puso sobre la balanza su faceta personal y la deportiva: «Había cosas que funcionaban en el barco de equipo e iban bien. Pero puse en la balanza regresar a casa. Fue una apuesta de riesgo. Ir de un lado para otro está bien con veinte años, pero yo quería estabilizar mi vida. Tú sabes hasta qué punto te vas a implicar y esperas que los otros hagan lo mismo. En mi caso, depende de mí».

Quedarse sin acudir a un Mundial clave por falta de dinero

Además de los valores y la pura competición física, el deporte de alto nivel se cimenta en aspectos mucho más prosaicos, como la financiación, que suele ir vinculada a la obtención de unos resultados establecidos.

Las disciplinas que practican los tres medallistas que protagonizan el documental La Cima ocupan el extremo opuesto al estereotipo en el que habita el fútbol. Para Teresa Portela, Carlos Arévalo y Nico Rodríguez no hay ingresos garantizados a largo plazo. Cada ciclo el contador se pone a cero.

«En lo personal, tener estudios o una formación para otra profesión te da cierta confianza, pero lo difícil es el camino», avanza el regatista.

«Nosotros tenemos unas becas derivadas del plan ADO. Para mí, fue muy complicado el tema económico. Mientras estudiaba, perdí la categoría juvenil y las correspondientes ayudas. Mi ilusión seguía, pero para conseguir la beca ADO tienes que estar entre los ocho primeros del mundo, y cuando eres el vigésimo… por muchas ganas que pongas, a veces estás sin ingresos, con los bolsillos vacíos», describe.

«Eso es muy difícil de manejar en el deporte, porque el resultado es el que decide. En mi caso, yo trabajaba y mis vacaciones eran para competir. Es una elección personal. Tuve que renunciar al Mundial de Argentina en el 2016. Así que en ese momento, el objetivo pasó a ser el 2020, porque no teníamos dinero. Pensamos en poner la base para después poder optar al objetivo olímpico. Y ponías el dinero que podías cuando trabajabas, más lo que le pedías a la familia y lo que sacabas de entrenador los fines de semana», cuenta.

«El deporte es muy bonito cuando estás aquí, pero el proceso no es tan sencillo», concluye.

El estreno del documental, tras año y medio de trabajo, hoy en Cantones Cines

A las seis y media de esta tarde, la directora y productora Ana Taboada (Cousas Films) alcanzará su particular cumbre personal, con el estreno en los Cantones Cines del documental en el que lleva año y medio trabajando: La Cima.

«Tenemos que hacer más ruido», se dijo en plena pandemia, cuando apreciaba «una sensación general de negatividad y la necesidad de enviar un mensaje de optimismo». Para Taboada, «el deporte es la mejor guía» y que fuesen voces gallegas fue un requisito imprescindible.

«Fuimos acotando la búsqueda en función de las posibilidades de clasificación para Tokio, porque quería destacar el trabajo duro de estos deportistas, como el del resto de los mortales», explica la directora. «No es un documental sobre deporte, sino sobre conseguir un sueño», matiza. Ana Taboada, por encima de todo, destaca: «Fueron encantadores desde el primer momento. Y nos mantuvieron a todos gritándole al televisor cuando competían en los Juegos».