Galicia, potencia mundial de piragüismo

DEPORTES

Fernando Bizerra

Con el cangués Rodrigo Germade y el betanceiro Carlos Arévalo, el K4 500 metros español consigue una plata en la prueba que valora el nivel del país en la disciplina y corona cinco años soberbios

08 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El temblor producido por el subcampeonato olímpico de Teresa Portela, a sus 39 años y con seis Juegos a sus espaldas, todavía retumbaba en la pista del canal Sea Forest de Tokio cuando el K4 500 español se colgó ayer una plata de leyenda. El cangués Rodrigo Germade y el betanceiro Carlos Arévalo impulsaron el kayak que cierra el programa de su deporte en Tokio. Elevaron un barco compuesto por cuatro portentos, con Saúl Craviotto al frente, con ya cinco podios en su palmarés olímpico, y otro gigante en la bañera como Marcus Cooper, campeón en Río 2016 del K1 1.000 metros. Si el nivel del piragüismo de un país se mide por el rendimiento de esta embarcación de equipo, Galicia, decisiva en todo el ciclo olímpico, y con Cristian Toro como quinta opción si hubiera sido necesario, puede gritar bien alto su condición de potencia mundial. La plata de Portela en K1 200 y el diploma de la pontevedresa Antía Jácome en C1 200 con solo 21 años habían iniciado el festival. El K4 500 de España ganó el subcampeonato en un podio que completó el tantos años invencible barco alemán de la leyenda Ronald Rauhe con el oro y Eslovaquia con el bronce.

El K4 500 español, soberbio desde que empezó el ciclo olímpico, encadenó tres platas mundiales en los años 2017, 2018 y 2019 antes de reinventarse en un proceso de selección de luchas cainitas, traiciones y grabaciones secretas durante la pasada temporada. En esas circunstancias adversas, Miguel García, el entrenador que llevó a Saúl Craviotto a sus cinco metales, sufrió un desgaste infernal, intentando aislar a los palistas del fuego que podía destruir el proyecto. Y acertó. El K4 español completó una participación impecable en Tokio: ganó su serie clasificatoria el viernes, triunfó en su semifinal de ayer y dos horas más tarde logró la medalla que tanto ansiaba en la final.

Cielo encapotado

El tiempo de Tokio, esta vez, lanzó un guiño al cielo encapotado bajo el que el barco español trabaja cada día en Trasona (Asturias). Llovió, y llovió bien, en el canal Sea Forest, dibujando el marco gris bajo el que Arévalo y Germade se enamoraron del piragüismo en los húmedos inviernos en las rías gallegas. A continuación, en la pausa entre el programa de las semifinales y la disputa de las mangas por las medallas, atronó una percusión que ponía los pelos de punta. El espectáculo con el que la organización ameniza el parón, con canoas tradicionales en el agua y la música de los tambores de guerra en la orilla, añadió tensión a la espera.

En cabeza en el ecuador

Soplaba una brisa en contra para elegir un barco para la historia del piragüismo, en el debut del K4 500 en el programa olímpico. Al paso por el ecuador de la regata, la embarcación española superaba en casi tres décimas a la alemana. El barco todoterreno español, lo había advertido Germade en una última entrevista con La Voz antes de competir, es el más completo de todos: puede elegir ritmos y estrategias diferentes en cualquier clase de regata. Y esta vez apostó por una salida poderosa, con casi 160 paladas por minuto. Con Craviotto desatado marcando el ritmo delante, Cooper y Arévalo sosteniendo una velocidad que no debía decaer en ningún momento por detrás y Germade ajustando el equilibrio imprescindible en la parte trasera del barco. Avanzó por la calle 4, con Alemania a un lado y Eslovaquia a otro.

El torbellino alemán reaccionó en los metros finales para superar por 22 centésimas al soberbio K4 español. Los palistas cruzan extenuados la línea de meta y, al llegar al pantalán, Saúl Craviotto y Cooper se desploman para tomar aliento. Luego llegan los abrazos y la emoción por un subcampeonato para la historia. Una plata que premia un viaje complicado y feliz a un tiempo. Misión cumplida.

La Voz en Tokio