Rodrigo Germade: «Lloré por el sueño cumplido y la rabia de ver irse el oro»

DEPORTES

PAULO ALONSO

Tras su quinto puesto en Río y un controvertido proceso de selección, el palista de Cangas se reivindica con una plata

08 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las dos experiencias olímpicas de Rodrigo Germade (Cangas do Morrazo, 1990) han sido extremas. En Río 2016 se frustró por un quinto puesto en K4 1.000; tanto, que al volver a España acordó retirarse, una decisión que rectificó unos meses más tarde. De cara a Tokio, fue fijo en el K4 500 que encadenó tres subcampeonatos del mundo consecutivos entre el 2017 y el 2019, antes de que el proceso de selección de palistas se enfangase con odios dentro del equipo y acusaciones de amaño. Por todas esas sensaciones cruzadas, por la emoción del sueño cumplido y la rabia de haber visto tan cerca el oro, rompe a llorar al terminar la final.

—¿Por qué se emocionó exactamente?

—Al terminar me entraron las ganas de llorar por un cúmulo de sensaciones, todo lo sufrido, la alegría de haberlo conseguido... Llevamos aquí mucho tiempo, vamos a hacer casi un mes en Japón y estar lejos de la familia es duro. Al final eso es lo que hizo aflorar esas lágrimas.

—¿Pero le ha pesado más la rabia de ver escaparse el oro o la alegría de la plata?

—Una mezcla. Estoy súper contento por que lo dimos todo. Creo que nos apartaron del oro dos décimas. Luchamos hasta el final. No ganar jode, pero una vez asimilas y piensas con calma todo, sabes que este es un grandísimo resultado y lo hemos hecho muy bien.

—Llegaron hace un mes a Japón precisamente para adaptarse al calor, y durante la final el día no fue tan extremo y hasta llovió.

—Para nosotros estas condiciones, pese a que hacía mucho calor, nos resultan familiares, porque son las que tenemos en Asturias todo el año, con el cielo gris y lluvia. En la semifinal entró incluso el viento lateral, como en Trasona. Son detalles que ayudan a llevarlo mejor.

—Cierran un ciclo olímpico de cinco años, muy brillante y también muy duro por un proceso selectivo del K4 500 con tantas polémicas y acusaciones.

—Sí, fue un ciclo súper duro, pero hemos sido capaces de hacer frente a todas las adversidades. Era algo muy difícil. Competir en el último lugar resulta complicado, estar activado y pensando solo en la competición cuando todo el mundo va sacando medallas, va acabando y está celebrándolo. Eso aumenta más la presión, si cabe. Creo que hemos estado a la altura, con un grandísimo campeonato y una gran final. Alemania es un barcazo, todos lo sabíamos. Ha hecho un ciclo impecable y solo falló en una final. En la Copa del Mundo [de Szeged, en mayo] cometimos quizá el error de mostrar nuestras cartas antes de tiempo, pero...

—¿Para quién es esa medalla a nivel personal?

—De mi mujer y de mi hija.

—Ahora tiene que encontrar la manera de explicarle pronto lo que ha hecho su padre a su hija Claire [de dos años].

—Tendré que esperar a que sea un poco más consciente (ríe), pero ya le enseñaré la medalla.

—Cangas ha vuelto a reivindicar su potencial en el deporte, con su medalla unida a las de Teresa Portela, Iván Villar, Rodrigo Corrales... ¿Qué explicación le encuentra a ese milagro?

—No lo sé. Pero para mí es un orgullo que un pueblo tan pequeño, entre comillas, tenga tantísimas medallas olímpicas. Es algo para estudiar, sí. Cangas tiene más medallas que algunos países por ahí perdidos.