Peleteiro y Portela, el yin y el yang de Galicia

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso TOKIO2020

DEPORTES

YARA NARDI | REUTERS

04 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida es aquello que pasa entre una regata olímpica de Teresa Portela y la siguiente. Una niña de Aldán que un día se sube a una piragua y ya no hay quien la baje. El secreto está en que el kayak funcionó como un juego cuando debía serlo —en la niñez, la feliz época de tardes interminables en la playa— y se convirtió en un trabajo cuando se hizo adulta. Ahora que los padres de los (falsos) niños prodigio intentan que el deporte sea el trabajo de los pequeños, cualquiera puede tomar nota de lo que va primero y lo que llega después (en un caso de entre un millón).

Galicia lleva dos medallas, sustantivo de género femenino. Sus dueñas son el yin y el yang de nuestra personalidad. El descaro de Ana y el sentidiño de Teresa. Los dardos de Peleteiro y la pausa de Portela. El gancho rápido de la millennial y la diplomacia de la madre.

El carisma de una y el carisma de la otra.

El día de la segunda medalla gallega en Tokio cayó la segunda de Biles en los Juegos de Biles en los que apenas compitió Biles. En realidad, su renuncia fue el más olímpico (¿o revolucionario?) de los gestos de un evento que pretende ser tan blanco, manteniendo tal cantidad de equilibrios —esto no se dice, esto no se hace, esto no se toca—, que el COI reconoció haber estudiado una sanción a la lanzadora de peso Raven Saunders, lesbiana y activista LGTBI, por cruzar los dos brazos en el podio para reconocer «la intersección en la que se encuentran todos los que están oprimidos». ¿En serio debe silenciarse? Volvamos a Biles. Unos días antes de los Juegos, se convirtió en la primera deportista con un emoticono propio. Una anécdota. O no. Ayer llamó la atención sobre el hecho de que los deportistas eligen la exposición implícita de la élite, pero no todos aceptan ser una mercancía: «La gente tenía que darse cuenta de que soy humana, no un entretenimiento». Bum.