Hugo González de Oliveira: «No cobro para vivir de esto, solo me voy a exigir que me divierta»

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La esperanza española en la piscina llega a Tokio con el aval del último Europeo

26 jul 2021 . Actualizado a las 20:05 h.

Con tres años, los padres de Hugo González de Oliveira (Palma de Mallorca, 1999) lo tiraron a la piscina de la casa que se habían comprado en Murcia. Tenían miedo a que se ahogase en un descuido y le enseñaron a nadar. Antes de cumplir los diez, ya competía con el Canoe en Madrid. Dice que en los Juegos de Río aprendió que la piscina olímpica era terrenal. Se marchó luego a Estados Unidos, donde forma para el equipo universitario de los California Golden Bears. Tras colgarse tres medallas en los últimos Europeos de Budapest —el oro en los 200 metros estilos, la plata en los 100 espalda y el bronce en los 50 espalda— es la gran esperanza de la natación española en Tokio. La pasada madrugada se clasificó para la final de los 100 metros espalda, que nadará en la próxima madrugada y el miércoles disputará la prueba de los 200 estilos.

—¿Qué le llevó a mudarse?

—En España la natación no es un deporte profesional. Cuando empecé en el equipo nacional no había ni dietas. No cobro lo suficiente como para vivir de esto, así que no creo que deba exigirme nada, solo que me divierta. En España también me vi obligado a decidir si continuaba compitiendo o seguía formándome, por eso me marché. Aquí puedo compaginar las dos cosas. Todos los días me entreno con cinco campeones olímpicos y varios récords del mundo. Eso me ayuda a romper los límites mentales. Veo hacer a mi lado en los entrenamientos algunas marcas que antes pensaba que estaban solo a la altura de fenómenos mundiales y me digo: «Igual yo también puedo hacer eso». Aún así, intento aislarme de las expectativas. No me sientan bien.

—En California cambió su perfil, ganó potencia y explosividad.

—Antes de venirme a Estados Unidos nadaba siempre exactamente las mismas pruebas. Llegué y me obligaron a cambiar, a variar de objetivos, a darme cuenta de que la prueba que llevaba defendiendo siete años no era tan importante como yo creía. Supuso mucho aire fresco mental. Cuando estaba en categoría júnior, los 400 metros estilos y los 200 espalda eran mis mejores pruebas. Ahora igual son la quinta y la sexta. Si me hubiese quedado en España, probablemente seguiría nadando las mismas. Y, ¿sabes una cosa?. Eran pruebas que no me gustaban. Las nadaba porque era bueno y obtenía marcas, pero no las disfrutaba.

—¿Y los 200 metros estilos sí?

—Es mi prueba favorita, estoy en mi salsa. No me gusta cerrarme a un estilo solo y no son los 400, que se me hace demasiado larga. Mi objetivo en Tokio es hacer mi mejor marca personal. Luego lo que tenga que venir, vendrá. Si puedo hacer algo bonito, mucho mejor.

«Perdí la motivación, quería dejar de nadar»

Tras el paso por la Universidad de Auburn (Texas), a la que llegó en el 2017 atraído por el medallista olímpico Sergi López, Hugo González acabó recalando en la de Berkeley, en California. Allí ha combinado los estudios de Ingeniería Informática y de lingüística portuguesa —su padre es mallorquín y su madre brasileña— que espera completar el próximo año. Por medio, una pandemia que a punto estuvo de retirarlo de la piscina.

—¿Qué supuso en su camino el parón obligado por el covid?

—Me mató, me afectó mucho mentalmente. Perdí la motivación, fue como si se acabara. Me planteé abandonarlo todo, quería dejar de nadar. No deseaba continuar compitiendo.

—¿Por qué regresó?

—Volví para verle la cara a mis compañeros otra vez, pero cambiaron por completo mis motivaciones. Fue un momento de transición. Por suerte conseguí recuperar mi nivel.

—Algo hizo clic en su cabeza.

—Hasta ese momento, todo lo que nadaba lo hacía por mí, para mejorar yo, para ponerme a prueba y batir mis marcas. A partir de ese momento, ya no. Ahora siento que nado por mis amigos, por mi familia, por todos los que me apoyan. Antes, cuando una marca no me salía, me generaba frustración. Ahora simplemente no quiero decepcionar a los que están pendientes de mí.

—La pandemia sigue ahí y en Tokio no habrá espectadores...

—Se va a hacer extraño, pero no creo que me afecte compitiendo. Al final los nadadores estamos en otro piso, con los fisios y vemos las pruebas por la tele. Acabaremos llenando nosotros la grada.

—Y después de los Juegos, ¿qué?

—Mi objetivo es la final universitaria de la NCAA, que la tenemos en marzo. Habíamos ganado dos consecutivas y perdimos la última. Nos vino bien como gasolina. Algunos compañeros míos están ya buscándose un futuro en la ISL —la nueva Liga Internacional— que ha venido a revolucionar la natación. Yo me lo quiero plantear también y quedarme en Estados Unidos unos años.

—¿Cómo es su vínculo con el Canoe, su club en España?

—Vuelvo en diciembre para la Copa de Clubes y, si hubiera podido ir en marzo al campeonato de España, hubiese ido también. También en verano. Este es, de hecho, el primero que me quedo en Estados Unidos. Cuando voy, me entreno con Taja —José Ignacio González, su técnico en el Canoe— y siento que todo sigue como lo dejé. Eso me reconforta.