Olímpicos en riesgo de expulsión

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso LA VOZ EN TOKIO

DEPORTES

ZSOLT CZEGLEDI | Efe

El protocolo covid incluye la geolocalización constante y la prohibición de moverse a quince minutos del hotel bajo amenaza de repatriación

21 jul 2021 . Actualizado a las 09:41 h.

La pandemia obliga y Tokio 2020 advierte: el incumplimiento de algunas de las normas del protocolo anticovid puede conllevar la expulsión del país. Las delegaciones olímpicas se mueven estos días obligadas a pasar tests diarios y con una premisa que guía sus movimientos: las personas acreditadas solo pueden desplazarse, siempre en vehículos de la organización —el transporte público, metro, autobús, taxi... está prohibido—, moviéndose de su lugar de alojamiento únicamente a su campo de entrenamiento o competición, o al centro de prensa en el caso de los periodistas. Fin.

La lista de obligaciones —bajo amenaza de repatriación— es larga. Los propios Juegos, en todas sus ediciones, ya tienen sus particulares normas y sus castigos fijados de antemano, pero la pandemia lleva el celo de la organización de Tokio 2020 a otra dimensión. Ya solo para entrar al país, las delegaciones olímpicas debían especificar su plan de actividad y a qué lugares querían asistir durante su estancia en Tokio, blindada al turismo. También el motivo debidamente justificado para no hacer una cuarentena obligatoria de tres días en el hotel o lugar de residencia nada más pisar la capital de Japón. La aprobación de ese documento se fijó como requisito imprescindible para poder entrar a Tokio, pero la organización no los fue validando, en una mayoría de casos, hasta horas antes de las salidas de los vuelos. Antes de hacerlo, «aconsejaba» la aceptación del confinamiento de tres días para facilitar las cosas.

Aplicaciones en el teléfono móvil de geolocalización permanente y rastreo de contactos, posible chequeo incluso por videollamada de que uno se encuentra donde dice estar, autorrealización de test diarios de saliva... ¿Y si algo falla? Motivo de expulsión. Cualquier acreditado puede ser instado a mostrar que tiene batería en el móvil, que está activa la geolocalización, que puso todas las aplicaciones en marcha en las que se registran sus movimientos... Sin moverse un pelo. Si alguien olvida el informe diario de salud que debe registrar en otra herramienta informática, un correo recuerda el incumplimiento al cabo de unas horas.

En esa realidad paralela, apenas se pisa suelo japonés. Entre las salvedades que una persona acreditada encuentra en uno de los largos manuales para conocer sus obligaciones y derechos, figura la posibilidad de salir a una tienda que esté situada en las cercanías del hotel para adquirir comida, bebida o productos de higiene. Con un límite, el interesado no podrá alejarse más de 15 minutos del lugar donde esté alojado. Si es interceptado incumpliendo esa norma, se expone a la expulsión del país.

Nada de salir a bares o restaurantes, y menos aún de beber alcohol por ahí, porque desde hace tiempo el gobierno japonés desaconseja su venta en la capital del país.

Al salir del hotel es obligatorio anotar los sitios a los que se pretende ir

Cuatro días antes de que comenzasen los Juegos de Pekín 2008, el presidente del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco, visitó la Villa para aclarar una idea a los deportistas. No podían hablar de política ni colaborar en medios de comunicación. El celo del régimen chino podía ser alto y el precio a pagar, la expulsión de los Juegos. «Hemos preguntado a Jacques Rogge [el presidente del Comité Olímpico Internacional] y nos ha contestado que la Carta Olímpica se cumplirá taxativamente. No se pueden hacer declaraciones de contenido político en la zona olímpica: ni en la Villa ni en las instalaciones. No se puede escribir en medios de comunicación. La consecuencia es la retirada de la acreditación y a casa. Ya somos todos mayores. Es el momento del deporte y de los deportistas. El de la política será otro». En Pekín 2008, las restricciones fueron muchas. En algunos hoteles, los periodistas tenían que registrar su entrada indicando a dónde pretendían ir. Por motivos muy distintos, el procedimiento se repite en Tokio. El registro se completa a la entrada, en el momento de indicar los sitios a los que se pretende ir, y a la salida. Dentro de las dependencias, además, no se debe elevar la voz. El virus manda.

La llegada al país, en directo: Un aeropuerto fantasma, tres horas de espera y primer test de saliva

Un aeropuerto fantasma, tomado por un ejército de voluntarios vestidos con epis, una especie de batas de hospital de plástico celeste, mascarillas y pantallas faciales recibe estos días en los aeropuertos de Tokio a más de 20.000 personas acreditadas para los Juegos. Una excepción en la Olimpiada del cerrojazo. Atletas, técnicos, federativos, jueces, periodistas... La lista de implicados en el evento, que no tendrá público en las gradas, es larga, y todos pasan un filtro de al menos dos horas y media (con suerte) después de pisar suelo japonés. El último paso para acceder a los Juegos después de meses de constante petición de requisitos, incumplimientos de plazos por parte de la organización y envío de manuales sobre cómo darse de altas en las más variadas plataformas. La pandemia y sus consecuencias. «Bienvenidos a Japón».

En Narita, el aeropuerto principal de la capital, sobran voluntarios dispuestos y ganas de ayudar y falta un poco de orden cuando una delegación olímpica baja del avión. Si la idea era evitar contagios por la amenaza constante del coronavirus, retener a más de 300 personas en un pasillo angosto no parece la mejor forma de iniciar su proceso de entrada al país. La terminal es un lugar fantasma, por el que no pasan turistas desde hace meses, porque Japón no ha querido en ningún momento desescalar ese sector de su economía, primando la salud y evitando en cierto modo la importación de casos. No hay tiendas, ni restaurantes ni nada abierto en Narita. Solo la impersonal factura del aeropuerto principal de la capital. Carteles olímpicos que pregonan una fiesta que será descafeinada, y rótulos y recomendaciones alrededor de la misma idea: protéjanse.

Salidos del pasillo donde se hacinan los viajeros nada más llegar, se divide al grupo en dos: atletas y equipos por un lado y resto de acreditados por otro. A estos se los conduce a otra estancia para sentarlos en sillas con la distancia de seguridad de metro y pico, ahora sí. Quienes llegan con los deberes hechos (todos los trámites resueltos en la aplicación OCHA), disponen en el móvil de un código QR para agilizar algo su entrada. Lo principal, la presentación de un PCR negativo realizado en las 72 horas anteriores a la salida del primer avión hacia Japón. Un test que solo se podía realizar en una serie de laboratorios autorizados primero por Tokio 2020 o el COI y luego ampliados a una red mayor gracias a la mediación del COE.

A continuación, el primer test de antígenos, de saliva, que todos los olímpicos pasan al llegar al país. Un positivo activa el protocolo de rastreo, contraste y cuarentena. Un negativo reduce a cuatro pruebas, los cuatro primeros días, el protocolo inicial. Luego, según el grado de proximidad de cada acreditado con los deportistas, cada uno tendrá que someterse a más o menos tests hasta llegar a los 15 días de control exhaustivo en el país.

Tras otra revisión de documentos, los voluntarios se llevan la tarjeta de preacreditación y el pasaporte de los recién llegados, que aguardan mientras los resultados de los tests. El proceso, pese a la larga lista de aplicaciones descargadas en los últimos días en el país de los robots, incluye anotaciones a mano en montañas de papeles de los de toda la vida, y una última pegatina en el pasaporte para los próximos 14 días.

Con el test superado, dos últimos filtros: control de inmigración y aduanas. A continuación, casi tres horas después de bajar del avión, las maletas han dejado de girar por la cinta transportadora, y esperan a que se las pueda llevar cualquiera camino del transporte olímpico al centro de Tokio. Un cartel de Hello Kitty con la mascarilla puesta regala un juego de palabras en inglés: «Stay safe for your stay (permanezca seguro durante su estancia). Old meets new (lo antiguo se encuentra con lo nuevo)». Aquí comienzan los Juegos de la pandemia.