Mollema se lleva la etapa del Tour que tanto quería Omar Fraile

J. GÓMEZ PEÑA COLPISA

DEPORTES

GUILLAUME HORCAJUELO

El neerlandés le echa valor, ataca desde lejos a sus compañeros de fuga y gana en Quillan, donde Martin se coloca segundo en la general tras Pogacar antes de los Pirineos

10 jul 2021 . Actualizado a las 19:19 h.

Este Tour premia a los valientes. A los que atacan sin pensar en lo que pueden perder. Así han ganado etapas Alaphilippe, Van der Poel, Pogacar, Mohoric, Teuns, O'Connor, Van Aert, Politt... y Bauke Mollema, vencedor en la meta de Quillan por la que tanto peleó Omar Fraile, sexto al final. No basta con ser valiente. Mollema y el vizcaíno lo fueron, pero el neerlandés atinó con el momento para dejar atrás a los otros de la fuga. Lo hizo desde lejos. No quería llegar a la meta junto a tipos con el remate de Fraile, Higuita, Konrad o Woods. Cada vez que va a una carrera, Mollema llena su maleta de libros: de aventuras, algún thriller y, por su puesto, de historia ciclista. Ha leído, por ejemplo, las crónicas que Dino Buzzati envió al Corriere della Sera sobre mitos como Bartali, aquel «cabeza dura que pedaleaba como si le persiguiera una bestia terrible». Como Mollema en dirección a Quillan. En esas páginas comprobó que hasta los mejores llegan al triunfo por el camino del sufrimiento. Mollema es en eso un maestro. Cuando atacó antes del último puerto, a 45 kilómetros del final y con el viento de cara, los demás pensaron que era un locura, pero le conocen y sabían que el neerlandés ya no iba a mirar atrás. No se rinde. Con su estilo de minero. Pica y pica con sus piernas. Chepa al aire. Nariz aerodinámica. Así había ganado en 2017 otra etapa en el Tour y así ganó en la Vuelta 2013. Y con esa silueta doliente venció en la Clásica de San Sebastián y el Giro de Lombardía. Mollema es valiente, testarudo y un buen lector. En el grupo que le perseguía, además de Omar, circulaba un filósofo y escritor, Guillaume Martin. Otro valiente al que felicitó el Tour.

Con los minutos que sacó al pelotón, el menudo escalador francés se ha colocado segundo en la general, a cuatro minutos de Pocacar y por delante de Urán, Carapaz y Mas. Queda claro qué es lo que más aprecia esta Grande Boucle. «Ufff, pero he gastado mucha energía», declaró Martin, que teme perder en Andorra lo que ganó en Quillan. En la salida desde Carcasona, muchos corredores tenían ya un pie adelanto sobre la raya. Rugían los motores. Revoluciones a tope. Rechinaban los tubulares. Todos intuían que, con cinco puertos de media montaña y justo antes de los Pirineos, era el día perfecto para una fuga de muchos quilates. Pero, claro, todos no entran en la escapada. Por eso, la etapa no se rompió hasta el kilómetro 90. Tarde. Eso perjudicó a Fraile. «He gastado muchas fuerzas en varios intentos y no ha salido ninguno», lamentó. Omar, rodeado de escaladores.

La escapada se formó en el puerto de Montsegur, el último refugio de los cátaros. Allí sigue lo que queda del castillo donde los herejes fueron arrojados a la hoguera. Así, a fuego, venía la carrera. Sin aliento. «Me he metido, pero al hacerse la fuga cuesta arriba todos los que venían conmigo eran escaladores y eso les daba ventaja de cara al último puerto», siguió lamentándose Omar. El que iba a ser su día no dejaba de torcerse. Tenía razón: sólo un grupo de elegidos es capaz de atacar tras dos horas de locura y en esas rampas. En realidad, fueron dos grupos. Cattaneo, Poels y Woods compusieron el primero. En el segundo, a unos metros, iban Chaves, Meintjes, Higuita, Mollema, Guillaume Martin, Konrad y Omar Fraile, el último representante del pelotón español con triunfo de etapa en el Tour, en el aeródromo de Mende, en 2018. Mil días de sequía ya. Fraile siempre ha tenido instinto. Notó que el trío delantero tenía la llave del tesoro. En el descenso del siguiente puerto, la Cruz de los Muertos, se reavivaron las opciones del ciclista de Santurtzi. Se juntaron las dos fugas y se les unieron, además, Gesbert, Pacher y Rolland. Detrás, el UAE de Pogacar dejaba hacer. Al líder no le preocupa la remontada de Martin en el general. Y al parecer, al resto tampoco. Uno de la escapada iba a ganar en Quillan. Empezaba un juego en el que tanto como la fuerza juega la inteligencia, la puntería. Y el valor. Mollema madrugó para ser ciclista. Le daban dos chelines si iba en bicicleta a la escuela y no en autobús. Llegó a la élite con dos fogonazos, las victorias en el Circuito Montañés y el Tour del Porvenir. Pero luego se apagó, como tantas perlas holandesas. Acabó entre los diez primeros del Tour, el Giro y la Vuelta. Era el que aparece al fondo en la fotografía del vencedor. Ha sabido esperar. Tras miles de kilómetros recorridos y páginas leídas, se olvidó de pelear por el podio de las grandes vueltas y se dedicó a cazar etapas. Su oficio actual. En la escapada estaba rodeado de escaladores y temía la pegada de Omar. Eligió el peor sitio para intentarlo, que era, a la vez, el mejor para él. A una hora de la meta. Contra el viento y con el puerto de Saint Louis en el camino. Hay que ser un valiente para cargar con tanto. Lo hizo. «No creí que Mollema fuera a llegar», confesó Omar. Se equivocó. Se equivocaron todos. En la cuesta final, Higuita, Konrad, Cattaneo y Woods quisieron y no pudieron recortar la ventaja. Tampoco Omar, antiguo remero, que navegaba en aguas turbulentas para él. Todos le echaron valor, pero ninguno tanto como Mollema, que volaba cuesta abajo hacia la meta. El Tour de los valientes entra ya en los Pirineos. Y en el calor, quizá el peor enemigo de Pogacar.