La herencia bendita de Enrico Chiesa

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Federico Chiesa dispara a puerta para marcar el gol de Italia
Federico Chiesa dispara a puerta para marcar el gol de Italia Facundo Arrizabalaga / POOL

Federico, extremo eléctrico, ejerció de ariete para poner por delante a una Italia irreconocible en su racanería

07 jul 2021 . Actualizado a las 00:50 h.

Tres días después de visitar Roma, la Samp se jugaba un viaje a Berna para la final de la Recopa, así que Boskov dejó en casa a varios habituales pensando en la gran ocasión. Comparecieron en el Olímpico futbolistas del nivel de Pagliuca, Vialli, Toninho Cerezo o Víctor Muñoz, pero entre los reservados para remontar ante el Mechelen belga (el equipo de Preud’homme) figuraban Vierchowod, Fausto Pari, Dossena y Mancini. Por eso, cuando el técnico yugoslavo decidió ir a por el empate liguero solo disponía de chavales para emplear. Por eso, cuando Enrico Chiesa se estrenó a los 18, Mancio no estaba allí.

Después coincidieron varias veces sobre el césped y hasta se resarcieron con otro debut: Mancini se inició en su segunda profesión en el banquillo de la Fiore, donde Enrico tenía montada con Rui Costa una fructífera sociedad. Aquel curso (2000-2001) produjo 27 goles del punta y una Copa de Italia para el entrenador. «Era muy diferente a su hijo (...) Técnicamente solo se parecen en el último toque antes de disparar». El análisis del técnico italiano es de hace meses, pero captura el instante de la última explosión azzurra mientras da cuenta de una trayectoria que discurre por el árbol familiar de los Chiesa: de perderse el debut del padre a asistir a la consagración del vástago con su selección.

Federico solo fue titular en el último encuentro de la primera fase, escorado a la izquierda para dar un merecido descanso a Insigne, indiscutible figura del combinado nacional. Allí actuó como le gusta a Mancini, a pie cambiado para trazar diagonales en beneficio del lateral. Sin embargo, alcanzado el tramo eliminatorio, al hijo de Enrico le ha tocado jugar por la derecha, a pierna natural. Proclamado por su entrenador rey de la esquina que también querían Berardi y Bernardeschi, pese a que estos contaban con la ventaja de ser zurdos y experiencia en la función. Chiesa ha pagado el favor: en la prórroga de octavos aniquiló a la rebelde Austria; en plena semifinal se sacó una diana de la nada que proponía su equipo ante una España superior.

Italia disminuyó por primera vez en el torneo, reducida su verticalidad a contras mal hiladas; forzada a recluirse como hicieran aquellas versiones de las que reniega Mancini en busca de una identidad alineada con el talento del plantel. Menudean futbolistas con técnica y cerebro, pero anda corto de recursos de finalización. Para el remate, un par de puntas romos y, para fortuna azzurra, un digno hijo de papá.