Eriksen y «Sweet Caroline»

DEPORTES

LAURENCE GRIFFITHS

07 jul 2021 . Actualizado a las 23:43 h.

La discoteca de Wembley festejó ayer el penúltimo baile de Inglaterra. Si todo sigue el guion previsto, solo le falta el que espera que por fin haga mover las caderas a todo el país en una final de Eurocopa. Justo cuando acaba de divorciarse políticamente de Europa, está más cerca que nunca de convertirse en la mejor selección del continente. Con el ocio nocturno en el alambre en España, el estadio donde se decide la Eurocopa subió el volumen. Si Italia y las huestes de Luis Enrique calentaron el martes al ritmo de En el amor todo es empezar, en homenaje a la eterna Raffaella Carrá, para Inglaterra y Dinamarca corrió a cargo de Neil Diamond, su Sweet Caroline y el toque de corneta más tarareado de la historia de la música. Como si de un talismán se tratase, la afición que aspira a levantar su primera Eurocopa agita los mismos acordes que habían resonado en el estadio londinense después de la victoria por 2-0 de la semana pasada frente a Alemania, y de nuevo lo hizo tras los cuartos de final frente a Ucrania.

Pero el primer aplauso del Inglaterra-Dinamarca homenajeó a Eriksen. Antes del partido, Kane, que durante siete temporadas en el Tottenham no ha disfrutado de socio mejor para sus goles que el mediapunta, entregó a Kjaer, el capitán rival, una camiseta inglesa con el dorsal diez y el nombre del danés firmada por él y todos sus compañeros. Un gesto de deportividad capaz de colorear de energía positiva la semifinal y engrandece a un jugador genial que anoche también estuvo de alguna forma en el césped para liderar la tenaz resistencia de su selección. Ni el infortunio de perder a su mejor jugador cuando la Eurocopa comenzaba, ni un estadio hostil que recordó al fútbol anterior a la pandemia atemorizaron a los descendientes de los vikingos. Durante más de un centenar de minutos, estos se sobrepusieron a todo en otro capítulo de su historia en este torneo. Solo se entregaron tras un penalti inexistente que el VAR sorprendentemente no corrigió. «Los buenos tiempos nunca parecieron tan buenos», cantaron felices los ingleses.