Dani Olmo, un inusual talento irreverente

DEPORTES

JUSTIN TALLIS

Su gran semifinal pone el foco en un jugador que ha roto moldes desde su salto con 16 años del Juvenil B del Barça a la liga croata

08 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La Eurocopa ha servido como tarjeta de presentación de Dani Olmo, un talento sorprendente, genuino y revoltoso, al tiempo que tan apartado de los cánones clásicos del fútbol profesional, que es difícil explicar dónde se encontraba hasta ahora para que casi nadie hubiese reparado en él, salvo Luis Enrique, claro, con quien ha sido un fijo en todas las convocatorias. Su sobresaliente rendimiento contra Italia ha servido para ratificar los detalles que había dejado en el último mes, solo ensombrecidos por el pobre bagaje de la selección en aquellos partidos contra Suecia y Polonia. En Wembley, Olmo (Tarrasa, 1998) volvió loca a una Italia que solo lo frenó en la tanda de penaltis final. Si el martes falló, frente a Suiza había acertado, pero la suerte poco tiene que ver con la trayectoria de un jugador que desde el principio tomó por los cuernos su carrera. Y ya está comenzando a triunfar.

Todos parecen dispuestos a pujar ahora por esta joya que no quiso esperar turno en La Masía. Dani, hijo de Miguel Olmo, entrenador, entre otros, del Figueres, el Terrassa, el Girona y el Sabadell, no tenía claro su futuro en el Barça B, así que con el apoyo de su familia tomó una decisión sorprendente con 16 años: emigrar al Dinamo de Zagreb.

El catalán se sumergió en la cultura croata, aprendió el idioma (lo habla con soltura) y conoció el gen competitivo de una nación que, de la mano del exmadridista Suker, presidente de su federación, le ofreció la nacionalidad, después de que fuese elegido dos veces mejor jugador de la liga. La capacidad de los clubes balcánicos de formar jugadores y darles oportunidades desde temprana edad, así como la proyección de aquella liga en otras mayores, como la Bundesliga, le permitió debutar en el Dinamo con 16 años. A los 18 ya formaba parte de su plantilla y jugaba en competición europea.

Este fulgurante crecimiento unido a su madurez innata se volvieron fundamentales para que sucediera lo previsto, que un club poderoso se fijara en él y pusiera sobre la mesa cerca de 30 millones de euros para ficharle. En enero del 2020, el Leipzig se llevó a un jugador que había marcado cinco goles y brindado cuatro asistencias en la Liga de Campeones, pese a tener 21 años. Bajo el magisterio de Nagelsmann, uno de los entrenadores de moda, que acaba de dar el salto al banquillo del Bayern este verano, es una de las banderas de un equipo sin complejos que acabó segundo su campeonato, y pisó por segundo año consecutivo las eliminatorias finales de la Champions. Allí comparte vestuario con Angeliño y ve crecer a otra perla gallega, Hugo Novoa, de la misma generación que los juveniles que acaban de coronarse campeones de España con el Deportivo.

Olmo, que con la sub-21 perdió contra Italia el campeonato de Europa del 2019 como mediapunta por la derecha, ofreció en la Eurocopa un repertorio de su mejor fútbol. Comenzó el torneo en esta posición, y lo acabó como falso nueve, pero indetectable para todo un gigante defensivo como Bonucci. Además, su capacidad para no perder el balón por las buenas, el criterio para escoger bien las acciones y su capacidad para distribuir al primer toque le permitieron reforzar como interior a un centro del campo español que tuvo en él a su arma secreta. Su pared con Morata en el gol de España fue una barbaridad e impulsa la carrera de un futbolista distinto y por el que, junto a Pedri, pasa el futuro de la selección.