Son cuartos de final y eso se nota. Se vio un partido mucho más espeso que en octavos. Suiza priorizó la labor defensiva, buscando que España no marcara, y lo hizo bien. La verdad es que en el cómputo de los noventa minutos el equipo de Luis Enrique no acumuló demasiados méritos para ganar.
Faltó ser ese conjunto que tenía posesión de balón y llegaba. Hoy no estuvo nada bien a la hora de hilar jugadas desde su portería, y eso le resta potencial. Busquets, Koke y Pedri no estaban cómodos porque no les llegaba la pelota con cierta ventaja. Y lo mismo sucedió con los tres de arriba.
La expulsión tuvo una gran incidencia, porque Suiza dio un paso atrás al verse en inferioridad numérica y pareció conformarse con intentar llevar el desenlace a los penaltis, que fue lo que sucedió. En la prórroga se defendió como gato panza arriba, sin apenas profundidad. No creó ninguna ocasión de gol.
España solo fue claramente superior en esos treinta minutos del tiempo suplementario, pero no consiguió traducir su dominio en goles. De alguna manera, vio frenada la progresión que venía manifestando en los anteriores partidos. Primero se le demandó que crease más ocasiones, teniendo en cuenta la superioridad en cuanto a la posesión de balón. Después se le pidió que mejorase su porcentaje de acierto ante el gol. Y venía de hacer diez en dos encuentros.
Ante Suiza, un rival que hizo un muy buen trabajo en la contención y que supo apretar en la segunda mitad para lograr el empate, España lo pasó mal. Pero consiguió la clasificación para las semifinales, con mucho sufrimiento, en la tanda de penaltis. Esta vez hubo más emoción que fútbol.
