Antonio Quinteiro: «Estuve cuatro días secuestrado»

DEPORTES

El empresario decidió regresar a Galicia después de vivir 29 años en México

11 oct 2022 . Actualizado a las 16:55 h.

Antonio Quinteiro (Lestedo, Boqueixón, 1963) lleva diez años como presidente del Compos. El mandatario blanquiazul presenta una historia de vida muy intensa. Le gusta su intimidad, pero reconoce que «ás veces é bo que a xente che coñeza un pouco máis», sobre todo cuando se desempeña una labor que implica a muchísimas personas. Decidió presentarse como voluntario para el servicio militar, en donde coincidió con Tomás Reñones, al tiempo que estudiaba Administración de Empresas y sacaba el carné de conducir. Un día, a punto de cumplir los 18, llegó a casa después de hacer una práctica en la autoescuela. Cruzó la puerta y su padre le preguntó: «¿Que fas aquí que non estás no cuartel?. Acaban de dar un golpe de estado». Por la noche le llamaron y los tres meses siguientes «foron unha tolemia». Con la crisis de la construcción, en los 80, emigró a México con su familia. Allí empezó una larga trayectoria como empresario vendiendo ganado, luego en el mundo de la automoción y finalmente adquiriendo varias gasolineras y un motel.

Por la inseguridad del país vendió todo y regresó a España después de 29 años. En Santiago montó un centro de negocios para alquilar oficinas, se hizo con el concesionario de KIA y le convencieron para acceder a la presidencia del club. De los 15 a los 19 se vistió de corto en los juveniles y en el filial del Compos. Mallo Liñares, directivo que le fichó para las categorías inferiores, muchos años después le puso en contacto con José María Caneda. Así se convirtió en presidente de Compostela e inició una nueva vida como empresario.

—¿Por qué decidió regresar?

—La inseguridad en México, en el Estado en el que vivía, era enorme. Había secuestros constantemente. Estuve cuatro días secuestrado con los ojos tapados. Afortunadamente fui de los pocos que puede contarlo, por supuesto después de pagar la cantidad correspondiente. Conozco mucha gente que fue secuestrada en aquella época, pagó, y nunca más se supo. A mí me dejaron volver a casa. Cuando vives una situación así son muchas las cosas que cambian en tu vida. Por eso decidí regresar a Galicia, para buscar tranquilidad.

—Su vida cambió por completo.

—Viví cuatro o cinco años muy duros a nivel personal por aquella situación. Hace catorce años del secuestro y ahora soy una persona a la que le gusta más estar en casa, rodeado de mi gente. Está superado, pero a veces tengo pesadillas recordando aquella situación. Sin embargo, pienso en positivo porque hay muchas personas que no pueden contarlo, que no pueden luchar por su vida. Yo me siento, pese a todo, afortunado porque estoy aquí y puedo seguir peleando y disfrutando de la vida.

—¿Está arrepentido de tomar hace diez años la decisión de presidir el club?

—El Compos acababa de desaparecer al descender administrativamente a la Preferente, llamándose entonces Campus Stellae. Me pidieron ayuda y afronté este proyecto más con el corazón que con la cabeza. Si realmente supiese la situación del club igual no me hubiese metido. Pero no estoy arrepentido. Nunca me arrepiento de las decisiones que tomo, pese a todo el trabajo y el dinero que puse en el club. Estoy muy orgulloso, tanto en lo deportivo como en lo social.

—¿Qué objetivos se marcó al llegar a la presidencia?

—En dos años pasamos de Preferente a Segunda B. Todo fue muy rápido. Queríamos llegar al fútbol profesional. Trabajamos con mucha ilusión, pero en el último año de Segunda B descendimos. Aquello me hizo muchísimo daño. Yo no tenía experiencia en la gestión deportiva y tal vez quisimos ir a demasiada velocidad.

—¿Cómo ve ahora la situación?

—Estoy muy satisfecho con el compromiso de toda la gente que rodea al Compostela, que está muy involucrada con el club. Mi llegada al Compos la planteé como un proyecto de ciudad. Lo que le falta al club es el empuje y la fuerza de su ciudad para poder lograr mayores retos.

—¿Alguna vez se puso a pensar en el dinero que lleva gastado?

—Es cierto que invertí mucho. Es algo que me hace sufrir, sobre todo porque no vi los resultados que esperaba a nivel deportivo. Sacrifiqué muchas cosas de mi ámbito empresarial para aportar dinero al Compostela, pero también en otros negocios puedes perder. No pienso en recuperarlo. Solo tengo en mente que el Compostela siga creciendo y cada temporada finalice con beneficios para poder invertir en la parte deportiva, humana y en la infraestructura.

—¿Tiene fecha de caducidad el proyecto de Antonio Quinteiro?

—No tengo pensado dejarlo. Invertí demasiado dinero para marcharme. Sería una falta de respeto hacia la gente que cree en el Compostela. De todos modos, no tendría inconveniente en apartarme si realmente apareciese algún grupo con solvencia y garantías que pudiese apostar por el ascenso del equipo.

En corto

Casado. Con cuatro hijos: Pedro, Jonathan, Fernando y Anjara Amelia. La pequeña, de 13 años, es la «gran debilidad» de Antonio Quinteiro. «A todos se lles quere igual, pero unha filla marca a vida dun pai, dende que nacen hai outro mimo, un bico, unha mirada».

—¿Cuáles son sus grandes pasiones?

—El fútbol por encima de todo. Me gustan los coches. Antes de ir a México corría en ralis. La navegación, el mar me da paz y tranquilidad. Me gusta mucho caminar, llevo 58 años caminando por la vida.

—¿Ya tiene entrenador para la próxima temporada?

—Deseamos que siga Yago Iglesias, que trabaja de forma extraordinaria. Está muy comprometido. Podría seguir algún año más para continuar mejorando y creciendo. Todavía no nos sentamos a hablar. La continuidad depende de él.

—¿Cuáles son sus mejores virtudes?

—Soy muy disciplinado y muy ordenado. A veces las virtudes pueden convertirse en defectos.

—¿La Superliga?

—Para fútbol de élite ya tenemos la Champions. Una Superliga sería fatal para el nivel de las ligas domésticas.

—¿Como ve la reestructuración de la Segunda División B?

—No era necesaria.

—¿Dónde está el futuro del Compos?

—El Compos y Santiago se merecen un equipo de Segunda División A. En Segunda B es dificilísimo cubrir un presupuesto. En Segunda A, gestionado con inteligencia y cautela, un club es muy rentable, tanto deportiva como económicamente.