El mono de los horarios y la flor de Zidane

DEPORTES

Enric Fontcuberta

08 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La Liga sigue cuesta abajo. Al goteo constante de estrellas que hacen las maletas a campeonatos más serios y atractivos, se une el afán de la patronal por dispararse en el pie. Seamos sensatos. El partido del que a buen seguro saldrá el campeón de esta temporada no se puede jugar a las cuatro y cuarto de la tarde. En España, durante la sobremesa, o a la hora de la siesta, o cuando el fútbol entra en conflicto con cualquier otro plan fuera de casa no se debería programar nada con un impacto tan importante en la clasificación como el Barça-Atlético de hoy. Es imposible que alguien se crea que ningún encuentro a estas horas vaya resultar decisivo. Ni el llorón de Koeman, ni el mono de los horarios, el único capaz de programar este choque en tan disparatado momento, tampoco. Ningún partido de campanillas, con fragor de trincheras y mariposas en el estómago, se juega con el sol bien alto y hasta los porteros de manga corta. Nadie se imagina las cornetas de la Champions atronando a la hora de los postres, ni siquiera las de la difunta Superliga.

Es una pena que la propia competición desprecie así el Barça-Atlético y hasta le ponga palos en las ruedas. A ver si va a llegar a compararse con un Barça-Madrid. Ni la épica liga con el café, ni se diseña un clásico de nuestro fútbol en dura pugna televisiva con los documentales de safaris en La 2. Así, no se construye un clásico con más de tres puntos en juego, una ristra de estrellas desde las alineaciones y todo un título liguero en el alero. No hay manera de diversificar el interés de un campeonato en franca regresión. Griezmann, que busca su primer título de Liga, se dio cuenta e hizo las maletas hacia el Camp Nou, mientras Suárez, que emprendió el camino inverso, se estará dando cuenta ahora de su error. Aquellos que desean ver en la Liga española mucho más que el eterno pulso entre azulgranas y madridistas reciben hoy una mala noticia.

Todas las cámaras van a televisar el reencuentro de Messi con un Luis Suárez sediento de revancha. Será un sucedáneo de Sálvame Naranja con aires de pastelón. ¿Es lo único que interesa? Luego, quizá tengan un rato para atender a los noventa minutos que, pese a quien pese, enfrentan a dos de las mayores potencias del campeonato. Solo un dato pone a ambos de acuerdo: ninguno desea un empate que pueda llegar a reimpulsar el domingo la candidatura al título de un exhausto Madrid. La flor de Zidane está en entredicho.