Roberto López Ufarte: «Maradona quiso llevarme al Barça»

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El exfutbolista ganó cuatro títulos con la Real, Toshack lo despidió y vivió siete terremotos en Vanuatu como técnico

03 may 2021 . Actualizado a las 08:46 h.

El 26 de abril se cumplieron 40 años de aquel partido en El Molinón que certificó la primera Liga de la Real Sociedad en su historia. Ganaría también la siguiente con un once que se recitaba de memoria y del que formó parte Roberto López Ufarte (Fez, 1958). Debutó con 17 años en un partido en San Mamés que hubo que detener por una granizada. Vistió la zamarra txuri-urdin durante doce temporadas y 474 partidos. Sigue siendo, tras Satrústegui, el segundo máximo goleador de su historia.

-Sus padres se marcharon en la posguerra a Marruecos y allí se crio. ¿De dónde le viene al galgo la casta futbolera?

-La habilidad me viene de cuando era niño y jugaba en la calle en Fez. Los partidos eran de veinte contra veinte en un espacio muy pequeño. Cuando me vine con mis padres al País Vasco, me decían que bajara a jugar a La Concha. ¿En la playa se puede jugar al fútbol? No lo concebía, no tenía ni idea de las mareas. Jugué dos años descalzo. Un día llegaron unos ojeadores de la Real y nos quisieron fichar a seis. Yo fui el único que les dije que no. Los otros cinco no llegaron a profesionales y yo, que fui el que renuncié en aquel momento, sí.

-Sus compañeros no entenderían que desaprovechase la oportunidad.

-Vivía en Irún, jugaba allí y era feliz. La Real volvió a por mí tiempo después y acabé fichando, pero me dejaron cedido en el Real Unión. Con 17 años, fui con la selección a un torneo en Mónaco. El Príncipe Rainiero, que estaba en el palco, me vio jugar y preguntó: ¿«Qui est ce petit diable»? Un periodista que estaba allí lo apuntó y me quedó el apodo de «pequeño diablo». Calderé, con el que coincidí en el Betis, me lo sigue llamando hoy. Después de ese torneo, la Real me reclamó.

-Pudo ser campeón antes. Se les fue una Liga en el último suspiro.

-Y esa fue la temporada que mejor fútbol hicimos. Estuvimos 32 partidos consecutivos sin perder. Al 33, jugábamos en Sevilla, me dio un cólico nefrítico y me ingresaron. Mis compañeros me venían a visitar todos los días al hospital: «¡No te lo irás a perder!», me insistían. Me tuvieron que operar de una estenosis de uréter. Perdimos el partido y se nos fue la Liga. Fue una pena enorme. El presidente decía que sería imposible repetir una cosa igual. Y mira...

-Lo hicieron, por dos veces, con un equipo de provincias.

-Con gente exclusivamente de casa ganar dos Ligas es algo que no lo va a repetir nadie. Es imposible. En aquella época todos éramos criados en Guipúzcoa, éramos una cuadrilla de amigos. Siempre jugábamos los mismos once, con un par de cambios. Ganar el primer título fue increíble, pero el segundo vino a confirmar que aquello no había sido de casualidad. Con Ormaechea habíamos ganado las dos Ligas y la Supercopa. Luego vino Toshack. Ganamos la Copa en mi último partido con la Real. Marqué el primer gol de la final. Antes, Toshack me había invitado a marcharme. Nadie lo entendía. Dijo que se sentía capaz de hacer un equipo sin mí. Después de la final, me pidió que me quedara. «¡Pero si ahora ya está todo el pescado vendido»!.

-Se fue al Atlético de Madrid.

-Me llevó Menotti. Era el primer proyecto de Jesús Gil como presidente. Menotti duró seis meses y, cuando lo echaron, ya no jugué más. En la Real había tenido tres entrenadores en doce años y en el Atleti tuve cuatro en uno. «¿Pero dónde me he metido»?, decía. Luego me marché al Betis... ¡y otros tres técnicos en una temporada!.

-A aquella Real tendrían que haberla invitado a la Superliga que pretende Florentino Pérez.

-Por méritos, sí, pero yo no hubiese querido que la Real entrase en eso. Florentino ha metido la pata. El fútbol es sentimiento, es un Betis-Sevilla o un Celta-Deportivo, no una liga para ricos. La posibilidad de que un pequeño le gane a un grande es, precisamente, lo que pretenden evitar.

-No me dirá que no tuvo ofertas para irse antes de que Toshack le dijese que se buscase equipo.

-Maradona quiso llevarme al Barça. La Real dijo que no. Cuando fuimos campeones, nos llegaron muchas ofertas pero existía el derecho de retención y un club solo traspasaba a un futbolista si quería. Ahora se protesta por cualquier cosa, entonces las huelgas las hacíamos para tener seguridad social y que los clubes no pudieran retenerte así. El Madrid quiso hacer una delantera con Juanito, Santillana y López Ufarte pero la Real no lo permitió. Soy un zurdo cerrado y el mejor gol de mi carrera se lo marqué al Madrid en el Bernabéu con la derecha. De todos los que éramos en la plantilla, el club solo dejó irse a Periko Alonso porque Larrañaga ya apuntaba maneras y podía cubrir su puesto. Eran otros tiempos, el fútbol era diferente.

-Los marcajes también lo eran.

-Para que le sacaran una amarilla a un defensa tenía que hacerte diez entradas o matarte, directamente. Se marcaba al hombre. Un día, en un partido contra el Valencia, me fui del campo al túnel de vestuarios porque necesitaba cambiarme las botas. De repente, miro atrás, y Carrete, que era el que me estaba cubriendo, estaba allí esperando. «¿Pero qué haces tú aquí?», le dije. El entrenador le había dado la orden de que no se despegara de mí y salió del campo detrás. Se quedó a mi lado hasta que me puse las botas nuevas y volví al césped.

-¿Volvió a hablar con Toshack del día que le pidió que se fuera?

-Cuando me retiré, estaba de entrenador en el fútbol base de la Real y me llamó para que fuera su ayudante en el primer equipo. Yo pensé: «¡pero si me has echado tú»!. Toshack era así. Estuve dos veces con él de segundo técnico en la Real —pasó diez años en el puesto, también con Iriarte, Clemente, Irureta y Krauss — y años después, como sé hablar francés, me pidió que me fuera con él a Marruecos. Estuve tres años en el Wydad Casablanca. Fuimos campeones y nos despidieron por ser segundos.

-Justo después de una experiencia suya, como técnico, exótica.

-Me llamaron de Vanuatu, un archipiélago de 88 islas que está enfrente de Australia. Lo bueno es que tienen unas playas espectaculares. Vino mi mujer conmigo y se pasaba todo el día en el mar. Fui de entrenador de entrenadores. Allí el fútbol gusta pero no tiene infraestructura. Ponen a once, y a correr. En un año vivimos siete terremotos y pasé unas diarreas tremendas. Al principio salías acojonado a la calle, luego veías cómo reaccionaban ellos e intentabas hacerlo igual. Decían que era el país más feliz del mundo. Era así porque no necesitan nada. Andan todo el día con un cuchillo encima y cuando tienen hambre cortan cualquier cosa que tengan a mano para comer.