La otra revolución del fútbol que el Madrid dejó a medias

Jesús Flores Lojo
Jesus Flores REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

cedida

«Imagínense los buenos paladares un Madrid-Cafeto, un Racing-Eclipse o un Athletic-Vasconia: quédese el Cafeto en su tostadero, el Eclipse con su betún y el Vasconia con su famoso lingote de hierro, hasta aquí llegó el amateurismo». Así se las gastaban en esa reunión del año 77 A.F. (antes de Florentino) que, según contaba La Voz, pretendía dar «un nuevo giro a la liga». El lío que se montó... ríanse ustedes del de la Superliga.

28 abr 2021 . Actualizado a las 10:46 h.

Esta historia aparece en las páginas de nuestro archivo, pero huele a nueva: en 1934, cuando apenas habían pasado cinco años desde que la Federación Española autorizase los equipos profesionales, algunos dirigentes futbolísticos ya querían «una nueva organización de altos vuelos», tal y como relataba entonces La Voz. Por ello, se nombró una comisión que estudiase las propuestas de quienes pretendían la ampliación de las dos categorías nacionales, liderados por José María Cossio, presidente del Racing de Santander y escuchase también a quienes pretendían rebajar el número de equipos contendientes. La intención de estos últimos, con la que podríamos llamar su Superliga, era, como reproducía el periódico, «evitar esos disparates capaces de quitar la afición al más sufrido de los hinchas».  

En las páginas deportivas del diario de esos años encontramos los auténticos motivos que posicionaban a unos y otros: clubes grandes como el Madrid tenían la soga al cuello después de vaciar la caja para fichar a jugadores como Hilario Marrero (cien mil pesetas le pagó al Deportivo), Quincoces o Ciriaco. Eso sí, finalmente había logrado ganar su primer título de liga. En el otro extremo, históricos como el Real Unión de Irún languidecían ante la imposibilidad de retener a las figuras de su cantera; y mucho más allá un nutrido pelotón de clubes, entre ellos el Celta o el Deportivo, aspiraban a pisar más pronto que tarde la zona noble en la que solo jugaban diez equipos que además competían en sus ligas regionales con modestísimos rivales como el Eclipse (fundado por trabajadores de una fábrica de betunes de Santander) o el de la sociedad recreativa El Cafeto de Leganés.

Equipo del Celta de mediados de los años 30, que acabaría logrando en el 36 el ascenso a Primera
Equipo del Celta de mediados de los años 30, que acabaría logrando en el 36 el ascenso a Primera escaneada

El Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español aporta más datos sobre la situación: los partidos de los que algunos consideraban comparsas, apunta este gabinete de estudios, no llamaban al público y las taquillas eran paupérrimas. El Athletic Club de Bilbao, según declaraba la Federación Vizcaína, sólo había conseguido llenar San Mamés con ocasión de los partidos con el Madrid; y el Donostia había tenido pérdidas, en esa temporada, valoradas en 200.000 pesetas. 

«Revolución bolchevique»

La Voz nos muestra además los días de tensiones politicas que se vivían, un clima prebélico con pistoleros ajustando cuentas a tiro limpio. Nada de sobres con balas. Los titulares del periódico describían los desencuentros entre izquierda y derecha, bajo el gobierno de Lerroux y la presidencia de Niceto Alcalá Zamora. En la guerra futbolística, en tanto, las reuniones para ampliar la máxima competición a 14 equipos y —según explicaba La Voz— «degollar los pintorescos campeonatos regionales»), tenían escenas esperpénticas en las que algún ponente comparó la iniciativa a «la revolución bolchevique», se escuchaban «los cantos jeremíacos de los dulces gallegos y las atronadoras amenazas de de los imponentes catalanes» y acabaron con el Celta como víctima, pues se quedó a las puertas del ascenso por una decisión de despacho. Y es que el 27 de abril de 1934, La Voz anunciaba que, «tras prolongados mutis», la Federación Española celebraría una asamblea extraordinaria «en este memorable y republicanísimo mes» (sic) para tomar una decisión sobre la ponencia. «El conflicto que se avecina es tremebundo», advertía el periódico. Al final, la reunión decisiva fue en julio, cuando el equipo vigués ya había derrotado al Zaragoza en la eliminatoria para el ascenso: se aprobó que solo jugasen doce conjuntos en Primera.

Nuestro compañero Jorge Lamas escribía hace algún tiempo en un trabajo publicado en el periódico que, conocido el resultado de la votación, el delegado del Real Club Celta echó en cara al del Atlético de Madrid, uno de los que se habían mostrado en contra de la ampliación, su decisión contraria y recomendó que sus jugadores no visitasen Vigo porque «sufrirían las consecuencias de su actitud». Las protestas oficiales, recordaba Lamas también fueron inútiles.

El secretario general del Madrid, Pablo Hernández Coronado (derecha) recibe a Diz, jugador del Deportivo, que se incorporó al conjunto madrileño en 1934
El secretario general del Madrid, Pablo Hernández Coronado (derecha) recibe a Diz, jugador del Deportivo, que se incorporó al conjunto madrileño en 1934 DÍAZ CASARIEGO

¿Quién fue el Florentino de aquella revolución futbolística a medias? Recurramos de nuevo a información de primera mano: La Voz de ese 23 de abril la bautizó, irónicamente, como «La ponencia Hernández Coronado», aludiendo al secretario técnico del Madrid, el mismo que había fichado a Hilario, Quincoces y compañía. Él lideró el grupo que ejerció como contrapeso de quienes querían ampliar la competición y fue poniendo palos en las ruedas a las ligas regionales que ya estaban en decadencia. Un apunte: las hemerotecas recuerdan a Pablo Hernández Coronado por frases como: «En fútbol no hay más que dos clases de elementos, profesionales y mangantes».

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