Necesité que alguien me abriera los ojos con la pesca

Erundino Alonso

DEPORTES

Lo que se reclama como tradicional a veces no es más que algo ya insostenible

05 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Soy pescador recalcitrante, me encanta viajar y adoro el norte. En teoría, Galicia debería ser uno de mis destinos habituales de pesca, pero la realidad es que no pesco en Galicia hace años, y cada vez reduzco más mis visitas de pesca a otras comunidades cantábricas. Esto mismo podría suscribir buena parte de mis compañeros habituales de pesca. ¿Cuál es la razón para esta renuncia? La extensión y práctica del «captura y suelta» o, según otros la «pesca sin muerte» está detrás de ello. O, mejor dicho, la ignorancia de esta práctica.

Hace muchos años que libero los peces que capturo en mis jornadas de pesca, aun habiendo aprendido a pescar, como muchos, llevando a casa las truchas que la norma me permitía. No fui un pionero, y necesité, también como muchos, que alguien me abriera los ojos a lo que hoy concibo como una pesca más limpia y respetuosa.

Mi amigo y exalumno Rafa resultó ser mi maestro en esto de la pesca; cada uno va encontrando su maestro particular, y a su vez se convierte en transmisor de unos principios cada vez -hoy sí- más compartidos. Pero cuando surge esta discusión, a veces cansina, resulta muy complicado argumentar en defensa de aquello que para uno mismo forma parte de lo evidente. ¿Cómo convencer a alguien de que el día es día, que el mar está lleno de agua o que lo amarillo es amarillo, cuando se empeña en mantener lo contrario?

Frustración, desazón o, quizá más exactamente, diálogo de sordos, es lo que muchos sentimos para la difícil defensa de lo evidente, cuando la evidencia a defender es el CyS (Captura y Suelta).

Liberar un pez después de haberlo capturado puede defenderse desde el punto de vista de la opción personal, como una cuestión ética o de simple relación con otros seres vivos. A mí y a muchos nos resulta gratificante ver a un pez desaparecer nadando entre las aguas después de haber entablado con él una disputa desigual, en lugar de matarlo para seguir disfrutando de él hasta, por ejemplo, llevarlo a la mesa relleno de jamón. Sin embargo, entiendo esta cuestión como una opción personal y ni pretendo convencer a nadie de ello ni parece muy productivo entablar una discusión acerca de quién es más o menos ético, sensible o respetuoso con los peces.

Otra cuestión diferente es el CyS como una herramienta de gestión. Los hechos aparentemente indiscutibles, pero eternamente discutidos, dictan que un pez frito es un pez menos en el río, y que en los ríos donde se practica de manera sostenida el CyS las poblaciones piscícolas mejoran, tanto en número como en tamaño de sus efectivos. A día de hoy, además, la pesca fluvial recreativa ha sustituido a la consuntiva para la alimentación (es decir, que el pescador de truchas no va a pescar para poder subsistir), y que, en consecuencia, una trucha común o un salmón tienen mucho más valor en el río que en la cesta o en la cocina. Los últimos valedores de la pesca con muerte suelen aludir a su valor o derecho como tradición. Pero lo que se reclama como tradicional a veces no es más que algo ya insostenible, obsoleto o indefendible, es incompatible con la conservación e insolidario con el resto, y esa supuesta tradición no es sino el único argumento vacío que queda para intentar sostenerlo. Y, con frecuencia, sus alternativas simplemente no tuvieron tiempo de convertirse en tradición por falta de oportunidades.

Esta cansina discusión empezó a aclararse y resolverse por el sencillo camino de la puesta en práctica. A pesar de la obstinada resistencia de casi todos los políticos, algunos gestores y muchos pescadores, el CyS empezó a permitirse o a implementarse oficialmente muy poco a poco. Lo que empezó siendo un coto experimental en el Alto Tajo a finales de los 80 fue extendiéndose de manera progresiva (pero lenta) a días de la semana sin muerte, zonas libres o cotos sin muerte, con diferentes fórmulas según las comunidades autónomas, aunque siempre con algunas mucho más reticentes que otras.

El salto cuantitativo más importante lo empezó a dar Castilla y León con su ley de pesca del 2013. Su exposición de motivos recoge algunos de los aquí expuestos, y se materializa en una ley que empieza a respaldar la práctica del CyS como norma, y la «pesca con muerte» como excepción. Es por ello un salto también cualitativo pues hasta ese momento la pesca normal o tradicional, la que era legal por defecto, era la pesca extractiva o con muerte.

Los que vivieron más de cerca aquel paso nos recuerdan hoy como muchos de sus detractores sentían ante ellos la llegada del apocalipsis. Tiendas de pesca arruinadas, ríos vacíos de pescadores y llenos de furtivos, poblaciones de trucha esquilmadas, turismo de pesca desaparecido. ¿Y qué ha ocurrido? Pues muchos lo resumirían como exactamente lo contrario. Sorprendentemente, se ha descubierto para la ciencia que una trucha que en lugar de emprender el camino a una empanada vuelve a las aguas de las que salió… sigue formando parte de la población truchera, crece, se reproduce, engendra más truchas y puede ser pescada más veces. ¿Milagroso?

Se ha averiguado que los pescadores prefieren pescar más peces antes que menos peces, más grandes antes que más pequeños, y que, al ser mucho más divertidas las jornadas de pesca, van más veces a pescar en lugar de menos. Para lo cual necesitan más material de pesca y más alojamientos que les permitan estar cerca de los ríos. Simplemente vayan a pescar a León, y pregunten en las tiendas de pesca de León o en los alojamientos.

Muchos pensábamos que para obtener estas conclusiones no era necesario llegar al método empírico. Pero una vez llegados a este punto, bienvenido sea el empirismo. ¿Y qué significa llegados a este punto? ¿Que todos, empezando por las administraciones públicas, hemos aprendido? ¿Que el captura y suelta ya es la norma general para nuestros ríos? ¿Que gestores, pescadores y profesionales colaterales han aceptado que el CyS produce muchos más beneficios que perjuicios y que su comparación objetiva con la pesca extractiva sonroja a aquellos que aún la defienden? Pues no. Nada de eso puede darse por aceptado o aprendido.

Galicia, paradigma de la desolación

Si de gestión de la pesca recreativa hablamos, Galicia (y alguna otra comunidad vecina en el norte) podrían constituir el paradigma de la desolación. Eso es lo que se siente cuando se visita Galicia para pescar, o se analiza (año tras año) la Orden de Vedas gallega. Galicia, llena de ríos y de parajes encantadores, que a cualquiera atraen por el simple hecho de existir, sigue anclada para la pesca fluvial en una gestión torpe, continuista, sin matices, ciega y sorda ante los hechos y los datos, e ignorante de un colectivo que, cada vez con más fuerza, reclama una gestión basada en datos y abierta a nuevas (ya no tan nuevas) perspectivas.

Una gran parte de los pescadores residentes en Galicia reclaman de la Xunta una gestión basada en datos reales y que vaya implantando ríos, zonas, jornadas o temporadas de CyS. Así se respaldó y acordó en el comité de pesca gallego. ¿Cuál ha sido el resultado de ese acuerdo y esa justa reivindicación? Ignorancia y falta de respeto. Y vuelta a lo mismo de siempre: más pesca tradicional con muerte, más ríos vacíos, más ceguera ante las evidencias en la gestión. Y, en resumen, más deterioro para Galicia y sus ríos, y menos esperanzas para el resurgir de unas aguas y unos escenarios con un potencial inmenso, que padecen a unos políticos y a unos gestores cobardes, incapaces de escapar de la rutina como receta de gestión o anclados en antiguas servidumbres.

Desde AEMS-Ríos con Vida no nos cansamos ni nos cansaremos de reclamar para Galicia y para otras comunidades norteñas un cambio radical en la gestión de sus poblaciones piscícolas y de la pesca fluvial recreativa, basada en lo que los datos y la ciencia demuestran. Asimismo reclamamos respeto por el amplio colectivo de pescadores que defienden el CyS por todo lo aquí expuesto como herramienta de gestión de la pesca. Y, en definitiva, reclamamos el respeto y la recuperación para unos ríos que, históricamente maltratados, aún tienen mucha vida que sostener y que proporcionar.

Erundino Alonso es socio de AEMS Ríos con Vida, ingeniero de montes, pescador y concursante de televisión.