Gabarra hundida

José Luis Losa

DEPORTES

Julio Muñoz | EFE

17 abr 2021 . Actualizado a las 23:46 h.

Tras la derrota ante la Real Sociedad en la final de Copa hibernada como el castillo de ilusiones de Walt Disney, y descriogenizada hace dos semanas, mucho se habló de la grave imprudencia de Muniaín cuando osó tocar el trofeo antes del partido. El navarro, tozudo, dijo ayer que consultaría con la almohada si la tocaba de nuevo frente al Barça. Marcelino, temeroso, se escudó en unas molestias musculares para dejar a Muniain en el banquillo. Pero el verdadero suicidio de la fortuna del Athletic no nació en aquella mano insolente sino antes: cuando en Bilbao tuvieron el desatino de rescatar del túnel de tiempo la Gabarra. La gente marinera y también los amantes del buen fútbol recuerdan el origen funesto de la gabarra, salida de entre los aquelarres de aquellas dos ligas de juego espantoso y emboscado que el Bilbao ganó en lo peor de los años de plomo. Cuando Goicoetxea le leyó el Oriamendi a Maradona.

Sacar de paseo a estas alturas la gabarra, como si fuera el Queen Mary, es invocar el nombre de Javier Clemente. En definitiva, echarse en brazos de un fatum, un destino ineluctable. Tendrán que pasar más de cuarenta años para que el Athletic supere esa herrumbre. Por contraste, el Barça surcó desde el comienzo el césped de La Cartuja con la gracilidad del yate Christina de Onassis y Jackie.

Aguantaron los de Marcelino el primer tiempo porque a los de Koeman les costaba, como tantas veces, madurar el gol. Para cuando Griezman desatascó el marcador, escuchamos crujir las cuadernas rojiblancas.

Marcelino tuvo la pésima lectura de sacar entonces a Villalibre, el bisonte cuya estampa es un agravio histórico para la elegancia del equipo de gamos de leyenda como Piru Gainza. Y con el background de su gansada en la final de la Supercopa, danzando como fauno alrededor de Messi. Todo fue ver el argentino a Villalibre y encasquetar dos goles de una tacada. Nunca debieron de sacar la gabarra. Jamás debió Villalibre aspirar a jefe de cuadrilla con trompeta. El último futbolista que salió vivo de reunir música y fútbol fue el Lobo Diarte, que susurraba boleros elegantes en la España de la OTI y 300 millones. Antes de la gabarra.