Miguel Ángel Lotina: «Llegué tarde al reparto de caras»

DEPORTES

El técnico reconoce que la obediencia nipona le cuesta pero disfruta de la ausencia de críticas

12 abr 2021 . Actualizado a las 09:01 h.

Cinco años han pasado desde que Miguel Ángel Lotina (Meñaca, 1957) llegó a Japón. El país le embrujó. Parece haber encontrado esa tranquilidad que él mismo transmite desde el banquillo. Le ha prometido a su mujer que este será el último destino. Porque lo de volver a un banquillo en España lo tiene más que descartado.

—¿En qué momento decidió cambiar de aires y buscar banquillos fuera?

—Sinceramente, cuando acabé en el Villarreal pensaba dejarlo. Luego me entró el gusanillo, pero no me apetecía entrenar en España porque los últimos años no habían sido buenos. Desde el principio quise venir a Japón pero al principio no salió nada. Así que primero me fui a Chipre y luego a Catar, donde también estuve muy a gusto. Pero el problema allí es que no hay tanta pasión por el fútbol. Hay poco público. Aquí es todo lo contrario, los estadios se llenan y hay mucho más seguimiento a pesar de que no es el primer deporte, que es el béisbol.

—Chipre, Catar, Japón.. ¿Hay algún país que le gustaría probar?

—Le he prometido a mi mujer que este es el último país. Ya ha estado en Catar, luego aquí... Son países muy diferentes y todos tienen sus cambios. En Catar, por ejemplo, puedes hablar inglés con todo el mundo y aquí lo habla muy poca gente. Tenemos que ir con traductor todo el rato. Siempre digo que Japón tiene dos cosas malas para los españoles: la primera es que está muy lejos de España y la segunda es el idioma. En principio, es difícil que cambie otro país por Japón. Aquí no es fácil entrar como entrenador, pero una vez que vienes, sí te salen bastantes posibilidades.

—Cuando llegó a Japón dijo que los jugadores eran muy obedientes y que les faltaba picardía. ¿Cómo se enseña eso?

—No es fácil. En cinco años no he tenido ninguna lesión en un entrenamiento por golpes. Hay muy pocas entradas. Ni una pelea ni un roce entre japoneses. Siempre cuando hay un golpe piden perdón los dos. Eso lo trasladas al campo y también pasa. Planificamos tareas en las que tengan varias opciones y que la decisión final la tengan ellos. Porque sino, son tan educados que siempre hacen lo que les dicen. Es todo lo contrario que el fútbol español, no tienen mucha iniciativa.

—¿Echa de menos que le desobedezcan?

—Sí, exactamente. Que tengan más iniciativa.

—¿También les ha inculcado el descanso?

—Ellos no están cansados nunca. Acabamos el entrenamiento y se quedan allí tirando a puerta, centrando, rematando… igual otra hora y media más. Es otra historia. Por ejemplo, nosotros entrenamos a las 10. Yo suelo llegar a la ciudad deportiva a las 8 en punto todos los días. Si voy al vestuario ya tengo 8 o 9 jugadores allí dos horas antes. Es increíble. Pero es que luego me voy a las 3 o 4 y varios aún están allí. Nadie tiene prisa por irse.

—¿Aceptaría ahora una oferta en España?

—No. Ya no. Estoy tan bien aquí y después de cinco años, es difícil cambiar de mentalidad. De tener esta tranquilidad, de que se valore el trabajo más que el resultado. En España es al revés. La época que estuve doce años en Primera y tres en Segunda estuve muy contento y satisfecho, pero ya no tengo ganas de eso.

—¿Le molesta que digan que es un entrenador defensivo?

—No. Hubo una época en la que casi solo yo jugaba con tres centrales y decían que era antiguo. Ahora resulta que el City juega así un montón de partidos. Guardiola, que es el entrenador más innovador del mundo. En España, el Atlético, el Barça, el Chelsea, el Inter… muchos juegan así. Pero es que hay mucha gente que opina de fútbol que no sabe de fútbol. Una cosa es defender bien y otra es ser defensivo. A mi me gusta que mis equipos defiendan bien. Pero no me considero así. En otros deportes, que un equipo defienda bien se valora mucho, pero en fútbol parece que eso es criticable.

—¿Y que le digan que parece que está siempre triste?

—Es la realidad. Me veo en las fotos o en alguna entrevista y lo pienso. Por eso no me gusta verme. Siempre digo, tengo esa cara. Llegué tarde al reparto de caras, no lo puedo evitar. Cada uno tiene la suya. Hay otra gente que parece que siempre está alegre y luego resulta que tiene mal carácter. Yo soy todo lo contrario, me gusta la broma. Pero la cara es la que hay y es una gran verdad.

—Pregunta obligada: ¿Es fan del sushi?

—Sí. Aquí hay millones de restaurantes y la comida japonesa me gusta. Pero el sushi es lo que menos como. Solo cuando viene algún amigo o mis hijos, que les gusta mucho. En todos los sitios que he estado aquí, lo primero que hago es buscar restaurantes españoles. Ahora voy a uno que se llama Sangría. Su especialidad es la paella, el jamón y la tortilla. Pero cuando vivía en Osaka iba al Rico porque tenía Estrella Galicia y estaba encantado.

—¿Cómo lleva un vasco lo de no salir a tomar unas tapas?

—En España solo estoy un mes en Navidad porque aquí la liga es de enero a noviembre. Se echa mucho de menos, aquí hay mucho café y mucho té, pero cervezas o potes nada. No tengo amigos aquí, así que si está mi mujer vamos a tomar un café. La vida es más saludable, pero diferente.

—¿Cuál es la costumbre que más le ha costado asimilar?

—Ellos no saben decir no. No existe para ellos. Otra cosa es que el contacto físico no es como en España. A los jugadores al principio cuando les abrazaba al acabar un partido se quedaban un poco raros, pero luego te das cuenta de que les gusta. Y casi me buscaban al acabar un partido si ganamos. Pero entre ellos no lo hacen. Es otra manera de pensar.

—¿Cómo es un día normal en la vida de Miguel Ángel Lotina?

—Si no tengo trabajo siempre busco un sitio para visitar. Sobre todo si está mi mujer. Si no está ella me quedo en casa leyendo, viendo alguna película o bajo a tomar un café. Pero si está, buscamos siempre un sitio para ir en coche o en tren. Hacemos mucho turismo. Hay rincones espectaculares aquí y en tren puedes llegar a todos los sitios.