El Real Madrid capea el temporal este curso. Probablemente no esté para mucho más porque su plantilla se ha ido devaluando desde la espantada de Cristiano Ronaldo, y más con la reforma faraónica del Santiago Bernabéu. Si la pandemia no hubiese apartado al público de las gradas, el palco lo habría pasado mal en partidos como los del Cádiz, el Alavés o el Levante, que se llevaron los tres puntos de Valdebebas, y en otras citas en las que el resultado fue favorable. Porque cuando los rivales se cierran el partido se convierte en un parto con dolor para un equipo romo. Y si se ve por detrás en el marcador, como le ha sucedido en las tres últimas jornadas de Liga, más. En la Copa del Rey el naufragio de Alcoy habla por sí solo. Y en la Champions flirteó con el sonrojo de la eliminación en la liguilla. La doble derrota ante el Shakhtar Donetsk y el 2-0 que equilibró en Alemania ante el Borussia de Mönchengladbach con dos goles muy al final abrieron las puertas a los escalofríos merengues. Este Real Madrid es el que se enfrenta al Atalanta, con el 0-1 conseguido en Italia. Es, probablemente, el Real Madrid más flojo de este siglo. Jugadores como Isco o Asensio en lugar de dar un paso adelante los están dando hacia atrás, al igual que Bale y Jovic, cedidos a ver si en otro hábitat ofrecen un mejor nivel. Hazard, que parecía una apuesta segura, todavía no ha aparecido. Las inversiones en los jóvenes brasileños están resultando edulcoradas. Casi todo pasa por Courtois, Kross, Modric y Benzema. Pero es también el Madrid que se ha levantado de la lona en más de una ocasión esta temporada. Así espera al Atalanta, un rival que no se cierra, que asume riesgos. El partido promete.