Estas cuarentenas, diferentes según las circunstancias en las que llegaron los jugadores, (si habían viajado con algún caso positivo en el avión de llegada), significó que en las dos semanas fijadas para su aterrizaje en Australia hubo jugadores que podían salir cinco horas del hotel exclusivamente para entrenar, mientras otros, los más perjudicados, no pudieron abandonar durante todo ese tiempo el confinamiento de su habitación.
Como otro atractivo al torneo, va a llamar la atención la presencia de público en las gradas, algo que agradecemos todos. Primero, los jugadores; luego, el propio público; y, por último, todos los que vamos a seguir los partidos, gracias a la sensación de vuelta a la normalidad y de que se le puede ganar la batalla al virus, y si podemos imitar el ejemplo australiano para hacerlo cuanto antes, mejor.