El Open de Australia más impredecible

FERNANDO REY TAPIAS

DEPORTES

KELLY BARNES

Las características del torneo, la pandemia y el estado de forma de los tenistas, claves

07 feb 2021 . Actualizado a las 19:29 h.

Esta madrugada pasada (televisado por Eurosport y Dazn) ha arrancado el Abierto de Australia más difícil de todos. Al margen de las circunstancias que rodean el ya de por sí torneo de más difícil pronóstico del Grand Slam, vislumbrar el verdadero estado de forma de los participantes es algo que solo se puede conocer una vez que se inicie el campeonato.

Las molestias en la espalda de Rafa Nadal siembran una cierta preocupación entre los aficionados españoles. Los maratonianos sostienen que la carrera no comienza realmente hasta los kilómetros 25 o 30. Hasta ese momento se hace necesario llegar fresco, sin sufrir, y, a partir de ahí, no padecer ningún desfallecimiento. El Open australiano presenta una cierta similitud: hay que evitar los sobreesfuerzos hasta las últimas rondas, y en ellas no sufrir ningún percance. Creo que a Nadal, que sufrió varias contratiempos en este torneo, no se le ha olvidado todavía la lesión de espalda ante Wawrinka, que le impidió una victoria con la que ya soñaba. Siendo optimistas, y suponiendo que las molestias de Rafa desaparezcan, y no le impidan rendir al máximo, está claro que tanto él como Djokovic vuelven a convertirse a priori en los dos máximos favoritos. Sin embargo, ausente Federer, son varios los jugadores que ya les han ganado a ambos, y que, a su vez, pugnan entre ellos por destacarse como los primeros en desbancarlos: Thiem, Zverev, Medvedev, Tsitsipas, ...

Una vez visto el cuadro, Rafa no se puede quejar. Al español siempre le gusta rodarse en las primeras rondas, y los rivales con los que va a enfrentarse en las tres primeras parecen propicios para este fin: los serbios Djere, Troiki y los británicos Evans o Norrie no deben causarle problemas, y sí ayudarle a ganar en confianza competitiva. Más complicado lo tiene Djokovic, que iniciará el torneo contra un veterano siempre duro como Chardy, para luego enfrentar a jóvenes de nivel contrastado como Tiafoe o Travaglia y Onelpa o Fritz.

En cuarta ronda empezarían las dificultades para Rafa con De Miñaur o Fognini en su misma parte del cuadro, y, si alcanza los cuartos de final, tendría que vérselas con Ysitsipas o Berrettini. En semifinales le esperaría el hueso duro del ruso Medvedev. Novak, por su parte, debería hacer frente en cuarta ronda a Raonic, en cuartos a Zverev y en la semifinal a Thiem, pero cuidado con el cuadro del austríaco, porque en él también se encuentran jugadores importantes como Shapovalov, Sinner (menuda primera ronda), Allassime, Rublev y Bautista.

Participan muchos veteranos como Wawrinka, Anderson o Dimitrov, o Khachanov, u otros que pueden dar la sorpresa y ganar a los favoritos. Punto y aparte es la atención de los españoles en seguir la trayectoria de Alcaraz, la nueva esperanza española, que disputará su primer partido contra un adversario procedente de la previa del torneo.

Si, por todo lo comentado, la predicción sobre el ganador del Open de Australia ya resulta complicada en el cuadro masculino, en el femenino lo es mucho más debido a las variaciones que se producen continuamente en cuanto a nivel de juego y continuidad de las principales raquetas. Serena Williams lo sigue intentando, mientras que Barty y Halep destacan como las más regulares en una competición en la que siempre se cuenta con la posibilidad de que Garbiñe Muguruza recupere su forma de antaño, lo que supondría concederle tantas posibilidades como la que más para levantar el título.

En principio, en el cuadro masculino el máximo favorito es Djokovic, ocho veces campeón del torneo y que siempre juega en Australia como si estuviese en su casa, pero Rafa, si está bien, cuenta con una motivación extra con un torneo que está en deuda con él, y con el campeón español en condiciones todo está a su alcance.

Restricciones por el virus y público en las gradas

El Open de Australia siempre se ha caracterizado como el de más difícil pronóstico de todos los Grand Slam: jugarse a principios de temporada, en un continente extraño para la mayoría de los participantes; la adaptación a las diferencias horarias; un clima extremadamente caluroso y húmedo y, teniendo en cuenta el poco o nulo rodaje de los jugadores después de la pretemporada, no es extraño que Melbourne figure a la cabeza en cuanto a retiradas y lesiones de todos los torneos de tenis de la temporada.

Por otra parte, los incendios declarados en las últimas ediciones, y que han provocado una atmósfera asfixiante, estuvieron a punto de poner en peligro su celebración. Este año por el contrario, se ha luchado lo imposible para poder disputarlo, a pesar de la terrible pandemia que asola al mundo.

La rigidez del gobierno australiano en las medidas contra el virus, anteponiéndolas a todo, arrojó como resultado el que la gente de aquel país esté recobrando la normalidad, pero a costa de aceptar duras medidas y grandes privaciones. La teoría de las autoridades radicó en que, si acababan con el virus, la economía dañada en ese período acabaría recuperándose.

De esa convicción no escapó la celebración del Open, cuyas fechas hubieron de retrasarse, tras aceptar los jugadores cuarentenas y análisis previos para poder autorizar su participación en el torneo.

Estas cuarentenas, diferentes según las circunstancias en las que llegaron los jugadores, (si habían viajado con algún caso positivo en el avión de llegada), significó que en las dos semanas fijadas para su aterrizaje en Australia hubo jugadores que podían salir cinco horas del hotel exclusivamente para entrenar, mientras otros, los más perjudicados, no pudieron abandonar durante todo ese tiempo el confinamiento de su habitación.

Como otro atractivo al torneo, va a llamar la atención la presencia de público en las gradas, algo que agradecemos todos. Primero, los jugadores; luego, el propio público; y, por último, todos los que vamos a seguir los partidos, gracias a la sensación de vuelta a la normalidad y de que se le puede ganar la batalla al virus, y si podemos imitar el ejemplo australiano para hacerlo cuanto antes, mejor.