Para mí era lo más normal del mundo. Pero esta semana me he enterado de que poner tres emojis de risa como respuesta a algo que te hace más o menos gracia —otras veces los pones por la pura educación de no dejar a una persona en visto— es de boomers. Boomer es, en la teoría, un término para referirse a la generación nacida en el baby boom. En la práctica es una fórmula que la chavalada usa para hacer sentirse anciano a una persona de 32 años. «Ok, boomer», dicen, y cada vez que lo oyes te sale una cana. Para no ser boomer en un sitio como TikTok hay que poner una calavera, que representa que te mueres de la risa. Que lo sepan.
Quedarse anticuado es algo que asusta y que cada vez sucede antes. Los niños de hace dos décadas teníamos como esparrin tecnológico la Game Boy, que tenía cuatro botones y una cruz. Ahora se curten con un iPhone, no me parece una competencia muy justa. Noto que se acerca el momento en el que una persona que no vio jugar a Ronaldo Nazario me enseñe cómo se programa el vídeo —¿hay algo más boomer que programar un vídeo?—.
Encima suceden cosas como que haya futbolistas en activo que se llamen Rui Costa o Raí. ¿En serio? ¿No habrá más nombres en el mundo? ¿No es suficiente desgracia que la obsolescencia tecnológica de mi generación se vaya a producir sí o sí como para que, encima, aparezcan futbolistas que se llamen como los ídolos de las anteriores?
Esta semana, un medio deportivo publicó un vídeo sacado de dios sabe dónde de Kauan Basile, «el niño maravilla que supera la precocidad de Rodrygo, Neymar y Messi». Rodrygo, tienes 20 tacos y ya eres boomer. Kauan Basile no es famoso porque vaya a heredar Mediaset, sino porque ya ha firmado con Nike. Nueve años tiene y todavía juega a futbito. No digo que es un poco precipitado para que no me llamen boomer.