Un Barcelona temeroso y con un Messi que acabó desquiciado

J. Valencia REDACCIÓN

DEPORTES

MARCELO DEL POZO

El argentino recibió su primera roja como azulgrana y podría perderse los próximos partidos de Liga y de Copa

18 ene 2021 . Actualizado a las 00:44 h.

Tras un nefasto año en blanco, el Barcelona dejó escapar la posibilidad de sumar un balsámico triunfo que inaugurara la cuenta de títulos de Ronald Koeman en el banquillo. Los blaugranas, que desde el parón invernal habían ofrecido las sensaciones de que recuperaban su mejor esencia, volvieron a mostrar su peor cara, con pocas ideas, y escasas fuerzas y motivación. Para el Barcelona no parecía que en el campo hubiera un título en juego, mientras que el Athletic se dejó en alma en cada acción del encuentro. Los de Koeman se mostraron temerosos ante un equipo vasco que en semifinales ya había dejado en la cuneta al Real Madrid.

El arranque del choque fue poco habitual. El Barcelona jugó a no dejarse sorprender, a cuidar su espalda de la velocidad de Williams y Raúl García. Muy conservador. Además, nunca presionó a su rival (solo 3 faltas en la primera parte) y por momentos el equipo vasco tuvo la posesión del balón. La defensa se mostró endeble, mientras que el balón nunca llegó a los jugadores de arriba, con Pedri o Dembelé desaparecidos.

El Barcelona fue siempre un equipo previsible, que no sorprendió. Prudente y temeroso ante su rival, que brilló por su orden y motivación.

Dos chispazos de Griezmann permitieron al Barcelona ponerse por delante en el marcador hasta en dos ocasiones, aunque no era el día de los de Ronald Koeman, que nunca supieron defender las acciones a balón parado, con una defensa que hizo agua.

El Barça tuvo la copa en la mano a falta de dos minutos para el final, aunque se dejó sorprender, con una falta de concentración defensiva total.

En la segunda prórroga consecutiva en apenas cinco días, una genialidad de Williams decidió. El Barça fue un equipo triste ante un rival que trabajó a destajo y que tuvo la ilusión necesaria para disputar una final.

El Barcelona, que en la segunda parte había dado un paso al frente, ya no tuvo la motivación necesaria para lograr la remontada en una prórroga en la que pasó muy poco.

Leo Messi fue la imagen de la impotencia en estos últimos suspiros de una final de la Supercopa, en la que ganó el que más creyó. Acabó desquiciado y expulsado con una roja directa por darle un manotazo a un rival.

Golpe duro y pasó atrás en el trabajo de Ronald Koeman, que planteó un partido en plan conservador y sin jugar la final como se tiene que jugar, con fe y garra. Partido malo del Barcelona en todas las facetas, tanto en defensa como en ataque, o a la hora de crear juego.

Fue un Barça irreconocible, que no fue a por el partido. Otra piedra en el camino para un proyecto que no acaba de carburar.