Escribía yo hace tres años en esta sección: «futbolista, envidio tu poder para ayudar», «la cantidad de gente a la que tú puedes llegar, da vértigo.» En aquella ocasión hablaba de Vero Boquete y la iniciativa solidaria Common Goal, en este caso el ejemplo es de otra gallega valiente.
El poder del fútbol se ha visto reflejado este fin de semana tras el homenaje mundial que se ha hecho a Maradona y el gesto de únicamente una persona, Paula Dapena, al negarse a sumarse a este por principios; generando así millones de reacciones en redes sociales a favor y centenas en contra, estas últimas las más radicales, amenazantes y negativas. Yo por mi parte soy de las millones que elogiamos esta raza de deportistas valientes, que utilizan su poder para dar visibilidad a lo que nubla a todo un astro: la violencia de género. Todo en la semana en la que deberíamos homenajear a esas personas asesinadas o víctimas de maltratos. Así de fácil de entender.
Independientemente de la opinión que tengamos al respecto, lo también destacable es la cantidad de gente a la que ha llegado su imagen sentada, defendiendo lo que hoy toca placar. Sin pretenderlo, y solo con ese poder que le otorga el deporte llamado rey, en unas pocas horas ha convertido las plataformas en un hervidero de reacciones; incendiadas a su vez por su visibilidad en medios de comunicación, que siempre ignoran al deporte femenino, y por publicaciones de particulares que no sabían ni que existía una Primera Nacional.
La única pena es que simplemente solemos salir en medios de comunicación por estas noticias sensacionalistas y no por el deporte en sí. Aprovecho para exponer que seguimos necesitando salir más por nuestros deportes y sus valores, y salir menos por likes de prensa rosa para conseguir evolucionar, para profesionalizarnos y para al fin darnos oportunidades. Dicho esto, insisto en que envidio ese poder que tiene el fútbol, porque mueve masas y a veces, remueve mentes.