Haría falta hablar de Abad

DEPORTES

CESAR QUIAN

El solvente portero del Deportivo se ha consolidado sin ocasión de hacer ruido bajo los palos del conjunto menos batido del fútbol español

02 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue a Vilalba a practicar. Saltó al campo de A Magdalena y eligió el pie malo para dar salida al balón. Así que las primeras intervenciones de Carlos Abad defendiendo al Deportivo concluyeron en saques de banda a favor del rival y la certeza de que el próximo Ter Stegen no iba a aparecerse bajo los largueros de Riazor. El resto de la pretemporada discurrió más o menos igual. Alternancia con Lucho y fantasmas inamovibles sobre la línea de gol.

La portería blanquiazul, foco constante de amarguras, estrenaba dos cancerberos, tras el retorno de Jovanovic a Huesca y la negativa de Dani Giménez a renovar. El primer curso del meta vigués había sido precisamente la única excepción feliz a varias temporadas de inestabilidad y un casting inagotable al que se presentaron viejas glorias en retirada, candidatos exóticos, y gentes de la tierra, sin que nadie pareciera tomarse en serio la posición. En la espantada de Diego Alves, en verano del 2017, arrancó el tramo de mayor pendiente en la caída del conjunto coruñés.

Un continuo despeñarse que ha servido para escaldar al espectador neutral. Enturbiada la presunción de inocencia, cualquier portero que llega es malo hasta demostrar lo contrario. No lo hizo Abad durante la precampaña, cerrada sin despejar dudas acerca de cuál de los metas reclutados vendría a ser el mal menor. A Lucho le ha faltado ocasión de probarse en cita oficial; pero el otro, el que llegó del Xanthi griego, rebotado desde Tenerife, ha dado motivos para creer.

Razones alimentadas por números como el 1, que registra todas las ocasiones en las que ha recogido el balón de su red. Nadie encaja menos entre las categorías inmunes al coronavirus en el fútbol español. La cifra, de momento, solo está al alcance de otro militante de Segunda B. La iguala Germán Parreño, en ese Ibiza que ha ganado seis de seis.

El Deportivo no ha hecho pleno, pero tampoco sabe lo que es perder y solo encajó en el duelo inaugural. Fue tras una doble intervención del futbolista canario, que primero se estiró abajo para evitar un empate y después lo concedió en una salida irregular. Estorbado por un compañero, le endosó un puñetazo inconsistente a la pelota, que cayó muerta en la frontal. Allí la empalmó Candelas para dar el susto y una lección. Abad no perdió las ganas de atacar los balones aéreos; si acaso, ganó en decisión: los que golpeó el domingo ante el Racing dieron por terminado el ataque de un adversario especialmente peligroso por la talla de sus rematadores. El probado dominio del espacio es clave para defender a un equipo casi invulnerable por el carril central y forzado a llevar una iniciativa frente a la que el adversario se ve (y se verá) limitado al juego directo.

Esa condición de eterno favorito y esa solidez probada en el eje de la zaga y de la medular minimizan además las oportunidades que tiene el meta de intervenir, aunque eso no ha supuesto ninguna desconexión. El silencio de los campos, vacíos por la pandemia, hace posible seguir las instrucciones constantes del cancerbero blanquiazul, ininteligibles para los exiliados del televisor. Abad está. Sostuvo el empate en Guijuelo y Santiago, y amarró con una reacción felina la victoria ante el Coruxo. Se le ve poco, pero hace falta hablar de él.