Ese fue el final de un día que había comenzado con mucha menos tensión, pero repleto de emoción. «Hemos perdido al mejor de nosotros», proclamó el presidente del país, Alberto Fernández, quien tras decretar tres días de luto nacional dejó en el féretro cerrado de Maradona una camiseta de Argentinos Juniors, el equipo en el que debutó el astro, y se fundió en un sentido abrazo con las hijas del mítico jugador, Dalma y Giannina, y su exesposa, Claudia Villafañe. También colocó el presidente de Argentina dos pañuelos blancos, símbolo de las Madres de la Plaza de Mayo que tanto lloraron y siguen llorando por las víctimas de la dictadura militar de Jorge Videla, al igual que todo el país derrama ahora lágrimas desde que el miércoles se anunció el fallecimiento de Maradona, despedido, porque representaba aún más, como si de un jefe de Estado se tratara, como en su día se dio el último adiós a Evita en 1952 o a Juan Domingo Perón en 1974.
Velar en tiempos de covid
Hincha de San Lorenzo de Almagro, pero también del astro argentino, el papa Francisco envió un rosario a la familia y a sus más allegados y amigos íntimos, entre ellos, los jugadores de la selección con la que Maradona alzó la Copa del Mundo conquistada en México, que tuvieron la oportunidad de despedir en la intimidad al 10, con el féretro abierto. Mientras, antes de que se diese luz verde para visitar la capilla ardiente, miles de hinchas ya se amontonaban entre la Plaza de Mayo y la Avenida 9 de Julio, sin respetar la distancia de seguridad pese al peligro de contagios de coronavirus.