El expreso de Curtis siempre llega a tiempo

Iván Antelo REDACCIÓN

DEPORTES

Andreu Dalmau

Los cambios salvan al cuestionado Zidane, que dio entrada a Lucas Vázquez, clave a la hora de frenar las fortalezas del Barça, y Modric, letal para sentenciar

24 oct 2020 . Actualizado a las 20:39 h.

Es de Curtis y no lo valoran lo suficiente. Como si de nada hubieran servido sus brillantes años pasados, en los que incluso fue determinante para ganar varias Champions. La última orejona blanca, la del 2018, sin ir mucho más lejos, lleva su sello, saliendo al rescate de Zidane en cada eliminatoria que se complicaba. PSG, Juve y Bayern todavía recuerdan sus hazañas por la diestra.

Pese a ello, lleva dos veranos siendo invitado a marcharse. En el 2019 le dijo no al Arsenal (los ingleses ofrecían 30 millones de euros) y hace unos meses repitió negativa a su salida hacia Catar. «Mi sueño es retirarme en el Real Madrid, pero en el fútbol nunca se sabe», reconocía en una entrevista, poco antes de deshojar la margarita.

Lucas decidió quedarse, renunciando a un sueldo mayor. Una lesión en el sóleo colaboró a su ostracismo, roto hace apenas una semana, cuando tuvo que salir a jugar unos minutos contra el Cádiz. Hasta Zidane, su principal valedor en el club, parecía haberse olvidado de él. El francés, pese a las bajas de Carvajal y Odriozola, apostó para el clásico por Nacho, que también se lesionó en el transcurso de la primera mitad. El partido iba 1-1, el Barça abusaba por esa banda, y fue entonces cuando Zizou miró para el banquillo y se acordó de su viejo talismán. Ese que tantas noches europeas le había salvado el cuello.

Zidane y agitó su amuleto y el gallego no defraudó. El de Curtis supo leer el partido, abandonó la idea de perseguir a Coutinho y se centró en cerrar su espalda. Consiguió anticiparse siempre a los balones hacia Ansu Fati y Dembelé. Incluso se animó a atacar en el tramo final a un exhausto Jordi Alba, que acabó siendo relevado. El gallego regaló un gol en bandeja de plata a un Ramos que desperdició la puntilla.

El otro golpe de tuerca

Zidane acertó con su primer cambio. Decisivo para frenar el principal argumento ofensivo del Barça. Pero también dio con la tecla en el segundo. Fue sorprendente que dejara a Modric en el banquillo. El croata fue suplente y solo entró en otro accidente del destino. Valverde se mareó, se fue al suelo exhausto por el esfuerzo, y el entrenador no tuvo más que remedio que volver a mirar hacia sus suplentes.

El relevo fue un Balón de Oro en el ocaso de su carrera. Modric saltó al Camp Nou y se puso el mono de trabajo. Se afanó en defensa y pidió el balón cada vez que el Madrid necesitaba respirar. Y no solo eso. Ya en el epílogo, se sacó de la chistera una obra de arte que permitió al Madrid redondear la soberbia victoria en Barcelona (1-3). Un gol de crac.

Zidane y el Camp Nou

Esta victoria es la tercera de Zinedine Zidane en el Camp Nou como entrenador del Real Madrid. El técnico marsellés no sabe lo que es perder en el templo azulgrana, ya que sus otras tres visitas terminaron en empate.