París es una fiesta

Tito Vázquez

DEPORTES

IAN LANGSDON | EFE

11 oct 2020 . Actualizado a las 22:20 h.

«Si has tenido la fortuna de vivir en París cuando eras un hombre joven, entonces no importa donde vayas por el resto de tu vida, esa sensación se quedará contigo para siempre, porque París es una fiesta».

No puedo pensar en un párrafo más apropiado dentro de la literatura para expresar un sentimiento que, estoy seguro, Rafael Nadal lleva en lo profundo de su corazón.

En un año crucial en la historia debido al covid-19, las condiciones en los torneos habían cambiado y era difícil saber el efecto que tiene en los grandes jugadores competir sin público o, como en este caso, con un público muy limitado. Sin embargo, en París los dos mejores llegaron a la final.

Pancho Segura, un viejo sabio del tenis, opinaba que para elegir el favorito para ganar el torneo, hay que ver a los jugadores en acción durante la segunda semana.

Rafael le ganó a la joven promesa del tenis italiano, Sinner, en los cuartos de final en tres sets. Jugó corto, un poco lento y la pelota no lastimaba. Lo único destacable era el corazón de león y el cerebro impecable como siempre, peleando cada punto como si fuera el último. En la semifinal le ganó al argentino Scwartzman mejorando su juego.

A Novak lo vi en la semifinal contra el griego Tsitsipas jugando muy bien. Podría haber ganado en tres sets y terminó ganando en cinco, pero su tenis lucía en un alto nivel. El físico —privilegiado por su elongación, movilidad y resistencia— también estaba en su apogeo.

Los comentarios de Rafael cuando empezó el torneo me desconcertaron: «La lentitud de la cancha, las pelotas, el frío…». Me llamó la atención escuchar al español quejarse, y mostrarle la falta de confianza a los contrarios.

Nole no dijo nada. Incluso comenzó a usar drop shots como un golpe más y muy efectivo, agregándole una herramienta importante a su repertorio. Su juego le permitía jugar contra Rafa sin problemas, su revés alto de dos manos lo puede ejecutar corto cruzado, rápido, paralelo... Tiene más facilidad que Rafa para usar ángulos, contragolpea y mueve al contrario con facilidad por toda la cancha. Es un cerebro, al igual que Rafa, y tenía muchas opciones. La única duda era que Nadal había ganado 12 veces en París. ¡Doce veces!

Antes de la final aposté una botella de vino premium a un amigo entrenador de tenis a favor de Djokovic.

La final se jugó en cancha cerrada. ¿A quién favorecía?

Rafael comenzó jugando un tenis perfecto, con una estrategia diferente, jugando muy profundo, cambiando las alturas, sacando al cuerpo, devolviendo lo imposible y arriesgando en el momento adecuado. ¿Estaba jugando mejor que sus posibilidades? ¿Cuánto tiempo podía mantener ese nivel?

Nole en cambio estaba desorientado. La manera de jugar y la presión del español lo sorprendieron. Comenzó sacando muy mal y cuando pasan los juegos sin ganar uno, la confianza va desapareciendo. Eso el español lo sabía. Estaba prendido como una garrapata, atento y sin regalar nada.

El segundo set siguió como si París fuera una fiesta. Djokovic continuó sacando mal y todo lo que proponía tenía una respuesta mejor. Me acordé de las palabras de Goran Ivanisevic, uno de los entrenadores del serbio: «Nadal no tiene ninguna posibilidad en estas condiciones de ganar». Recordé las causas del efecto mariposa en la física moderna, o sea: «El aleteo de una mariposa en Brasil puede desatar un tornado en Texas». ¿Habría leído Rafa esas declaraciones?

El tornado estaba en la central de Roland Garros, y Nadal tenía el partido a su disposición cuando sacó 3-2 en el tercero. El español disputó ese juego con ciertas dudas debido a los nervios por cerrar el partido y el serbio, al igual que un pescado antes de morir, tuvo algunos destellos de su talento hasta ponerse 5-4 arriba. ¿Podría Rafael mantener ese nivel y aguantar la presión?

No hubo ninguna duda sobre el español. En cambio, Djokovic se mostró apresurado y arriesgando en demasía. Incluso mostró su frustración al hacer una doble falta para perder su saque.

Nadal, con su ojo de tigre afilado como un cuchillo, no desperdició la oportunidad y con un ace acabó el partido.

La botella de vino es un regalo para un amigo, ya que mi corazón estaba con Rafa durante todo el partido.

Las 100 victorias en el torneo, los 13 Roland Garros y los 20 grand slams en total son una estadística fría comparada con la mentalidad, honestidad y garra de ese orgullo español que se llama Rafael Nadal. ¡Salud, campeón!

Tito Vázquez, de Celanova, fue capitán del equipo argentino de la Copa Davis