La Voz realiza un recorrido de 80 kilómetros y dos puertos con Samuel Blanco, ganador del campeonato de España, desde el coche del equipo ciclista Froiz

Lois Balado
A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

Guillermo García lidera la subida al puerto de Armenteira (Meis). Tira del grupo de pie sobre la bicicleta, haciéndola bailar de un lado al otro. Detrás, a ritmo, en medio de la grupeta del Froiz, va Samuel Blanco. Se le distingue fácilmente con su indumentaria de campeón de España de ciclismo en ruta élite. Él va sentado y se le intuye buena cara, la que llevan los que saben sufrir cuando la pendiente suma grados. Aunque cuando el coche se acerca, se escucha su respiración. Agitada, aunque acompasada. Esos detalles que dan pistas y que el aficionado no percibe en televisión.

«El equipo estaba en una forma para la Volta a Galicia», se lamenta el conductor. Es Evaristo Portela, director del equipo ciclista Froiz desde hace 32 años, tiempo en el que ha desarrollado la habilidad para conducir a centímetros del ciclista, hablar y no perder detalle del entrenamiento al mismo tiempo. La Volta de este año se canceló por la ausencia de un protocolo sanitario tras 18 años ininterrumpidos celebrándose tras reinventarse en el 2002 como prueba amateur.

Evaristo habla del ciclismo de hoy día. De Pogaçar y Evenepoel, de potenciómetros, frenos de disco, cambio electrónico, la indefensión de los equipos amateur frente a los filiales de los grandes y el pinganillo. Recuerda con nostalgia la época dorada del ciclismo de ataque, pero no le cuesta reconocer que el pinganillo le ha hecho ganar desde el coche pruebas que parecían perdidas.

La pendiente —10 kilómetros con casi un 5 % de media— hace ceder a Guillermo García. Caen también Abel Franco, Aaron Mariño y Jorge Suárez, parte de la nómina de corredores sub-23 que tiene el equipo. Todos ellos producto gallego. Solo mantienen la cadencia de pedaleo Samuel Blanco y Adrián Barros, un corpulento corredor de 19 años al que ya cortejan equipos profesionales. El salto es cuestión de tiempo. «Tiene un talento tremendo. Mucho motor», reconoce Portela. Barros prueba un par de ataques, pero Samuel es de esos ciclistas diésel. Los metros que Barros gana en 5 segundos, el campeón de España los recorta en 30. Ambos guardan fuerzas para picarse en un esprint en la cima. La historia se repite en el segundo puerto del día, en Samieira (Poio). En total, un recorrido de unos 80 kilómetros con salida y meta en Pontevedra. Se sonríen cuando se les pregunta si no están cansados después de la paliza. Solo ha sido un paseo para piernas acostumbradas a entrenamientos de 120, 140 o 160 kilómetros.

El magnetismo del maillot

En el maillot y el culote, Samuel luce los colores de la bandera española. BH —la marca de bicicletas que patrocina al Froiz— también le ha customizado el cuadro a juego. Solo es una prenda, pero infunde respeto hasta en un entrenamiento. Es el premio para el trabajo de un año difícil y extraño para el equipo. Para todos. Una victoria de las que justifican una temporada. También para Samuel, que tuvo que regresar a la categoría de aficionados tras abandonar Galicia con rumbo a Portugal para ser profesional. Fueron dos años malos, que ya quedan atrás.

«Nosotros tenemos todos los datos, y sobre los datos valoramos. Samuel estaba para ganar el campeonato, luego podía pasar cualquier cosa, pero lo estaba», asegura Evaristo Portela. Y ganó. El año que viene espera no tener que vestir ese jersey de campeón nacional. Que pueda retomar el tren del ciclismo profesional y poner a competir su motor diésel con los mejores.

Un error en la PCR de Samuel obligó repetir el test de madrugada y llevarlo de Jaén a Madrid en taxi

La foto en Jaén, hace ya casi dos meses, fue para Luis León Sánchez y Samuel Blanco. Ambos compartiendo lo más alto del podio. El campeón de España absoluto y élite, una imagen para guardar entre el ya rico palmarés del Froiz. Esa es la foto de portada, pero la contraportada también tiene historia. Todo podía haber quedado en frustración de no haberse actuado con diligencia en plena noche.

«Para ir al campeonato de España, al correr con profesionales, nos exigían tener las pruebas PCR aptas. Las hicimos en la clínica Valenzuela de Pontevedra a todo el equipo, incluidos los auxiliares. El viernes, a las once de la mañana, [la prueba se celebraba el domingo y la PCR debía ser presentada el sábado por la mañana] me llaman diciendo que la muestra de Samuel se había estropeado», recuerda, ahora con cariño, Evaristo Portela sobre unas 24 horas decisivas para el título sin dar una pedalada.

«Les dije que teníamos que solucionarlo como fuera, porque Samuel tenía opciones a quedar campeón de España. Era el único que las tenía», explica.

A la una de la madrugada se presentó una enfermera en el hotel de Samuel en Jaén, donde competía. Le hizo el procedimiento y, como no había otra opción, la prueba viajó de allí a Madrid por carretera. Más de 300 kilómetros de taxi pagados para que desde el laboratorio pudiesen confirmar el negativo necesario y que el ciclista de Chapela pudiese subirse a la bicicleta el domingo.

«Pepe [Valenzuela] me mandó un correo diciéndome que Samuel estaba apto. Le prometí el maillot dedicado si ganábamos. Le llamé y se lo entregué, porque lo que digo lo cumplo», dice Portela, que añade que estaba muy tranquilo. Samuel Blanco, el otro protagonista del test nocturno, es contundente: «Yo no». Llevaba toda la semana pendiente de unos resultados que no acababan de llegar. La incertidumbre que precede a un gran triunfo.