Diego Martínez y Adrián Rubio son amigos de la infancia y compartieron balón en el fútbol de formación vigués, pero sin recorrido posterior. Luego la vida separó sus caminos y ahora el balompié profesional los ha hecho coincidir con un mensaje bajo el brazo: la pizarra de los técnicos gallegos está capacitada para triunfar en la élite.
Los dos llegaron al éxito después de picar piedra. Diego Martínez desde la Tercera División y a lo largo de 21 años para acabar ascendiendo y llevando a Europa al Granada. Sin jugones, pero con una idea coral y camaleónica del juego. En el poder de adaptación estuvo el éxito de la revelación de la Primera División.
Adrián Rubio estaba hace medio año en el Mondariz de Preferente apostando por el juego combinativo en categorías en donde resultaría más fácil el puntapié directo. Lo hacía mientras continuaba formándose esperando una oportunidad y asumiendo que, de llegar, no podía fallar, porque para los anónimos el tren solo pasa como máximo una vez. Juanfran lo reclutó y él, lejos de fallarle, se convirtió en pieza fundamental para el milagro del Lugo.
Los dos son los abanderados de la nueva hornada de técnicos gallegos. Preparados, metódicos e innovadores, además de expertos psicólogos capaces de llegar al corazón a su tropa. Gente de casa que con argumentos pone en duda que sea necesario buscar gurús lejos. Ellos, como el inmenso resto, solo necesitaban una oportunidad para posicionarse en el mercado: Diego, para estabilizarse en la élite y convertirse en el técnico del año; y Adrián, para golpear con fuerza las puertas del fútbol profesional. Dos ejemplos en los que se puede ver reflejado un gremio tan preparado como anónimo en Galicia.