El último hallazgo del científico loco

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Brian Spurlock | REUTERS

Bryson DeChambeau, el jugador más heterodoxo, ideó su propio sistema de palos y luce con la mayor pegada de la historia

07 jul 2020 . Actualizado a las 09:07 h.

El jueves, Bryson DeChambeau (Modesto, California, 1993) llegó al tee del 14 del Detroit Golf Club, cogió el palo más largo de su bolsa y su bola salió disparada a 315 kilómetros por hora. La exhibición de potencia le permitió sobrevolar los bunkers situados a 265 metros —una amenaza que habría persuadido a la mayoría—, volar hasta los 313 y rodar su bola hasta los 344. Una animalada que le permitió dar un segundo golpe cómodo y embocar un putt para eagle. Sus zambombazos con el driver revelan una tendencia, la de lucir como el mayor pegador de la temporada, en realidad de todos los tiempos, y servirse de esta distancia en sus golpes de salida para ganar el Rocket Mortgage Classic y, sobre todo, lograr la mayor regularidad desde la reanudación del golf y auparse como favorito número uno en las casas de apuestas para ganar los tres grand slams que se jugarán en este extraño 2020.

DeChambeau está empeñado en transformar su cuerpo para lanzar la bola más lejos. Pero no persigue datos efectistas. A su transformación como pegador le acompaña un juego efectivo, por eso la semana pasada aunó dos virtudes independientes a la luz de los datos: fue el jugador que más golpes ganó tanto desde el tee como con el putt. Dejó Detroit con un puñado de récords del PGA Tour vinculados a su monumental distancia en las salidas: una media de 320 metros con el driver (hasta 47 veces alcanzó esta semana los 275 metros).

Cuestionar el canon

DeChambeau ya irrumpió como profesional en el 2016 como un tipo peculiar. Físico de formación, ideó un sistema de palos contrario al canon. Es decir, todos los hierros tienen la misma longitud —y no una más corta a medida que aumentaba el ángulo de la cara del palo—, para facilitar la ejecución de un mismo swing en cada golpe. Apodado el Científico Loco, se mueve por los campos con peculiares sistemas de medición, que van más allá de lo habitual en el circuito, como las herramientas para calcular cómo afecta el calor a las caídas de los greenes. Su última obsesión es ganar masa muscular, para que su fuerza se transforme en potencia sobre el campo y esta en metros de distancia con sus palos para fabricarse luego tiros más sencillos. En los últimos meses ganó 20 kilos, la mitad durante el confinamiento, que aprovechó para afinar su swing a través de simuladores y aumentar su musculatura. Pesa 108, aunque, según los cálculos del equipo multidisciplinar que le asesora, podría llegar a un máximo de 122. La transformación de su tren superior resulta evidente a simple vista. Como la de su juego. Cerró la temporada pasada con una media de 276 metros desde el tee (el trigésimo cuarto mejor registro del PGA Tour), por los 294 que alcanza ahora.

Durante los torneos, DeChambeau arriesga lo justo, pero en los entrenamientos sus números resultan todavía más asombrosos. En una de las rondas de prácticas del Travelers Championship, el pasado junio, escupió su golpe de salida a 318 kilómetros por ahora, sobrevoló un lago situado a 340 metros y la bola quedó muy cerca de una bandera que se encontraba a 385.

Misiles a más de 320 kilómetros por hora

Obsesionado por perfeccionar cualquier herramienta, como hizo con su propio cuerpo, DeChabeau también probó durante el confinamiento un driver de 48 pulgadas (121,9 centímetros), el máximo permitido por el PGA Tour, por los 115,57 de largo del que venía utilizando hasta ahora. En una continua batalla de prueba-error, intenta acercarse a la excelencia, sin caer en un colapso mental: «Si fuésemos robots y pudiésemos contemplar todas las variables, probablemente nos acercaríamos a la perfección, pero somos humanos y hay variables que nunca podremos controlar».

Durante el confinamiento por la pandemia, DeChambeau compartió en las redes sociales sus avances. En abril, a través de una retransmisión en su canal de Twitch, llegó a pegar con tal violencia un drive contra la red de su simulador que la bola salió disparada a 326 kilómetros por hora, muy por encima de su propia media de 282 de la temporada anterior, entonces con una velocidad máxima en un torneo de 291.

El científico del golf con frecuencia se mueve ahora muy por encima de los registros que alcanzan los mayores pegadores. En el 2019 Cameron Champ lideró la estadística de velocidad de bola en el circuito americano con una media de 307 kilómetros por hora y un pico de 320.