La enésima reconversión de Nadal

Enric Gardiner COLPISA

DEPORTES

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El balear entrará en el nuevo tenis con 34 años, acostumbrado a las transformaciones en su carrera para seguir siendo competitivo

21 may 2020 . Actualizado a las 19:44 h.

La reconversión en el tenis moderno ha ido de la mano de la longevidad. Desde que la medicina ha permitido que las carreras de los jugadores se estiren hasta más de la treintena, los tenistas han buscado recovecos con los que mejorar su juego, cambiarlo y provocar con ello un tenis más propicio para su edad. El ejemplo más claro y reciente es el Roger Federer, si bien el suizo tiene la ventaja del que posee una calidad innata inigualable que le permite vencer sin dar la sensación de necesitar esfuerzos agonísticos.

Pero Rafael Nadal también ha sufrido una reconversión a lo largo de los años. Uno de los mantras que ha sostenido Francis Roig, entrenador del balear, en los últimos tiempos, es que el Nadal de ahora es mucho más completo que el de hace años. Su cuerpo y la evolución del tenis le han obligado a ello. Lo explicaba recientemente Carlos Moyá en declaraciones al canal Eurosport. «La idea era convencer a Rafa para que fuera más agresivo y para eso había que mejorar el servicio. La gran mejoría creo que fue con el segundo saque. Normalmente intentaba meter muchos primeros a nivel de porcentaje por la debilidad del segundo servicio, con lo que empezaba el punto defendiendo. He intentado que fuera a por el punto, cambiar el ritmo y que los puntos fueran más cortos», explicó Moyá, que entró al equipo técnico del manacorense en el 2016.

Ese fue un punto de inflexión en la carrera de Nadal. Después de varias temporadas aciagas por las lesiones y la explosión y dominio del serbio Novak Djokovic y del escocés Andy Murray, el mallorquín retornó con inusitada grandeza, ya que alcanzó una final en el Open de Australia en el 2017, el 'grande' inaugural de cada temporada, y el primer título desde 2014 en Roland Garros.

La evolución en el servicio se plasmó en los resultados y en los números. Nadal pasó de ganar un 64 % de puntos con el saque en el 2016 a lograr el 70 % en el 2017, de ganar un 69 % de primeros servicios en el 2016 a un 74 % en el 2017, según datos aportados por la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). La mejoría no se quedó ahí, sino que se hizo duradera y el año pasado, por ejemplo, gano el 76 % de puntos con el primer saque y el 70 % de puntos totales con el servicio. Y mejorar el saque permite acortar los puntos y precisar de menos sobreesfuerzos.

El arte de acortar los puntos Nadal, obviamente, no podía ser toda la vida el chaval enérgico que corría de un lado a otro de la pista salvando bolas imposibles igual que Federer necesitó cambiar al incorporar a su equipo al extenista sueco Stefan Edberg, quien le adiestró en el arte de acortar los puntos y aprovechar aún más su impecable volea y sobresaliente servicio.

Si a sus 33 años sigue siendo Nadal favorito para levantar Roland Garros, aunque se juegue en septiembre y sin público, es gracias a los cambios y ajustes que ha realizado en su juego y en los que tendrá que seguir progresando adecuadamente una vez se recupere la normalidad en el tenis y vuelva al circuito, ya con 34 años cumplidos y un desgaste extraordinario durante toda su impecable trayectoria. Seguro que por ganas y perseverancia no va a quedar, aunque es una incógnita saber si este descanso obligado le viene bien al de Manacor para sus huesos y músculos o, dada su veteranía, es contraproducente.

Mientras que Federer ya abordó transformaciones para seguir siendo competitivo al borde de la cuarentena, Djokovic, por ejemplo, sigue demostrando tal hegemonía física que no ha necesitado de una mutación para la mejoría. El serbio mantiene la estructura en su juego a la vez que otros como Andy Murray añoran la llegada de un trastoque. En el caso del escocés, los problemas y las operaciones de cadera han lastrado su tenis defensivo y de resistencia y el cambio que le mantenga arriba aún no se ha producido. Y no es nada seguro que pueda llevarlo a cabo con la exigencia requerida para volver a ganar.