Griten: «¡Juego revuelto!»

Lois Balado Tomé
lois balado CAMBIO OBLIGADO

DEPORTES

27 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Querer contentar a todos y no contentar a ninguno, es todo uno. El Zaragoza protesta porque este era su año, iban como un tiro hacia Primera, y el Cádiz, que le estaba entrando su clásica pájara de final de Liga de todos los años, indignado porque a ver cómo va a ser eso de que no haya una plaza para Primera que caiga en el Carranza. El Almería de Guti, que asomaba a los puestos de ascenso antes del parón, ya quería ponerse a entrenar el 12 de abril. A lo loco. Para que no quedasen dudas de que, por ellos, se juega. Lo mismo que la Real, que le tuvo que parar los pies el CSD cuando ya se calzaban las botas. Que a dónde iban. Había que intentarlo, porque no jugar para los vascos es decirle adiós a la Champions. Los jugadores del Racing de Santander, hundidos en la mayor de la miserias clasificatorias, dicen que cómo van a gastar los test que necesitan los sanitarios y los más vulnerables. Que su prioridad es jugar, pero que así no. Quizás, si la temporada se anulase, tampoco serían los primeros en la ventanilla de protestas. ¡Si es que hasta los clubes de Segunda B y Tercera que merodeaban los puestos de promoción andan, al parecer, reclamando su parte del pastel!

En el baloncesto, al Estudiantes y al Fuenlabrada, que ya se veían en el barro de la LEB Oro, les faltó tiempo para aplaudir la resolución de que no hubiese descensos mientras que el Valladolid y el San Sebastián reclaman su puesto en ACB que se han ganado en las canchas, dicen. Y así en cada deporte, en cada categoría con final incierto, en el que cada parte, como es lógico y ante la ausencia de nadie que diga nada, pues reclama lo suyo. La situación se presta. Porque da la impresión de que, con los planes que se esbozan, lo que se busca, lo más importante, es que todos sigan siendo amigos. Aunque en realidad la perdiz ya lleve un mareo que no se tiene en pie.

En el patio del colegio todo era más fácil. A la mínima duda de que alguien se hubiese saltado una norma, alguien gritaba: «¡Juego revuelto!». Y ya estaba. Se volvía a empezar Todo el mundo asumía, quizás con algún breve debate y quejas de los que iban ganando, pero ya. Porque el «juego revuelto» era ley de hierro.