Kobe Bryant: la eterna transformación de un mito del deporte del siglo XXI

Nacho Álvarez

DEPORTES

Aly Song

27 ene 2020 . Actualizado a las 08:33 h.

El repentino fallecimiento de Kobe Bryant,cuando justo ayer, en su ciudad natal de Filadelfia, LeBron James lo había superado como el tercer máximo anotador de la historia de la NBA, ha causado tal conmoción que traspasa el ámbito deportivo y sitúa su figura cómo una leyenda del deporte mundial.

Dotado de un instinto competidor obsesivo al que solo su idolatrado Michael Jordan ha superado, la manera de ser de Kobe Bryant era conocida en todo el mundillo deportivo, con ejemplos tales como sus llamadas a los técnicos asistentes en medio de la noche para ir a entrenar a las 5 de la madrugada, obligar a sus compañeros a defenderle en los entrenamientos de determinada manera para poder perfeccionar sus movimientos en ataque... Su popularidad, tanto dentro de las canchas como fuera de ellas, no siempre fue como la actual.

En sus inicios Kobe era visto cómo un jugador saltarín, un proyecto más de los múltiples Nuevos Jordan, que cada año produce el baloncesto USA. Un jugador que pasó directamente del instituto a la NBA, y no a cualquier equipo, sino al equipo más afamado y mediático de la liga, Los Angeles Lakers, en donde desarrolló la totalidad de su carrera a lo largo de 20 temporadas. Pero realmente era un jugador especial, con un ego desmedido, el cual le granjeó no pocos problemas a lo largo de su vida, con una enorme confianza en sus posibilidades y una capacidad de trabajo y deseo de superación sobrenaturales. Kobe no solo quería llegar a emular al más grande, sino que desde muy joven lo hacía público, incluso con cierta soberbia, algo que en sus primeros años en la liga, pese a su espectacular estilo de juego, le alejó de fans y patrocinadores.

Los tres títulos que consiguió al lado de Shaquille O’Neal lo proyectaron al estrellato, pero él, pese a tener un papel fundamental en esos éxitos, no estaba lo suficientemente satisfecho. Su ego no soportaba compartir focos con otro jugador de época como el mastodóntico pivot. Tras nos pocas pólemicas con Shaquille, este fue finalmente traspasado a Miami Heat, con lo que Kobe se hace con el control total y absoluto de los legendarios Lakers.

Se inicia una etapa en su juego en la que los éxitos deportivos colectivos pasan a una segundo plano. Kobe se vio involucrado en un turbio incidente extradeportivo en Denver, lo que motivó que se plantease su retirada, y provocó una espantada de patrocinadores. Cambió su número en la camiseta del 8 al 24 y Kobe se consagra como un anotador compulsivo, un cambio coronado por la histórica anotación de 81 puntos en un partido contra los Raptors en enero del 2006.

Pero su mente le pedía más. Un competidor obsesivo cómo él necesitaba tener a su alrededor jugadores competitivos que le permitieran volver a competir por el título, acercarse a esos seis anillos que su admirado Michael Jordan tenía. Para ello se reconcilió con Phil Jackson, el mítico entrenador con el que Jordan consiguió sus seis títulos y con el que Kobe había logrado los tres anteriores. Se preparó a conciencia para ser ese líder maduro, coral y excelso que guió a los Lakers a dos títulos más, con la inestimable ayuda de Pau Gasol en un papel de escudero de lujo en ambos.

Tras una lesión en el tendón de Aquiles en el 2013, el Kobe jugador ya no volvió a ser el mismo, pero su dimensión como deportista adquirió otro nivel, haciéndolo más humano, modulando en una balanza todos los excesos de ego que pudo tener a lo largo de su carrera y acercándolo de manera definitiva al gran público pasando a ser reconocido como una figura legendaria en el deporte USA, a la altura de los más grandes.

Por eso su temprana marcha nos deja a todos un poco huérfanos de su carácter y talento. Respeto y admiración de todo aquel que alguna vez haya amado este deporte y cuyo legado no desaparecerá jamás.