El Mini aguanta bien la edad

M.G Reigosa

DEPORTES

XOAN A. SOLER

Entre el Cooper y el JCW hay casi 50 años, más nervio y más músculo, pero la misma mirada que comparten los pilotos Pablo Álvarez y Luis Penido y sus copilotos José Ángel Varela y Sergio Cancela

20 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Pablo Álvarez y Luis Penido, y sus copilotos José Ángel Varela y Sergio Cancela, no se conocían pero se tomaron las matrículas en el Rali de A Coruña. Comparten su pasión por el automovilismo y en ambos casos la vuelcan sobre el asfalto al volante de un Mini. La diferencia está en el calendario. Uno de los coches es del año 71 y el otro de última generación. Es lo que va de un Mini Cooper S a un Mini JCW Rally. Aunque hay cambios y evoluciones, la esencia no varía.

En la ciudad herculina los pilotos no coincidieron, pero Pablo tuvo oportunidad de aparcar su Mini histórico junto al de Penido. Meses después han podido coincidir para charlar sobre esa pasión compartida y las particularidades de uno y otro vehículo. La conversación fluye sin necesidad de guion. Y empieza por el tirón que conserva el coche más veterano, igual que el Mini con el que ganó Makinen en Montercarlo en 1965.

Pablo Álvarez constata que es un vehículo «muy fotografiado» y va más allá: «Gusta a todas las edades y son muchos los que se acercan para comentar algún recuerdo del tipo cuando se metieron ocho para ir a una discoteca». Esa nostalgia es la que llevó al piloto a recuperar el coche: «El primero que tuve fue un Mini. Y siempre me quedó el gusanillo de volver a conducir uno».

Penido se desdobla entre dos monturas. Una es un Mitsubishi Lancer del siglo pasado. Los costes de mantenimiento y los consumos, «casi un litro por kilómetro», lo animaron a hacerse con el Mini JCW, más económico en el día a día y también los días de competición.

No hay duda de que es un modelo que aguanta bien la edad. Pero son muchas las diferencias en todos los frentes. Uno pesa unos 710 kilos, aloja 110 caballos bajo el capó, puede alcanzar los 145 kilómetros hora y tiene cuatro velocidades. El otro se va hasta los casi 1.100 kilos, con 250 caballos, una velocidad punta de 230 kilómetros hora y siete velocidades. Uno tiene unos discos de freno de 7,9 pulgadas, del tamaño de un CD. «Frena más una Vespa», apunta Pablo. Los del otro son de 12,4 pulgadas. Con las llantas pasa algo parecido, de 10 y de 17.

Con las ayudas electrónicas no hay color. En el caso del Mini Cooper, según indican González y Varela, «todo lo que hay es lo que te puede facilitar un móvil».

En el JCW el caudal de información es abundante, tal y como explica Penido: «Registra hasta el porcentaje del gas que estás dando, te va midiendo siempre la velocidad en digital, la temperatura del motor, la temperatura a la que salta el electro... Eso lleva ahí de todo».

Sea con un Mini o con cualquier otro coche, Luis Penido reivindica «el enorme trabajo que hay detrás, de todo el equipo, para poder participar en las carreras». Todo eso sin entrar en lo que cuesta. En su caso, una media de unos 4.000 euros por prueba. En el de Pablo González, la mitad. Y rezando para que no haya contratiempos.

Con el Cooper no hay grandes problemas para conseguir piezas, si bien todas vienen desde Inglaterra. Actualmente el coche está en plena reparación mecánica, a fondo. El propio piloto y el copiloto se encargan del trabajo, pero aun así estiman que el desembolso se irá a unos 4.500 euros.

El sonido y la adrenalina de la competición compensan todos los esfuerzos, que no son pocos.