Japón trabaja en los Juegos más tecnológicos, donde un puñado de mitos dirá adiós al olimpismo
02 ene 2020 . Actualizado a las 09:09 h.Si cada cita olímpica supone cada cuatro años una especie de reivindicación para la sede, el desafío de Tokio 2020 está claro. Buatizados como los Juegos de la Reconstrucción, Japón quiere demostrarle al mundo no solo su lugar a la vanguardia de los avances tecnológicos, sino también su capacidad para dejar atrás el drama del desastre nuclear ocurrido en el 2011 en la central de Fukushima y refrendar su modélica capacidad organizativa. Por eso la antorcha llegará de Grecia para iniciar su periplo por el país el 26 de marzo en el J-Village, una instalación de entrenamiento de fútbol a 25 kilómetros de la accidentada central y que sirvió de base logística tras la catástrofe. Según denuncia Greenpaeace, en el entorno de esa subsede se registran altos niveles de radiación, de hasta 71 microsieverts por hora, cuando el propio Gobierno japonés fijó en 0,23 el límite para declarar seguras las zonas descontaminadas. En la región, unos 300 kilómetros al norte de Tokio, se disputarán pruebas de béisbol y sóftbol. Japón recibe el testigo de Brasil y acogerá los Juegos del 24 de julio al 9 de agosto. Ya no estarán los dos iconos de Río 2016, Usain Bolt y Michael Phelps. Pero Japón sitúa ante su última experiencia olímpica a mitos como Eliud Kipchoge, Simone Biles, Lebron James, Serena Williams, Roger Federer y Rafa Nadal. Otros pueden estrenarse en unos Juegos, tanto una leyenda como Tiger Woods, que tendría 45 años, como un joven dispuesto a marcar época en el ciclismo como Egan Bernal. En plenitud llegarán nadadores como Katie Ledecky y Caeleb Dressel.
Japón, un país con un enorme respeto por la tradición, plantea sus segundos Juegos de verano como puente entre el pasado y el futuro. Por eso las sedes en la ciudad se articulan sobre dos grandes aros, la Zona de la Herencia, situada en el centro de la capital y que remite a las viejas sedes olímpicas de 1964, y la Zona de la Bahía, donde lucen instalaciones con guiños futuristas. En la intersección de ambas circunferencias se levanta la Villa Olímpica.
El propio estadio olímpico, sede de las ceremonias de apertura y clausura y algunos partidos de fútbol, se levantó sobre los viejos terrenos del de 1964. Después del fiasco de la idea inicial de la arquitecta Zaha Hadid, envuelta en retrasos y polémicas, el proyecto se adjudicó al estudio del japonés Kengo Kuma. Una obra monumental que costó 1.250 millones de euros, repleta de guiños a la tradición, como la reivindicación de la madera por su valor constructivo y la presencia de plantas en todo su anillo exterior. La infraestructura, como tantas otras, se remató respetando los plazos finales. Casi todas las sedes están ya finalizadas.
La tecnología, el uso de robots —identificación por reconocimiento facial, transporte de útiles y personas...— supondrá un salto respecto a Río 2016, que salvó la papeleta después de las dudas que generó su solvencia organizativa. Como entonces, pesa sobre Rusia una sanción por dopaje: podrán competir en Japón los atletas de su país que demuestren su limpieza, pero participarán bajo bandera neutral.
El calor, después de la alarma generada en los Mundiales de Doha, ya propició el traslado de las pruebas de maratón y marcha a la zona de Sapporo, 1.100 kilómetros al norte de la capital. En Tokio se esperan temperaturas de entre 35 y 40 grados en los días de condiciones más extremas, con altos porcentajes de humedad. La mala calidad del agua en la bahía y la presencia de bacterias son otras de las amenazas para los Juegos, que incluyen en su programa cinco deportes nuevos; surf, escalada, skate, sófbol y kárate.
Tres incógnitas a resolver
Cada vez están más cerca los Juegos Olímpicos de Tokio y el deporte español sigue en vilo por el estado físico de tres de sus iconos: el baloncestista Pau Gasol, la nadadora Mireia Belmonte y el atleta Bruno Hortelano.
El caso más preocupante de todos es el del ala-pívot de Sant Boi. El mayor de los hermanos Gasol cumplirá 40 años en julio, pero su físico parece haberle abandonado. Lleva un año casi en blanco y el futuro no es nada halagüeño. El pasado mes de mayo se operó en Milwaukee de una fractura por estrés en el hueso navicular de su pie izquierdo y se resintió en septiembre, durante un entrenamiento con los Blazers. El club de Portland decidió cortarle ante las dudas de su recuperación y Pau se ha dado de plazo hasta marzo, para ver si logra revivir a través de un tratamiento con células madre. Su ilusión es Tokio, pero se retirará si en marzo no ve mejoría.
Mucho más optimista es Mireia Belmonte, aunque su camino hasta Tokio está siendo peor de lo esperado y repleto de dudas. «Nuestra realidad es más grave que nunca», confirmó su entrenador en julio, tras un gris Mundial. El tobillo y unos vértigos le han traído por la calle de la amargura desde finales del 2017. Y es que apenas ha logrado buenos resultados desde el Mundial de Budapest del 2017, en el que se colgó dos platas y un oro. «Ella es más consciente que nadie de su situación. Y es como un animal herido», advirtió Fred Vergnoux.
La reconstrucción de Bruno
Tampoco está siendo un ciclo olímpico agradable para Bruno Hortelano, desde que el 5 de septiembre del 2016 sufrió un grave accidente de tráfico que casi le cuesta la mano derecha. Reapareció dos años después. pero todavía no ha logrado grandes resultados internacionales, más allá del bronce europeo por relevos en el 2018. Una lesión en el tendón de Aquiles le hizo renunciar al Mundial de Doha 2019.
Ocho equipos y otros cuatro en camino
España ya ha logrado clasificar a ocho de sus selecciones de deportes por equipos: fútbol y baloncesto masculino y waterpolo, gimnasia artística y hockey hierba en ambas categorías. Además, el baloncesto femenino, la rítmica y los dos equipos de balonmano todavía pueden ganárselo en sus preolímpicos; mientras que ya se han quedado sin opciones tanto el voleibol como el fútbol femenino.