Un juvenil del Oroso se rompió tres costillas y sufrió una perforación pulmonar tras golpearse contra una barandilla

M.G.REIGOSA

DEPORTES

Marcos Andrade recuerda cómo fue la jugada: «Fue horrible, me quise levantar y no podía respirar»

05 dic 2019 . Actualizado a las 19:23 h.

Marcos Andrade se formó en la cantera del Compos desde que recuerda sus primeros golpeos de balón hasta este verano, en el que recaló en el equipo juvenil del Xuventude de Oroso. Nunca había tenido ninguna lesión grave, hasta este sábado lluvioso y desapacible, en un forcejeo de los que hay cientos cada fin de semana. El problema no estaba en la acción sino en la barandilla próxima a la línea de banda. Se golpeó la espalda y ya no pudo seguir. Tuvo que ser evacuado en una UVI móvil y, una vez realizadas las pruebas pertinentes en el Hospital Clínico, el diagnóstico confirmó un percance de considerable alcance: tres costillas rotas, perforación pulmonar y neumotórax.

Marcos enseguida se dio cuenta de que pintaba preocupante: «Era un balón largo, en los primeros minutos de la segunda parte, el defensa lo protegió con el cuerpo, cerca de la línea de fondo, y me fui contra la parte vertical de la barandilla. Fue horrible, me quise levantar y no podía respirar».

José Luis Andrade, padre de Marcos, lo vio venir. Y, a toro pasado, lo que más le gustaría es que este accidente pueda servir como alerta: «Le pasó a él y en el campo del Oroso como le pudo pasar a cualquiera y en cualquier otro campo. El club se portó muy bien en todo momento. Se interesaron por su recuperación y han estado muy pendientes, por lo que les estoy agradecido. También se puso en contacto con nosotros el concejal de Deportes, quien me comentó que están viendo de qué manera se puede buscar una solución, aunque no es fácil. Eso es lo más importante, que la gente tome conciencia de que el tema de las vallas en los campos es más peligroso de lo que parece».

El hijo utiliza la palabra horrible al recordar los primeros momentos tras el golpeo. El padre tardará en olvidar los minutos que siguieron, en el propio campo y en el hospital: «Cuando vimos que empezaba a escupir sangre nos dimos cuenta de que había daño dentro. Y cuando el médico empezó con la exploración, para descartar que hubiese una lesión en la columna vertebral...».

El susto también se lo llevó el jugador del Calo con el que forcejeó. Tanto él como su entrenador se acercaron al hospital para interesarse en primera persona por la evolución de Marcos. Ya le retiraron el drenaje y tiene el alta hospitalaria. Ahora solo piensa en una óptima recuperación, en continuar con sus estudios de FP en la especialidad de instalación de telecomunicaciones y en volver a jugar al fútbol.

Juanito, nueve días parado por un percance similar

El veterano Juanito juega en el mismo club, que compite en Preferente con el nombre de Sigüeiro. El domingo cumplirá los 50 años, sigue en activo y le viene bien el parón de este fin de semana para intentar celebrar el medio siglo sobre la cancha. Una de las razones de su longevidad deportiva es su habilidad para evitar las lesiones. Lo que no pudo esquivar fue una valla en el Juan Baleato, en el partido ante el Dubra, el domingo 24 de noviembre. «Tuve suerte -recuerda el extremo- porque me golpeé primero con la cadera y después contra las costillas. En caliente, pude seguir. Pero por la noche tenía mucho dolor y llevo nueve días sin entrenar». Ya se encuentra bastante mejor, confía en poder volver a ejercitarse esta misma semana y estar a disposición del técnico para la jornada vendiera, en la que el Sigüeiro visitará al Viveiro en Cantarrana.

Una normativa que se adapta a un ritmo demasiado lento

El problema de los accidentes de futbolistas contra las barandillas que delimitan los terrenos de juego en los campos de fútbol de Galicia es recurrente y, hasta el momento, sin solución. Ya en el año 2005, un futbolista de edad juvenil que militaba en la Liga Nacional con el Lalín, acabó en coma durante 24 horas después de haberse golpeado el cuello y la mandíbula durante un partido disputado en la cancha del Colegio Hogar de Vigo. Aunque intentó seguir jugando, poco después perdió el conocimiento.

La distancia entre las barras de hierro y el lugar habilitado para jugar el balón era de apenas metro y medio en algunas zonas de las instalaciones. En aquel momento, la normativa de la Federación Española de Fútbol no estipulaba en su normativa medida alguna respecto a la distancia de seguridad entre estos elementos y los deportistas.

La ciudad deportiva de A Torre en A Coruña es otra de las instalaciones que vivió sucesos similares. En el año 2010, un jugador del equipo de fútbol 7 alevín del Cristo Rey tuvo que ser evacuado en ambulancia tras golpearse en la cabeza con una de las vallas que rodeaban el campo donde estaba jugando. Ya entonces, un directivo de la agrupación deportiva coruñesa exigía «algo que impida que los niños se golpeen contra un material tan duro». La misma reivindicación realizaron hace apenas unos días los coordinadores de varios clubes del área de Arousa. «Cambiar las de metal por otras de un material más flexible», fue la sugerencia de Jorge Quintana, del Umia. Y eliminarlas, la propuesta de José Blanco, de la EFP Vilanova.

Sin embargo, en esta ocasión, la Real Federación Gallega de Fútbol (RFGF), ha decidido tomar cartas en el asunto y hará un estudio de las instalaciones gallegas para reducir los peligros que se ciernen sobre los futbolistas. En este sentido, la RFGF mostró su intención de ampliar la distancia establecida por el Consejo Superior de Deportes (para fútbol base y aficionado, un mínimo de 1,5 metros entre las líneas de juego y las vallas; recomendando 2,5 en los fondos) y, entre tanto, en instalaciones antiguas con menor distancia de seguridad, recomienda el acolchado de las vallas.