Los hijos de los cracs

DEPORTES

STEFFEN SCHMIDT | EFE

21 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes eran los médicos. También los abogados, los arquitectos o los odontólogos, por ejemplo, obsesionados por preservar la tradición laboral en su descendencia. Un árbol genealógico lleno de letrados exitosos y de muelas arrancadas a lo más granado de la sociedad. Fue así hasta que los hijos se rebelaron y decidieron que lo que les gustaba o se les daba bien era pelar cables, diseñar ropa o apagar incendios.

No es que fuesen malos. Aquellos padres, simplemente, se dedicaban a cumplir los dos grandes estereotipos de la paternidad. Querer lo mejor para sus hijos y ser indiscutiblemente más sabios que su descendencia. Una condición ganada gracias al enorme mérito de haber fecundado un óvulo. Pero les estaban legando un hueco en la élite, por mucho que esos pequeños idiotas no lo entendiesen de momento.

Parte de esa élite está ocupada en la sociedad actual por los deportistas de alto nivel. Cristiano Ronaldo parece un tanto obsesionado con que su hijo aprenda a golpear decentemente el balón y cualquier avance es proyectado al mundo a través de Instagram. A veces le sale mal, como ese vídeo en el que su hija pedía el balón para incorporarse al partido doméstico, pero el duelo en casa del portugués era exclusivamente masculino.

Los hijos de LeBron James y Dwyane Wade han encontrado un altavoz en la prensa en sus pinitos como jugadores de baloncesto. Y ya saben más de cómo gestionar la fama que del pick & roll. El hijo de Samuel Eto’o también anda por ahí, y se ha quedado sin Mundial sub-17 porque juega en la cantera del Mallorca y su selección no acepta jugadores que se desarrollen fuera del país en esas categorías. No habrá mundial, pero ya tiene los focos encima.

En A Coruña, jugando al baloncesto, está Sean Smith, hijo de Mike Smith, exjugador del Real Madrid y campeón de Europa en 1994 cuando el Joventut de Villacampa y el triple de Corny Thompson. Sean, que de segundo apellido es García, se curte en LEB Oro. Desde abajo y con los méritos de su padre solo al alcance de una generación sin memoria digital. Le empieza a ir bien. Sin presión, mucho mejor y mucho más sano.