El español, el más agresivo sobre la moto, llegó a superar los 68 grados de inclinación en una curva sin caerse, un hito del motociclismo
01 nov 2019 . Actualizado a las 17:12 h.
«68 grados. ¿Cómo? ¡No lo sé!». Marc Márquez se sorprendía con su propio hito. Había salvado la caída con una tumbada histórica: 68,3 grados de inclinación. Durante una jornada de test en el circuito checo de Brno, el 18 de agosto del 2014, Márquez retó a la física con un registro que sigue sin ser superado. En la curva Aspar de Cheste, en tercera marcha y a 160 km/h, volvía a firmar el 12 de noviembre del 2017, esta vez en competición, otra salvada antológica llevando la moto a los 64 grados de inclinación. «A nivel físico es muy complicado explicarlo. Depende de los puntos de apoyo que tengas. No es lo mismo tener dos puntos de apoyo -la rueda delantera y la trasera- que la rodilla y el codo. Si hablásemos de matemáticas o de física, con dos ruedas estarías en el suelo. Son cosas que cuesta entender», confesó Santiago Hernández, su jefe de mecánicos.
«Lo que más influye para llegar a esas inclinaciones, además de la destreza del propio Márquez, es la calidad y la adherencia de los neumáticos. La evolución que han tenido en los últimos años ha sido bestial. Es la principal clave, junto a la flexibilidad de los chasis y a la rigidez de las suspensiones. Cuando la moto se inclina, aunque no se aprecie visualmente, todo se deforma. El basculante deforma el chasis, el chasis deforma las horquillas, que se doblan. Es cuestión de micras, pero esas mejoras permiten hoy tumbadas espectaculares. Márquez utiliza desde muy pequeño el codo, eso le hace ir a esos niveles de inclinación con mucha seguridad. No pierde confianza cuando la moto se le va del tren delantero, que es el problema que tienen muchos rivales», retrata el expiloto de motociclismo gallego Javier Díaz Pan. «No sólo la levanta con el codo, que lo usa de palanca para arriba claramente, tiene la frialdad de acelerar para descargar el peso de la rueda delantera y así hacer metros hasta ponerla recta nuevamente», se rendía desde Argentina el expiloto Sebas Porto.
«Si inclinara lo mismo con las motos que llevaba yo, se mataría»
A principios de la década de los 80 comenzaron a utilizarse elementos informáticos que permitían deducir los grados de salvadas de los pilotos: rondaban entonces entre los 52 y los 55 grados. «Si Marc inclinara lo mismo que hace ahora con las motos que llevaba yo, se mataría», reflexionaba en una entrevista el legendario Giacomo Agostini. «Yo tumbaba lo máximo que me permitía la pista y mis neumáticos. Llevábamos unas gomas que eran casi cuadradas», apuntaba el piloto más laureado de la categoría reina con ocho títulos.