Medvedev, el villano de piedra, rival de Nadal en la final del US Open

Enric Gardiner

DEPORTES

Geoff Burke

El ruso es el primer jugador de la «Next Gen» en meterse en la final de un «grand slam» y lo ha conseguido tras mil y una polémicas y un verano casi impecable

07 sep 2019 . Actualizado a las 19:12 h.

«Para molestarme de verdad tienes que hacer algo muy loco, durante una semana o así. Necesitarías, no sé, venir a mi hotel y golpear a la puerta a las seis de la mañana durante siete días seguidos. Entonces sí me voy a enfadar, si no, soy bastante tranquilo». Es Daniil Medveded, con fría calma, quien pronuncia estas palabras en rueda de prensa. El ruso se ha ganado el calificativo de villano del tenis durante las dos semanas del Abierto de los Estados Unidos y será el último obstáculo que Rafael Nadal tenga que superar este domingo (Eurosport, 22.00) para alzarse con su décimo noveno grand slam.

Este espigado jugador de 23 años nacido en Moscú se ha dado a conocer en las últimas semanas gracias a su espectacular actuación en la gira americana de cemento. Cuatro finales en total, dos perdidas en Washington y Montreal, una ganada, en Cincinnati y otra por decidirse, han puesto a Medvedev como cuarto jugador de la clasificación ATP y como la gran revelación del verano. Hasta la llegada de este período estival, Medvedev era uno más de los jugadores de la nueva generación incapaces de dar el salto a la madurez.

Ya en 2018 levantó tres títulos menores y se afianzó entre los 20 mejores del mundo, pero varias polémicas del pasado aún le perseguían. En 2017, en el torneo de Wimbledon, al término de su partido ante Stan Wawrinka, reaccionó tirando varias monedas a los pies del juez de silla, como desprecio. Lo que, como es lógico, le valió una sanción. «Fue una estupidez», reconoció más tarde.

Peor fue aún lo que le hizo con 20 años, en el Challenger de Savannah, cuando fue descalificado por insinuar que el juez de silla estaba favoreciendo a su rival, Donald Young por ser «amigos». La USTA confirmó que Medvedev había sido expulsado por, además, realizar comentarios racistas contra Young y el juez, ambos afroamericanos. La polémica siempre ha ido de su mano, pero al estar fuera de los focos, al contrario que su amigo Nick Kyrgios, con el que alguna vez ha compartido vuelo privado, no ha tenido tanta repercusión.

Hasta que llegó Nueva York. Medvedev aterrizó en el último Grand Slam de la temporada, aparentemente, fundido, con 16 encuentros jugados en apenas poco más de tres semanas. Los problemas físicos le afloraron ya en su segundo partido, ante Hugo Dellien, con evidentes calambres. «Lo siento, amigo, pero de verdad estaba acalambrado», le dijo al boliviano en el intercambio de abrazos en la red.

Pero siguió adelante y ante Feliciano López, en tercera ronda, a la merma física se le unió el poco cariño de un público que defiende que su juego es poco estético y bonito, lo que le convierte en una pared difícil de superar pero poco ortodoxa. El ruso acabó el encuentro abucheado por el público tras quitarle una toalla a un recogepelotas y tirar su raqueta en dirección al juez de silla. Medvedev respondió a los abucheos haciendo una peineta al público, que Kyrgios, por ejemplo, aplaudió en redes sociales, y con una candente entrevista a pie de pista. «Que haya ganado es gracias a vosotros y a toda la energía que me habéis dado», lanzó de forma irónica el moscovita.

El público se le volvió a tirar al cuello en su siguiente partido y Medvedev repitió receta. Victoria y surrealista entrevista.

Ahí, el ruso se dio cuenta que estaba cruzando la línea y, seguramente, por consejo externo, se relajó. Se hizo fotos con los aficionados, «Os quiero chicos», escribió en redes y ante Wawrinka, en cuartos y Grigor Dimitrov, en semifinales, el villano dio paso a la máquina de pasar bolas en la que se ha convertido Medvedev en esta gira veraniega. Ni los calambres, ni los vendajes por todo el cuerpo, ni su relación de amor-odio con el público neoyorquino le han frenado. Solo Nadal se interpone en su camino hacia su primer Grande, pero claro, este es un obstáculo mucho mayor que lo que ha visto hasta ahora. Ya en la pasada final de Montreal, el ruso solo ganó tres juegos.