Ya no hay respeto a La Masía

DEPORTES

05 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Sergio Ramos aseguró hace algún tiempo que se planteó cambiarse el dorsal -el número 4- por el 93, en un homenaje al minuto en el que marcó el gol de las pesadillas colchoneras. Nunca pareció una idea muy reflexionada. Su yeguada se llama SR4 y, más allá de todas las molestias que supone a nivel de márketing, esos caballos resoplarían al unísono aliviados viendo como finalmente se libraban de una segunda marcada con el hierro candente.

El fútbol español tiene cosas muy raras y difícilmente entendibles. Sergio Ramos seguramente no lo sabía, pero, afortunadamente, la Liga aún se mantiene inflexible ante los arrebatos de creatividad de los futbolistas y no permite portar ningún número a la espalda más alto que el 25. Así se le impidió a Lunin, estrambótico fichaje de Florentino, vestir el 99. Tampoco es que se le fuese a ver mucho.

El 4, el 7, el 9, el 10... Como hay poca oferta, los números con mayor carga histórica se cotizan y durante el verano es el momento de conseguir una mejora -está por demostrar que las pretemporadas sirvan para algo más que para eso-. Así está Hazard, que en la gira veraniega que comenzó en Houston eligió el 50 para, supuestamente, honrar las cinco décadas de la llegada del hombre a la luna. Una manera preciosa de meter prisa a Mariano o Gareth Bale. Que el 7 y el 11 estilizan mucho la figura.

Seguramente sea hipócrita, pero también es más elegante que lo que ha hecho el Barcelona con Carlos Aleñá. Pocas cosas simbolizan más la pérdida de respeto del club catalán por la cantera, un tesoro del pasado sobre el que, en cada ventana de fichajes, echan una palada de tierra más.

La cosa es que los directivos del Barça le prometieron a De Jong que podría vestir el 21, que el chaval tenía el capricho y eso no iba a ser impedimento y que fuese firmando. Tan confiados estaban que ni se lo comentaron al canterano que, ahora, ha metido una buena rajada. «Son cosas que pasan en este club que a veces no entiendo». Parece ser que en La Masía todavía recuerdan que la etapa más gloriosa de este club salió de esas habitaciones.

Una vez más el Barcelona satisface los egos a costa de los de toda la vida. La confianza da asco.