Richard Carapaz, ganador del Giro y su bicicleta de chatarra

DEPORTES

ALESSANDRO DI MEO | EFE

El ciclista del Movistar enloquece a Ecuador y a Carchi, la tierra donde forjó su amor por la bicicleta

03 jun 2019 . Actualizado a las 12:43 h.

Mientras el aficionado español se rinde al sueño frente al televisor cuando el pelotón retuerce sus mandíbulas en la montaña, Ecuador casi despide el día. El ciclismo no acompaña a la siesta en Latinoamérica y la noche desata las pasiones. En el mercado municipal de Tulcán, capital del cantón ecuatoriano del mismo nombre perteneciente a la provincia de Carchi, cientos de personas se concentran para asistir ante una pantalla gigante a cómo un paisano vestido de rosa se deja el alma en la carretera. Son familias enteras que gritan consignas de aliento para Richard Carapaz y hacia su tierra. Con el «¡Viva Carchi!», la audiencia explota. Algunos lloran. Si el 12 de mayo del 2018 su vecino hizo historia para la patria logrando por primera vez una victoria de etapa para su país en una gran vuelta y solo un colombiano -un país que, por cierto, linda con Carchi por el norte- pudo separarle del maillot blanco, lo que Carapaz ha hecho este año en la corsa rosa casi le iguala con Simón Bolívar. También prócer en Ecuador.

En Quito, capital de Ecuador, también se vivió con entusiasmo la victoria de Carapaz.
En Quito, capital de Ecuador, también se vivió con entusiasmo la victoria de Carapaz. José Jácome | EFE

José Jácome | EFE

La Locomotora de Carchi cumplió 26 años el pasado 29 de mayo, en plena lucha por ganar el Giro de Italia en el que, tres etapas antes, había conseguido enfundarse la maglia rosa. Era un sueño que tenía desde que a los 15 años el ciclismo pasó de ser una afición sin pretensiones a una posible forma de ganarse la vida. Quién se lo iba a decir a un chaval de una de las zonas menos pobladas de Ecuador cuyo camino parecía encaminado a heredar la actividad ganadera de su familia o a buscarse la vida en una región con un comercio rico por su condición de paso fronterizo. «El campo le enseñó a ser fuerte. A ser disciplinado», dijo su madre en una entrevista. Una disciplina que le alejaría del ganado y lo auparía a la élite del ciclismo.

Los inicios no fueron fáciles. No es un cliché para adornar la épica. A Richard Carapaz le robaron su primera bicicleta. Hay pocos objetos con tanta carga simbólica en la infancia que la primera bicicleta. Más si es un regalo de tu padre. Antonio Carapaz, que también estaba en el negocio de la chatarra, le consiguió otra. Pero no tenía gomas y así, con las llantas al aire, comenzó a pedalear el nuevo campeón del Giro de Italia.

Tras varias temporadas corriendo como amateur, en el 2015 fichó por el equipo colombiano Strongman-Campagnolo Wilier, donde compartió filas con otras promesas del ciclismo latinoamericano como Jonathan Caicedo, corredor colombiano del Education First con el que ha acabado compartiendo pelotón en este Giro. Era un equipo de categoría continental, la tercera división del ciclismo que por normativa solo puede disputar carreras dentro de su propio continente. Un año tardó Carapaz en hacer que América se le quedase pequeña y el Movistar lanzó sus redes. Tras una etapa de formación en el Lizarte, filial del conjunto telefónico y reconocido moldeador de corredores exitosos -Marc Soler, Mikel Landa, Andrey Amador o Joseba Beloki se formaron en sus filas-, debutó en una grande en la Vuelta del 2017 con Movistar. Fue el 35 en la general. Al año siguiente, cuarto en el Giro. Y en el 2019 ya está en lo más alto del cajón.

Es la historia de un ciclista sin adornos que ha hecho historia sin el aval de grandes titulares. Partiendo en este Giro como escudero de Mikel Landa que ha acabado colaborando en su victoria rendido a la evidencia. «Llega la montaña y Carapaz comienza a brillar» se lee en un mural de la parroquia de Julio Andrade, en Carchi, donde Richard, por supuesto, sigue viviendo.